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Adiós a la librería más antigua de Asturias: "Aquí hicimos nuestra segunda familia"

Eligio del Castillo y su hija Mari Flor buscan nuevo dueño para la tienda de libros más longeva de la región, en Lena, con un siglo de historia

La librería más antigua de Asturias, en Pola de Lena, busca nuevos propietarios

La librería más antigua de Asturias, en Pola de Lena, busca nuevos propietarios C. M. BASTEIRO / E. V.

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La librería más antigua de Asturias, en Pola de Lena, busca nuevos propietarios C. M. Basteiro

Todo el trajín de la plaza Alfonso X El Sabio de Pola de Lena tiene parada en esa pequeña librería. “Ligio, el periódico”, dice una mujer que entra apurada. Otra voz pide turno: “¿Llegó ya el libro que me encargaste?”.

Y detrás del mostrador, sonríe con mascarilla Eligio del Castillo “Ligio”. Él y su hija, Mari Flor, atienden la Librería Miguel. Es la más antigua de Asturias –según calculan sus propietarios– y está a punto de soplar las cien velas (suma 98 años de funcionamiento). Pero después del día de Reyes, si no consiguen traspasarla, tendrán que bajar para siempre la persiana. “Mi mujer está enferma y tenemos que atenderla”, explica Del Castillo, ahora ya sin la sonrisa.

Eligio del Castillo es un hombre con suerte. Ha tenido tres grandes amores: su familia, el periodismo y esa librería. “No sé cómo hubiera sido mi vida si no hubiera estado detrás de este mostrador”, reconoce. La historia de la Librería Miguel se remonta un siglo atrás. Fue entonces cuando un minero al que le gustaba la lectura, Miguel González, decidió vender periódicos en el barrio de La Caleya. “La primera edición de LA NUEVA ESPAÑA, la vendió él por Lena”, señala, orgulloso, Del Castillo.

Miguel González, fundador de la Librería Miguel.

La venta de prensa iba bien, así que decidió ampliar el negocio. Puso en marcha una librería modesta, en la que vendía algunas novelas “western”, unos “pizarrines” y poco más. Lo que había entonces. Miguel González también trabajaba como corresponsal de prensa. Su hijo, Constantino G. Rebustiello, heredó su gusto por el periodismo. También sus ganas de comerse el mundo y de contar todas las historias. Trabajó en distintos medios de comunicación, fue corresponsal para LA NUEVA ESPAÑA.

"Queríamos seguir, pero mi mujer está enferma y tenemos que atenderla”

Eligio del Castillo - Librería Miguel

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Él, a la pluma. Eligio del Castillo, cámara en ristre. Juntos, recorrieron a la enésima potencia el concejo de Lena. “Eran los años de Franco y no era fácil que la gente quisiera hablar”, reconoce Del Castillo. A pesar de ello, consiguieron reportajes memorables. De los que llegan al alma. La historia de una mujer discapacitada que no podía salir de su casa, el repicar de unas campanas que llamaban al agua, un anciano pastor que era el más veterano de España... “Entonces había que patear mucho”, relata Del Castillo.

Eligio del Castillo hojea ejemplares antiguos de LA NUEVA ESPAÑA

Fueron días de risa y de amor. Porque Eligio del Castillo conoció entonces a Mari Flor, hija de Miguel y hermana de Constantino Rebustiello. Se casaron. “Cuando mi suegro decidió dejar la librería, nosotros nos pusimos con ella. El local es de mi mujer”, explica. Tuvieron una hija, que llamaron como la madre. También está detrás del mostrador, ayuda a Ligio en las horas centrales del día: “Me crié aquí, entre los libros y las letras. Me da mucha pena que tengamos que dejarlo ahora, pero mi madre no puede estar sola”, afirma ella.

La librería les ha dado una segunda familia: “Lo mejor de estar aquí son los vínculos que creas, la gente que te viene a ver y la tertulia que teníamos”, afirma Mari Flor del Castillo. Una costumbre que ahora han tenido que aparcar, por la crisis sanitaria. Como si la estuviera escuchando, entra en la tienda Jesús Fernández. Amigo e informático, que se encargó de la digitalización de la tienda: “Aunque al final, nunca la usamos”, reconoce Ligio. Siguen abriendo y cerrando el cajón para el cambio, inventariando con una libreta.

Llega la hora de cerrar para comer y Del Castillo mira el escaparate. Una exposición que cuenta historias: el coche de juguete que tantos niños rogaron al pasar, el libro que alguien encargó y luego no fue a buscar, los estuches de colores que vuelan en Navidad. “Ojalá alguien coja el traspaso y esto no quede aquí”, dice Del Castillo. La voz tiembla, los ojos nublados.

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