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Obituario

Antonio ya descansa en Asiegu

El hostelero Antonio Fernández Bueno, del bar Cabrales de Santullano, en el que se preparaba un fabuloso cordero a la estaca, falleció esta semana

Antonio Fernández Bueno, asando un cordero en el bar Cabrales. ANA PAZ PAREDES

Quiso la casualidad que anduviera por Valdecuna trabajando cuando una vecina se me acercó para preguntarme si yo era quien escribía sobre los bares en LA NUEVA ESPAÑA y decirme lo siguiente: "Ha muerto un paisano muy querido aquí, Antonio el del bar Cabrales, en Santullano, no sé si lo conocía". La verdad que la noticia me cogió de sopetón. Y el día húmedo y gris, espeso y caluroso, la hizo aún más triste. Porque resulta que sí que conocía a Antonio Fernández Bueno, natural del pueblo de Asiegu, en Cabrales. De hecho, él, Visi y su hija Sara no solo protagonizaron una página de la serie "Un camino entre pucheros" sobre bares de pueblo de buen comer y buen trato por los pueblos de Asturias en este periódico, también formó parte de mi segundo libro, "Asturias, pucheros en el paraíso", como uno de los lugares recomendados para comer uno de los mejores corderos a la estaca del Principado.

El bar Cabrales, en Santullano, no solo era ese chigre frente a la estación donde iba media Asturias a comer el cordero que con tan buena mano preparaba Antonio, sin olvidar el flan o el arroz con leche que, de postre, elaboraba Visi. El bar Cabrales era un chigre querencioso, pequeñín, sencillo y afayadizu donde sus dueños, sobremanera, lo convertían en un lugar donde siempre había que volver, no solo por la calidad de lo que allí se servía, sino también por la calidad humana de quien lo hacía. Aún recuerdo su despedida a través de las redes sociales cuando, afectado por la enfermedad, anunciaban el cierre de su establecimiento a finales de diciembre de 2019. Desconozco si actualmente alguien sigue al frente del negocio.

Entre las cosas gratificantes de mi oficio es conocer a personas buenas como Antonio. Trabajador incansable, maestro del asado a la estaca, paisano cercano y entrañable, de fácil sonrisa y generoso en el trato. De esos chigreros de los que van quedando pocos porque la autenticidad y la honradez, no solo tras una barra, sino en el día a día, es algo que no se puede imitar. Por eso me entristeció saber de su fallecimiento. Estoy segura de que mucha gente, no solo ya en el concejo de Mieres, sino en toda Asturias, le va a echar de menos.

Ahora, cuando viaje a Cabrales, y cuando me acerque a Asiegu, sabré que ese hombre que tan bien asaba corderos a la estaca frente a la estación, en Santullano, descansa ya frente al Urriellu, y que su espíritu libre recorre, cada día, la infinidad de los Picos de Europa. Asturias ha perdido un gran paisano, pero el cielo se ha ganado al mejor de los vecinos.

Hasta siempre, Antonio.

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