La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

DE LO NUESTRO | HISTORIAS HETERODOXAS

Un Aniceto Sela más cercano

El trabajo biográfico llevado a cabo por Juan Carlos García sobre el profesor de la Institución Libre de Enseñanza y empresario mierense

Un Aniceto Sela más cercano

La semana pasada, antes de que la pandemia volviese a tomar fuerza sobre la Montaña Central, Juan Carlos García Palacio repartió entre los amigos de tertulia dominical una edición artesanal con su biografía de Aniceto Sela Sampil, cerrada tras más de un año de investigación y búsqueda por archivos y hemerotecas. Este es su cuarto trabajo sobre personajes mierenses, después de haber tratado ya las vidas de Diego Suárez Corvín, Fray Paulino Álvarez Robles y Numa Guilhou, representantes de distintas épocas y actividades que nos ayudan a comprender nuestra historia local.

Lamentablemente, al no estar publicados, la difusión de estos estudios es muy reducida y se limita a unas decenas de ejemplares en papel o en formato CD, destinados a bibliotecas muy concretas y a un puñado de particulares agradecidos al autor, quien corre además con todos los gastos, evidenciando así la total falta de apoyos públicos que reciben estas iniciativas si no se entra en el cambalache de toma y daca con las instituciones.

De cualquier forma, los interesados pueden consultar libremente estas biografías elaboradas por Juan Carlos en la Biblioteca Municipal de Mieres, en la de Asturias o en la de la Universidad de Oviedo.

La de Aniceto Sela es hasta el momento la más extensa de las cuatro. Está documentada en más de 400 fuentes y nos acerca a los aspectos más personales del personaje que dio nombre al Grupo Escolar inaugurado en Mieres el 10 de octubre de 1925 como uno de los más novedosos de aquella España. Una circunstancia que Juan Carlos García Palacio aprovecha también para reivindicar el papel que tuvo en esta construcción el arquitecto Julio Galán Carvajal, muchas veces relegado a un segundo término.

Ahora conocemos a Aniceto Sela como un hombre de su tiempo, cuyo modelo de relaciones familiares es un ejemplo perfecto para estudiar la endogamia en que se movió la burguesía asturiana en la segunda mitad del siglo XIX. Su padre fue José Sela y su madre Patricia Sampil, comerciantes establecidos en Santullano, localidad que servía de parada y fonda a muchos viajantes que llegaban por ferrocarril y la elegían por su equidistancia y su fácil comunicación con los concejos de Mieres, Aller y Lena. Allí hicieron fortuna y tuvieron cuatro hijos: Marcelina, Luis, Inocencio y Aniceto.

Marcelina se casó con Celestino Llaneza Fernández y no tuvo hijos. Luis llegó a ser uno de los mayores contribuyentes del comercio de ultramarinos en este concejo y se casó con su prima carnal Virginia Sela Castañón. Uno de sus hijos fue el conocido José Sela, propietario del pozo Tres Amigos y de la Banca Sela, quien se casó a su vez con Amparo Fernández Herrero, hija del capitalista Inocencio Fernández, o Figaredo, si ustedes prefieren el apellido que él mismo eligió cambiar.

Otro hermano, Inocencio Sela, fue abogado con despacho en Santullano y después juez municipal de Mieres y empresario de éxito. También se casó con una prima carnal, Elena Sela Castañón, y una de sus hijas, María de los Ángeles, fue la esposa de Vicente Fernández Herrero, quien como habrán deducido era hermano de Amparo, la mujer de su primo José.

Siguiendo la costumbre. Aniceto se casó con su prima María Sampil Hurtado y tuvo con ella cinco hijos: José, Josefina, María de la Luz, Luis y Pablo.

El currículo de Aniceto Sela también se ve analizado hasta el mínimo detalle. Nacido en 1863, tras pasar sus primeros años en la casona de Santullano, ingresó con nueve años en el Instituto de Segunda Enseñanza de Oviedo para cursar el bachillerato en 1872, manteniendo una vida jalonada de cargos académicos, que compaginó con el trabajo empresarial, hasta su jubilación como catedrático en la Universidad de Oviedo en 1933.

En 1882 fue nombrado profesor auxiliar de la Institución Libre de Enseñanza; en 1885 secretario de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Geografía Comercial; en 1888 obtuvo por oposición la plaza de catedrático de Derecho Internacional Público y Privado en la Universidad de Valencia y tres años más tarde consiguió el traslado a la Universidad de Oviedo, institución en la que fue secretario de la Junta de Extensión Universitaria y desempeñó el cargo de rector. Ya en 1918, cuando tenía 55 años, también asumió el puesto de director general de Primera Enseñanza y desde entonces tuvo varios cargos honoríficos y recibió numerosos homenajes.

