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Diario de una presa

Juan Vázquez publica las memorias de su bisabuela Dolores Valdés, socialista mierense que recorrió las cárceles de la España franquista

Dolores Valdés, en el centro, con familiares y amigas.

No lograron doblegarla, ni domesticarla. Defendió la justicia social y los derechos de la mujer cuando hacerlo conllevaba exponerse hasta el punto de poner en riesgo la vida. Sufrió seis crueles años de prisión alejada de sus ocho hijos. Dolores Valdés Fernández dejó constancia de su historia en un puñado de cuadernos escritos de su puño y letra. Durante medio siglo permanecieron en silencio, olvidados en el cajón de un arrinconado escritorio. Pero al final las indomables ideas socialistas de esta mierense nacida en 1882 han resurgido a través de su bisnieto, Juan Amador Vázquez.

Tres años le ha llevado a Juan Vázquez transformar en un libro los escritos de su bisabuela, a la que no llegó a conocer, pero cuya historia ha podido revivir. Su trabajo ha consistido en cotejar y contextualizar la narración de Dolores. “Al final, lo que he intentado es dar forma a un documento histórico contando la narración, en primera persona, de una mujer cuya experiencia nos puede ayudar, bien a descubrir, bien a comprender con más detalle la sinrazón de una crueldad indigna existente en un periodo no tan lejano de nuestra historia”.

Reproducción de uno de los cuadernos de Dolores.

El autor ha contado con mucha ayuda, en especial la de Gustavo Salinas. El trabajo se hubiera truncado sin la colaboración de los archivos históricos de Oviedo y Guipúzcoa. El primer gran reto fue dar forma al expediente procesal de Dolores Valdés. Esta mierense, nacida en Sobrobio, fue detenida el 27 de noviembre de 1937, tras una discusión, aparentemente menor, con un guardia. A partir de ese momento se inició un calvario que la llevó por varias cárceles de Asturias, País Vasco, Barcelona y Mallorca. Sus vivencias las dejó documentadas en unas memorias escritas en unos frágiles cuadernos de papel que durante décadas han protegido una historia reveladora de un periodo que resultó desalmado.

“Mi intención nunca ha sido hacer un alegato en favor del ideario socialista. Simplemente, he intentado dar soporte a unas memorias que retratan a una mujer comprometida socialmente y que tuvo que soportar terribles crueldades por defender lo que ella entendía como justo”, explica Juan Vázquez. “Nuestra intención es que el documento tenga un valor histórico para conocer la vida en las cárceles del primer franquismo, más allá de que mi bisabuela fuera una socialista de fuertes convicciones, que sin dura lo era”.

Dolores Valdés quedó viuda a los 39 años, con un pequeño huerto como una única fuente de sustento para ella y sus ocho hijos. Los sacrificios para sacar adelante a su familia no le impidieron dedicar tiempo a la lectura, lo que le procuró amplios conocimientos y una enorme capacidad oratoria. María Antonia Mateos la incluye en su libro “Mujeres socialistas en Asturias”. Se había afiliado al partido en 1909. Según la citada investigadora, llegó a ofrecer una conferencia en la Casa del Pueblo de Turón bajo el título “La mujer en el hogar y afuera del hogar”. En aquella intervención recomendó a las mujeres que ayudasen a los hombres a organizarse, “alentándolos constantemente e indicándoles la conveniencia de que se afiliaran a las agrupaciones socialistas”. También les instó a que actuasen “con decisión a la hora de unirse a los hombres en la vida pública”. Siempre se mostró partidaria del voto sin restricciones para la mujer, reclamando su presencia en las corporaciones oficiales del Estado.

Juan Vázquez, con el libro de memorias.

A Dolores Valdés le cambió la vida la ya citada tarde de finales de otoño en la que entabló una conversación política con un guardia. La charla acabó subiendo de tono. Ella misma lo cuenta en sus escritos. La narración describe a una mujer decidida y conocedora de los entresijos políticos del momento: “Le dije que eran unos traidores, que pagarían caro la felonía y que la guerra no se ganaba así. Que el mismo rey Alfonso XIII había hablado en Bruselas, diciendo que se había marchado de España por no ver el suelo español ensangrentado, y que, en cambio, había surgido un ambicioso que lo estaba ensangrentando. Que haría de Azaña una figura internacional, que no solo presidiría la República española, sino que presidiría las democracias de Europa. Así estuvimos un rato. Él se ponía tonto, pero yo me despaché a mi gusto”.

Sin duda se quedó aliviada, pero el desahogo la llevaría directa a la cárcel del Convento, en Mieres. Conocería otras cinco en los siguientes años. Donde peor lo pasó posiblemente fue en el penitencial de Saturrarán, situada en la bahía de Ondárroa. Un lugar idílico que para Dolores se convirtió en un averno de suplicio. El dolor y el sufrimiento que ella y otras mujeres padecieron se puede ahora reproducir a través de sus propios escritos: “Estábamos sujetas a una disciplina férrea, tan férrea que la superiora, María Aránzazu, conocida entre nosotras como la ‘Pantera blanca’, solo satisfacía sus entrañas con castigos glaciares. La más ligera ondulación en la disciplina acarreaba un castigo que podía llamarse ejemplar”.

Chantajes y largos castigos de aislamiento en celdas que llegaban a inundarse cuando subía la marea quedan recogidos en la tesis doctoral de Badiala Ariztimuño. Falta de higiene y enfermedades acompañaron el encierro forzoso. A Dolores le quedaba el consuelo de sus escritos, pero eso se acabaría. “En octubre de 1938, tras la denuncia de una compañera, le fueron requisados cinco cuadernos y catorce hojas sueltas, en las que tenía escritas sus memorias”, apunta su bisnieto. Permaneció en una celda de castigo durante casi dos meses. Las condiciones en la cárcel vasca son descritas con fortaleza: “Dejaron los grifos abiertos y estaban encima de mí. Con aquel refinamiento no contaba, claro que comprendía que estarían furiosos leyendo los cuadernos. Sentía andar por los pasillos a Juan R., y por la rendija le vi las correas con las que él solía obsequiar. A mí no me perdonaba que le llamara rufián, porque lo era”.

Tras pasar por cárceles de Barcelona y Palma de Mallorca, Dolores Valdés fue liberada el 14 de octubre de 1943. Regresó a Mieres con el firme propósito de dejar constancia de sus terribles vivencias. Reescribió sus memorias, no sin sacrificios. “Hoy vuelvo a reproducirlo con el deseo de que me dejen terminar la breve historia interrumpida, aunque ahora, acaso, me falten medios económicos para terminarla, pero sacrificaré los alimentos como siempre, para salir con ello”. Al final, se hizo con unos cuadernos y plasmó sus años de cárcel en ellos. Ahora, la narración ha quedado recogida en el libro “Memorias de mi paso por las cárceles de España (1937-1943)”. En la página web www.doloresvaldes.com su bisnieto recoge parte de la historia. El libro puede comprarse en Amazon.

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