En esa bonita casa de Tiós todo está bien cimentado. Silvia, de nueve años, hace los deberes. Su hermano, Gabriel, está en la habitación: "Es que ya es mayor, tiene catorce...", explica ella. Son los hijos de Paula Barcia y José Ángel González, que hace unos días celebraron dos décadas de casados. Se dieron el "sí quiero" con 22 y 23 años respectivamente. No es un caso único, pero si su boda se celebrara hoy serían una excepción.

Así lo reflejan los últimos datos de la Sociedad Asturiana de Estudios Económicos (SADEI) sobre matrimonios. Atención a la edad de los contrayentes en las Cuencas: el número de matrimonios que se forman con más de cuarenta años cuadruplican ya a los que se formalizan antes de que los miembros de la pareja soplen las treinta velas. Los expertos consultados por este diario, sociólogos y economistas, señalan como principales motivos de este "envejecimiento" de los matrimonios a la falta de oportunidades laborales y la dificultad para acceder al mercado laboral. También a los cambios sociales, con más libertad y el final del estigma de la soltería -especialmente entre las mujeres-, que se han producido en las últimas décadas.

Paula Barcia y José Ángel González forman una de esas parejas que, valga el tópico, podrían terminar cada afirmación al unísono. "Cuando nos casamos llevábamos cinco años de novios", explica ella. Él sonríe y recuerda que se conocieron en el pueblo de Paula, en Zurea: "Yo iba mucho con un amigo, la conocí y...". Y surgió el amor. Pero no pasaban tanto tiempo juntos como les gustaría: "Entonces no estaba bien visto ir de vacaciones juntos, teníamos una hora para llegar a casa?". Y decidieron preparar la boda.

El aplazamiento de la emancipación y de los matrimonios se ha consolidado en las Cuencas al ritmo de la caída de la minería. Así lo afirma el sociólogo Holm-Detlev Köhler, que en 2006 ya trató el fenómeno en su estudio "Una mirada a la juventud de las comarcas mineras". Un informe que puede variar en lo cualitativo, afirma, pero no en lo cuantitativo.

"En lo referente a la emancipación, los jóvenes en las Cuencas tienen un alto componente de seguridad, comodidad y consolidación familiar y muy poco de experimentalidad, riesgo o innovación en términos de estilos de vida", expone el estudio del sociólogo, profesor de la Universidad de Oviedo.

Las cifras las pone el Sadei. Al cierre del pasado ejercicio, solo 38 personas menores de treinta años se dieron el "sí quiero" en las Cuencas del Nalón y el Caudal. La treintena es la edad que más se repite al formalizar el libro de familia: 182 "contrayentes". Después de los cuarenta, 160 personas decidieron iniciar de forma oficial la vida en pareja. El estudio firmado por Köhler también recoge afirmaciones de vecinos de los valles del Nalón y el Caudal, entre las que destacan las de un director de un instituto que participa de forma anónima: "No les falta dinero, les falta empuje".

De vuelta a Tiós, ¿qué piensa el matrimonio González-Barcia? "Que hay un poco de todo. Es cierto que la situación no está ahora mismo para plantearse una vivienda, afirma José Ángel. Pero Paula Barcia matiza que "también es verdad que la comodidad que tienes en casa de tus padres, en general, no la tienes cuando inicias la vida en pareja. Tienes que renunciar a unas cosas para ganar otras". Cuando se dieron el "sí, quiero", ella no trabajaba fuera de casa y él era autónomo en el sector de la construcción.

Parece que la economía es la clave para formar (o no) una familia en las cuencas del Caudal y del Nalón. Al menos, así lo refleja la investigación de Köhler. La principal razón de los encuestados para no tener hijos es "la falta de estabilidad laboral". También la inseguridad en el futuro, fenómeno que se ha agigantado en los últimos meses con la llegada de la pandemia del coronavirus. El estudio del sociólogo recoge otras afirmaciones detectadas en las encuestas: "Los hijos traen muchos problemas" o "los hijos requieren que las madres no trabajen".

"Si hay ganas de trabajar y de hacer tu vida, se puede con todo", apunta Paula Barcia. Ellos cumplieron seis años de casados antes de tener a su primer hijo, Gabriel. Cinco años después llegó Silvia. ¿Y el tercero? "No habrá, nos plantamos", sonríe ella. Mira tranquila al terreno que rodea la casa. "Volvería a casarme a los veinte. Tuvimos y tenemos problemillas, como todo el mundo, pero es fácil superarlos cuando tienes una pareja que te apoya". Lo dicho, en esa bonita casa de Tiós todo está bien cimentado.