Todo empezó con la víctima de La Manada. No fue la primera, pero sí la que hizo despertar al resto: confesó que los meses que siguieron a la denuncia presentada contra sus agresores en la fiesta de San Fermín habían sido aún más duros que los momentos que siguieron a los hechos. Perseguida por un detective privado. Vilipendiada en redes sociales. Revictimizada.

Con el objetivo de "mejorar los procedimientos" y la coordinación entre sectores en casos de violencia de género, Langreo organiza estos días unas jornadas en las que participan medio centenar de profesionales de toda la región. El programa comenzó ayer con la ponencia "Investigación policial en abusos y agresiones sexuales", a cargo de Raquel Álvarez, guardia civil especialista en policía judicial, miembro del Equipo Mujer y Menor (EMUME). Una charla pedagógica, pero con datos poco halagüeños. Cada vez hay más delitos sexuales y también entre personas más jóvenes, incluso menores. No solo como víctimas, sino como autores. Aún más doloroso: un 70 por ciento de las mujeres que sufren violencia sexual no llegan a denunciar los hechos.

"Aquí es donde nos tenemos que cuestionar como profesionales. Darnos cuenta de lo que pasan las víctimas después, hasta que llega el proceso judicial", señaló Elena Ocejo. Ella es la directora del Centro de la Mujer del Ayuntamiento de Langreo, una de las organizadoras del encuentro. También es la presidenta de Abogadas por la Igualdad. Puso como ejemplo a la joven que denunció a La Manada y todo lo que siguió a la querella: "Tres años de sufrimiento, además de lo que le había pasado. Es la sociedad patriarcal que, de algunas maneras y a veces, justifica cosas terribles que nos pueden ocurrir a las mujeres", añadió la experta.

No hay paños calientes. El procedimiento que sigue a una agresión sexual es siempre duro y doloroso. Pero hay pautas que pueden hacer más fácil este amargo camino. La primera, en el caso de ser testigos o de que una víctima pida auxilio, es no dejarla nunca sola. Acompañarla hasta que llegue el cuerpo de seguridad competente y los sanitarios, sin alterar el escenario de los hechos ni la memoria de la víctima. "Si hacemos preguntas podemos conducir a respuestas contradictorias. Si la mujer quiere hablar, debemos escuchar y luego ofrecer todos los datos de los que disponemos para la investigación". Igual que no tocaría un cigarro -una prueba tangible-, también hay que dejar lo más intacta posible la memoria -una prueba intangible-.

La prioridad, para todos, es que la víctima esté a salvo. Para eso cuenta con un protocolo frente agresiones sexuales el hospital Valle del Nalón. Ayer lo explicó Belén Manzano, ginecóloga del centro sanitario. Incluye el acompañamiento y la cercanía a la víctima. También los exámenes en presencia de un médico forense, para evitar que la mujer tenga que someterse a más de un procedimiento. Tratamiento farmacológico y un seguimiento: derivación a la asistencia social, salud mental y varias revisiones ginecológicas.

Pero antes de ese seguimiento, la víctima tendrá que pasar por uno de los momentos más amargos: la declaración para la redacción de la denuncia. Muchas preguntas, reconoció Raquel Álvarez. Todas con un porqué: "La declaración es esencial para una correcta investigación de los hechos y también de cara al procedimiento judicial al que tendrá que enfrentarse la víctima". Cuando termina, nadie puede prometerle que encontrarán a la persona que tanto daño le ha hecho. Álvarez sí promete emplearse a fondo: "Nos dejamos la piel en cada caso". Resuelven más del 80 por ciento.

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