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"Las barraganas del monte": así masacró el franquismo a las mujeres "marcadas" ideológicamente

Un estudio del antropólogo y economista Heriberto Gutiérrez recoge testimonios de las mujeres que sufrieron la represión franquista por su apoyo a los guerrilleros "fugaos"

Uno de sus textos manuscritos con sus vivencias.

En el otro bando, las llamaban "putas de los rojos", "barraganas del monte". Eran silenciadas, golpeadas, ultrajadas, violadas. Poco más que carne a la que masacrar. En casa, eran "la madre de?", la "hermana de?", la "hija de?". Parecía que no tenían nombre, como si la guerra y la posguerra las hubiera hecho invisibles.

Ahora, un estudio del antropólogo y economista Heriberto Gutiérrez -que forma parte de su doctorado por la UNED- intenta rescatar testimonios femeninos de la comarca del Nalón. Su voz, su papel. Fueron, según el experto, "imprescindibles" para los "fugaos" y para la vida de las familias. Ellas fueron la resistencia. Todos los datos y testimonios que aparecen en este reportaje han sido recopilados por Gutiérrez, con la ayuda de su tutora María García, y publicados en el nuevo número de la revista "Periferia" -con el editor Ignacio Fradejas al frente-.

Heriberto Gutiérrez decidió dar una vuelta a la historia de la Guerra Civil y el represaliado franquista. Cambiar la óptica y fijar el objetivo en ellas: "Ha sido realmente difícil porque la historia ha sido contada siempre por hombres. Hay pocos testimonios directos de mujeres. De hecho, muchos de los testimonios que recojo son de hombres hablando de ellas". Como el de Pablo García, primer alcalde de la democracia en el Ayuntamiento de Laviana:

"Mi madre nos decía, cuando éramos guajes, que ayudásemos a los del monte sin preguntarles nada. (?) Todos luchaban por la libertad y la democracia. Que debíamos ser muy cuidadosos con lo que nos preguntara la Guardia Civil o algunos desconocidos (?) Siendo yo un guaje una noche, llamaron a la puerta de forma contundente pero mi madre, desde la cocina, nos dijo que no abriésemos. Creo que aquella decisión nos pudo salvar la vida".

Resistían y callaban. Algunas por miedo, otras por vergüenza. La investigación de Gutiérrez es prácticamente pionera en abordar las agresiones sexuales a las mujeres que estaban "marcadas" ideológicamente. "Encontramos similitudes con los casos de violencia contra las mujeres que se han documentado en otros conflictos más recientes, como en Los Balcanes, Ruanda o Siria. La violencia contra las mujeres no se ejerce solo en períodos de guerra, sino también durante la posguerra y la paz", explica el experto. Así se lo contó Ramón Hermoso :

" Las mujeres, cuando eran llamadas a declarar eran insultadas, golpeadas, se les cortaba el pelo al cero (...) Además muchas eran violadas. De guaje viví al lado de la cárcel de Laviana y por las noches se oían los gritos de terror y dolor de las mujeres y las carcajadas e insultos de sus carceleros, soldados o falangistas que entraban al caer la tarde (...) Al hacerme mayor entendí lo que allí ocurría. Si preguntabas te mandaban callar y si eras muy insistente te podía caer una bofetada".

Aguantaban tal presión que, a veces, la vida se les venía encima. Enesida García -cuya biografía se publicó en el libro "Mi infancia durante el Franquismo"- quedó huérfana de madre y padre con once años. El mismo día. Su madre fue "ultrajada y asesinada" por una partida del ejército. Ella, solo una niña, lo vio todo. Esperaba a que su padre volviera de trabajar para contárselo, por un consuelo. Nunca volvió: fue fusilado en el cementerio de Tiraña (Laviana) esa tarde. Todo el peso de la casa cayó sobre los hombros de su hermana: Isabel, 16 años. En 1942, se la acusó de tener una pistola y fue requerida para declarar varias veces al acuartelamiento del capitán Bravo en Rioseco. El 1 de septiembre de ese mismo año, abrumada por la presión, se tiró al tren en la pedanía de Los Barredos.

El artículo de Heriberto Gutiérrez recoge otros trabajados, firmados por Ramón G. Piñeiro (2017) y Nicolás Rozada (1989), que apuntan a otras formas de agresión "más sibilinas" contra las mujeres. Cuentan, por ejemplo, que Mercedes Fernández -esposa del guerrillero "Faelón"- y Ángeles -hermana del comandante Mata- eran obligadas a subir al monte y vocear nombres de guerrilleros para que salieran al claro. Una vez allí, eran tiroteados. Pedro Alberto Marcos confirmó estos testimonios con una entrevista a su abuela:

"Mi abuela, tía de Mata y 'Lele', fue objeto de continuas palizas, tanto antes como después de haber sido internada en el penal de Figueras. Siempre porque le iban a preguntar dónde se escondían los guerrilleros. Falleció joven, baldada, por efectos de tales maltratos".

El trabajo de Heriberto Gutiérrez recoge un total de 56 entrevistas. Asegura que hay momentos en los que "los testimonios son tan duros que tengo que parar, tomarme un tiempo". Está satisfecho con su trabajo, aunque anima a más mujeres a recopilar estas historias: "Que los testimonios de las mujeres sean contados por otras mujeres es lo mejor para dar la vuelta a la historia". Una historia, por cierto, que también tiene algo de luz. La sororidad, la ayuda de unas a otras, salvó cientos de vidas durante la guerra civil y la posguerra:

"Oliva Faza estaba en 'La Bornaína' (escondida) y tenía un hijo pequeño que recogió mi madre para que no le pasara nada. Como por la edad de guaje mi madre no podía casarlo con mis hermanas, por el día estaba con una vecina más joven, Sara, quien decía que era hijo suyo. Por la tarde volvía para mi casa y dormía con nosotros. Al poco tiempo de que mataran a su madre vinieron a buscarlo familiares suyos y lo llevaron con ellos. Murió de mayor, hace unos años". (Florentino Fernández, "Florín", 11 de abril de 2018).

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