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El cine Esperanza, solo para mayores

Se cumplen dieciocho años del cierre de la última sala cinematográfica del casco urbano de Mieres, víctima en la actualidad del abandono

Un grupo de jóvenes mirando la cartelera en 2002, poco antes del cierre de la sala.

"Escalofrío" es el título de una película protagoniza por Bill Paxton que fue proyectada durante el verano de 2002 y que ha quedado archivada en la estantería de las historias anodinas. Esta cinta tiene, con todo, su interés para Mieres. Fue la última que se proyectó en el Cine Esperanza. Fue por tanto también la última que se pudo ver en la ciudad en el marco de un cine tradicional. Toda una generación de jóvenes mierenses ha crecido sin conocer el ambiente que se generaba es estos populares espacios escénicos, cuya calidez y magnética atmósfera se extinguió en un rápido giro de guion tras décadas de esplendor.

Ningún joven menor de edad ha tenido la oportunidad de disfrutar del cine o del teatro en Mieres en la amplitud de las viejas salas desarrolladas exclusivamente para ese cometido. Y es que hace ya 18 años del cierre de la última gran pantalla de cine y 28 de la clausura de Teatro Capitol. El fundido a negro del Cine Esperanza en el verano de 2002 puso el "The End" a casi un siglo de proyecciones en la ciudad. Las primeras se remontan a junio de 1912, fecha en la que se inauguró en la actual calle Guillermo Schultz el Teatro Novedades, con "Quo Vadis". Poco después, en 1918 abrió el cine Pombo.

La ciudad crecía impulsada por el auge industrial y la demanda de entretenimiento era cada vez mayor. El Esperanza fue diseñado por Felipe López Delgado y Miguel Ángel Esteve Vera en el año 1934, aunque su inauguración no se produjo hasta el 18 de diciembre de 1942, con la proyección de la película "Soy un periodista". En 1956 fue sometido a una importante remodelación para adaptarlo al sistema Cinemascope.

Si para la actual generación de jóvenes mierenses la asociación de cine y grandes plateas con cientos de tapizadas de butacas resulta anacrónica, para los que tienen más de 40 años el recuerdo de las mágicas salas sigue vivo en la memoria. Es el caso del actor Alberto Rodríguez. Cada vez que salía o regresaba a casa pasada por delante de la cartelera: "Gran parte de mi niñez la pase en esta sala. Iba al cine los fines de semana y luego, muchas veces, volví a ver la película el día del espectador, que era algo más barato. De aquello recuerdo que costaba unas 350 pesetas".

Alberto Rodríguez pasó buenos ratos en el cine Esperanza. "Tenía un recibidor imponente y un quiosco de chuches en el que había de todo, con una dependienta que informaba de los precios como si estuviera cantando el bingo". El reconocido cómico local se ha labrado con esfuerzo el reconocimiento del público asturiano, pero asume con humor que la fama es relativa. La lección la aprendió precisamente una tarde de domingo en el Esperanza: "Recuerdo cuando pusieron Top Gun, pensé que el techo se venía abajo cuando apareció en la pantalla Tom Cruise".

Al final, el Cine Esperanza se desmoronó, pero no debido al estruendo de los aplausos, sino al doliente peso del silencio. Tras el cierre de la instalación, el brillo de las grandes estrellas de Hollywood ha dado paso a la oscuridad y la suciedad. Cristales rotos, pintadas, humedades y un estado general de abandono reflejan el declive del inmueble. El Ayuntamiento tuvo el año pasado que iniciar un expediente urbanístico para demandar a los propietarios una actuación de acondicionamiento de la fachada.

"Paso mucho por delante del viejo cine y me da pena, aunque es cierto que el cine actual nos queda más lejos que antes. Más dolorosa fue la pérdida de un gran teatro como el Capitol. Cabría preguntarse qué rentabilidad podría sacarle hoy un Ayuntamiento como el de Mieres, con una decidida apuesta por la cultura y la programación teatral", esgrime Rodríguez.

El director de cine José Antonio Quirós también guarda cariño al Esperanza: "Personalmente, tengo un bonito recuerdo de este cine gracias a que mi ópera prima, 'Pídele cuentas al Rey', fue de las últimas en proyectarse. Lo fascinante es que se habilitaron butacas que llevaban años sin usarse". El patio contaba con 21 filas de butacas, sumando 432 asientos. En la zona alta habían otra 17 filas. Sobre la pantalla colgaba un espectacular fresco de 45 metros cuadrados del artista catalán Francisco Calduch, con motivos asturianos. "Es triste ver como una villa como Mieres con una urbanística muy cómoda en el trazado de las calles, haya sido tan maltratada por la especulación. Cines que daba gusto mirar sus fachadas. Todo se acaba. Queda la nostalgia", lamenta Quirós.

En Mieres es necesario tener al menos 18 años para hacer propios los recuerdos que preceden estas líneas. Hay un simbolismo: "A los nenos de Mieres les han privado de buena parte de su esperanza", apunta Alberto Rodríguez.

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