Aniceto fue un enseñante que se comprometió con la sociedad mucho más de lo que exigía su cargo. Un ejemplo recogido por Juan Carlos García Palacio nos lo muestra interviniendo en Gijón en un acto al aire libre organizado por la Sociedad antiflamenquista a la misma hora en la que se celebraba una corrida de toros, con un vibrante discurso en contra de estos sangrientos festejos que enardeció los ánimos de los asistentes.

A la vez complementó su vida académica con otras inquietudes que lo llevaron a participar en iniciativas como el Congreso Internacional para el restablecimiento de los Juegos Olímpicos celebrado en París en 1894, al que acudió al lado de Adolfo Posada en representación de la Universidad de Oviedo, junto a Adolfo Buylla, que lo hizo a título personal.

Los tres formaron parte del reconocido Grupo de Oviedo, junto a otros intelectuales como Rafael Altamira, o por extensión, Leopoldo Alas "Clarín" y compartieron la misma inquietud política: cuando en 1903 se constituyó la Junta Municipal de Unión Republicana presidida por Ciriaco Balbín, Adolfo Buylla desempeñó la vicepresidencia primera y Aniceto ocupó la segunda.

Al margen de la enseñanza, su otra gran dedicación estuvo en el mundo de la industria. En esta biografía se rescata su papel en negocios tan diversos como la Sociedad Industrial Asturiana; Santa Bárbara S. A.; Minas del Peñón; la Sociedad General de Ferrocarriles Vasco-Asturiana; la Compañía Industrial de Mieres; la Sociedad Asturiana de Molinería y Panificación, la Compañía Marítima Ballesteros; la Compañía General Minera; la Sociedad Anónima Carboneras de Pola de Lena; la Unión Industrial de Asturias; Seguros La Estrella; el Banco Asturiano de Industria y Comercio y la Sociedad Telefónica de Oviedo.

Ya lo ven. Ferrocarriles, seguros, banca, astilleros, metalurgia, incluso negocios alimenticios y, por encima de todo, minería. Aniceto participó en todas aquellas actividades que podían proporcionar un beneficio a la sociedad y, por supuesto a él mismo. En ocasiones como simple accionista, otras veces como representante, apoderado, consejero o secretario y muchas presidiendo sus consejos de administración, lo que lo llevó también a estar presente en los organismos que representaban a los empresarios y a los capitalistas.

En 1918 fue Secretario de la Asociación Patronal de Mineros Asturianos, más tarde presidente de la Caja Asturiana de Previsión Social y ya durante la II República presidente de la Caja Nacional para el Seguro de Accidentes, lo que ha llamado la atención de algunos historiadores que ven como la cara y la cruz de la misma moneda en la aparente contradicción de haber sido profesor universitario, republicano y progresista y al mismo tiempo empresario de unas minas de carbón que destacaron por su alta siniestralidad.

Sin embargo, Aniceto Sela, representó como nadie la esencia de la Institución Libre de Enseñanza, fue querido por sus alumnos universitarios y respetado por los obreros que acudían en masa para escuchar sus conferencias.

Una de las sorpresas que encontramos en esta biografía es su defensa del feminismo, en la que seguramente tuvo mucho que ver su mujer María Sampil, quien estuvo entre las entusiastas fundadoras de la Institución para la Enseñanza de la Mujer durante la estancia familiar en Valencia. En este sentido, leemos esta hermosa reflexión escrita en una postal enviada por Aniceto en 1904, que se guarda en la colección particular de Joaquín García González : "Si yo me atreviese, diría a las niñas, cuya razón comienza a despertarse ahora, que de ellas, de su educación, de sus arrestos, depende el provenir de la Humanidad ¡Ojalá trabajen para hacerla tan hermosa como la imaginan los grandes soñadores!".

Una constante en Juan Carlos García Palacio está en la defensa de la memoria de sus personajes más allá de la investigación académica. Ahora ha dirigido al alcalde de la capital asturiana y al rector de la Universidad sendos escritos pidiendo la restauración de la única placa que identifica la vía que lleva el nombre de Aniceto Sela en Oviedo, colocada en la fachada trasera del edificio de la Facultad de Ciencias y en muy mal estado de conservación. Aún no ha obtenido respuesta, pero tengan ustedes la seguridad de que no cesará hasta lograrlo, porque su tenacidad está fuera de toda duda.

Compartir el artículo

stats