La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Los últimos del vale de carbón

Unas 3.000 personas siguen cobrando la “papeleta” de Hunosa en especie para calentar sus casas y 8.000 la han canjeado por dinero

Morán carga una pala de carbón en su carbonera de Campo. A. Velasco

En pleno siglo XXI –era de la tecnología, las energías limpias, internet y el mundo digital– cuesta creer que todavía muchas familias sigan tirando del carbón para cocinar o para calentar sus hogares. En Asturias, son cerca de 3.000 los beneficiarios que aún recogen el vale de carbón en especie. Lo utilizan para “tizar” unas calderas que evocan un tiempo pasado, en el que el mineral no solo era fuente de calor, sino también de riqueza y actividad económica en las Cuencas y en toda la región. Esas familias son los últimos del vale del carbón.

Pero, ¿qué es el vale del carbón?. Este modelo de pago se estableció hace casi un siglo: en 1932. Fue entonces cuando el SOMA logró tras numerosas peticiones que los mineros en activo, jubilados y viudas pudieran percibir una cantidad en carbón: en concreto seis sacos, o lo que es lo mismo, 300 kilos de mineral. Hace ya años también se ofreció la posibilidad de cobrar el vale del carbón en metálico de forma mensual, por el que los beneficiarios reciben algo más de 30 euros. E incluso hubo gente que llegó a vender el vale a Hunosa, es decir, renunciar al derecho por una compensación económica.

Son todavía casi 3.000 las familias que siguen yendo a recoger el mineral cada mes para poder utilizarlo en sus casas. Otras 8.000 lo cobran en dinero. El perfil siempre suele ser el mismo: personas de avanzada edad y residentes en pueblos en la zona rural del Principado. En esas casas todavía huele a carbón, a combustión y por las chimeneas sale el humo negro tan característico de las cocinas y las calderas que funcionan con este mineral.

La empresa estatal Hunosa es la encargada de dispensar el vale del carbón a los beneficiarios. Según explican fuentes de la compañía pública, en números redondos, todavía son 11.000 familias beneficiarias del vale –mineros jubilados o viudas–, pero solamente el 25 por ciento lo cobra en especie. Haciendo un cálculo rápido, esto supone que al año, Hunosa entrega a sus extrabajadores 10.800 toneladas de carbón o lo que es lo mismo, 3,6 toneladas por vale.

Hace unos años, en 2013, y con María Teresa Mallada, hoy presidenta del Partido Popular de Asturias, como máxima mandataria de la hullera pública, se produjeron retrasos en la entrega del vale a sus usuarios. Se creó una asociación con más de 600 afiliados, que exigían a la empresa que les facilitara el mineral de forma urgente. Vino un invierno duro y no había mineral para “tizar” la cocina. Tras muchas polémicas, el problema llegó a solucionarse, y en el momento actual, la empresa suministra al día los sacos de carbón.

“Los que nos quedamos el mineral somos gente que vivimos en los pueblos”

Dejando a un lado el pantano de Los Alfilorios y en dirección al torreón de Peñerudes, se llega a la aldea de Campo, un pequeño núcleo de Morcín. A la puerta de una casa está José Morán. Fue uno de los impulsores de la Plataforma de Usuarios del Vale del Carbón, afectados por los retrasos en el cobro del vale. En su casa, el mineral aún da calor. “Fue una etapa dura, había un retraso enorme y vino un invierno complicado, tuvimos que comprar carbón fuera porque no nos lo servían”, recuerda José Morán, con una carpeta llena de artículos de prensa bajo el brazo, la mayoría de LA NUEVA ESPAÑA, en la que guarda los recortes del pulso que le echaron a Hunosa y que ganaron.

Este morciniego, que nació a pocos metros de la casa donde vive, rememora aquel 2013 para ejemplificar la importancia que tiene todavía el carbón para muchas familias: “Nosotros teníamos siete papeletas de carbón por despachar, y pese a ello tuvimos que comprar para poder pasar el invierno, cuando teníamos que haber utilizado el lo que tenemos por derecho”.

Morán conoce bien el perfil del beneficiario que cobra el vale en especie. “Somos gente que vivimos en la zona rural, porque los de la ciudad ya no tienen cocines de carbón, y mucho menos calderes”, señala. De hecho, sabe que muchos beneficiarios vendieron el derecho a cobrar el vale en su día por una cantidad de dinero: “Con eses perres la gente compró una cocheruca o coses así”. Pero pese a la venta del derecho, todavía 11.000 personas lo mantienen. De ellas, unas 8.000 lo cobran mensualmente en metálico, algo más de 30 euros.

“Económicamente nos viene muy bien, porque en el mercado libre, los 300 kilos te cuestan unos 60 o 70 euros y es algo que ahorramos todos los meses de cara al invierno”, explica José Morán. Su esposa, Isabel Fernández, escucha la conversación desde la puerta e interviene: “Nosotros en verano no gastamos nada de carbón, pero despachamos el vale para poder resistir el invierno también con eso”. Ese “eso” que señala con el dedo es una pila de madera, que queman junto al mineral en la caldera.

Hay varios puntos donde despachar el vale. Morán lo hace en Morcín, en La Foz. “A partir del 5 de cada mes pido el vale del carbón en la entidad bancaria, pago el IVA de eso, y con esa papeleta voy cuando tengan la fecha de reparto. Voy con el tractor y lo cargamos en La Foz”, explica. Luego vuelve a Campo y guardan los sacos en la carbonera, que hoy luce lozana y repleta de mineral. El invierno se plantea crudo. Pero, “mientras haya carbón, habrá calorín”.

Compartir el artículo

stats