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De lo nuestro | Historias Heterodoxas

“La Occidua”: una funeraria socialista

El auge y la caída de una empresa muy particular, que intentó ayudar a los revolucionarios de Octubre del 34 escondiendo armas en los ataúdes

“La Occidua”: una funeraria socialista

No es la primera vez que esta empresa aparece en las historias que les traigo cada semana, aunque ya verán cómo está justificado. Una cosa lleva a la otra y cuando escribí la primera página acerca de la funeraria “La Occidua” no podía suponer que iba a haber una segunda y mucho menos una tercera, pero aquel negocio que conocimos por una anécdota sin más trascendencia que la que tienen los hechos pintorescos, ha acabado convirtiéndose en una de las piezas que nos ayudan a entender tanto la preparación de la revolución de Asturias como lo que ocurrió después de esta.

Empecé contándoles los detalles del convite que el 6 de julio de 1931 don Narciso Piñera, propietario de una de las dos funerarias que en aquel momento trabajaban en Mieres, dio en el restaurante Casa Antonio a un grupo de amigos y clientes para comunicar la adquisición de la primera carroza fúnebre motorizada con que iba a contar la villa y que todos ellos ya podrían usar cuando les llegase el momento para ser trasladados en su último viaje.

Unos meses después volví a toparme con la funeraria que el señor Piñera había bautizado como “La Occidua”, esta vez en un capítulo del libro “José Antonio, fascista”, escrito por el ultraderechista José Luis Jerez Riesco con la intención de demostrar las bondades del fundador de Falange, entre las que debe figurar la de haber sido fascista que, al contrario de lo que estimamos la inmensa mayoría de los ciudadanos, según este autor es una ideología muy adecuada para regir nuestros pobres destinos.

En fin, en este libro se incluyeron varias biografías de gente próxima a José Antonio, entre ellas la de Ángel Alcázar de Velasco, quien se trasladó hasta Mieres en los días previos a la revolución de octubre, disfrazando su identidad como recitador de poesías en el Ateneo, hasta que pudo ganarse la confianza de los mineros y entonces descubrió que los ataúdes que se guardaban en el almacén de “La Occidua” estaban llenos de armas y municiones pertenecientes al gran alijo que se había desembarcado en San Esteban de Pravia. Una información que no tardó en comunicar a Madrid añadiendo que se repartían a los pueblos mineros escondidos de esta manera en la famosa carroza fúnebre de los Piñera.

Desconozco desde cuando funcionaba en Mieres su funeraria, aunque después de repasar las actas de los plenos municipales de aquellos años he encontrado alguna referencia curiosa, como una instancia fechada el 14 de febrero de 1929 en la que Narciso Piñera y Julio Álvarez, solicitaban autorización para la colocación de cruces en el cementerio de esta localidad, lo que indica que al menos en ese año ya se dedicaba a los negocios relacionados con el Más Allá.

También he visto, ya en la etapa republicana, otras solicitudes para que se abonasen diversos servicios funerarios hechos a pobres de solemnidad, de donde deduzco sus buenas relaciones con el Ayuntamiento y así mismo en “El Socialista” abundan las referencias a su intervención en los entierros civiles, de los que debían de encargarse habitualmente.

Por ejemplo el 23 de julio de 1933 “La Occidua” colocó su corona de flores junto a las de la Juventud Socialista y la Sociedad de Modistas “La Aguja” sobre el féretro de Amparo Peláez, hija del conserje del Centro Obrero y asegurada de su empresa; y un mes más tarde se encargó el mismo día de enterrar en el cementerio de Mieres a dos hermanos de uno y tres años respectivamente, hijos de un matrimonio de militantes de La Peña, y también del joven Adelino Fernández, fallecido en Vegadotos, ceremonia de la que se escribió: “La Occidua se encargó de todo y en el cementerio de Santa Rosa el servicio prestado por la agencia fúnebre “Piñera” mereció el parabién del público”.

De cualquier forma, hoy no quiero hablarles de Narciso Piñera, sino de sus hijos y herederos Manuel y José Piñera Fernández, este último detenido en 1934 por transportar aquellas armas escondidas en los ataúdes para los revolucionarios.

Ambos llevaron la empresa con tal éxito que la transformaron en una Sociedad Anónima de Seguros de Enterramientos donde los clientes iban pagando diez céntimos quincenales para poder contar con un elegante ataúd acolchado cuando les llegase el momento del tránsito, tal y como muchas familias siguen haciendo en la actualidad. Su despacho central y almacén estaba establecido en Mieres, en la calle Joaquín Costa (actual Escuela de Capataces), y tuvo delegaciones en Sama, en la calle Aurelio Delbrouck; en Moreda, en la Avenida de la República, frente al cuartel de la Guardia civil, y en Oviedo en la calle González del Valle, 9, 1º derecha.

En las memorias de Santiago Blanco “El Avilesu”, que seguramente recordarán porque otras veces ya he recomendado su lectura y sobre todo por su título provocador “El inmenso placer de matar un gendarme”, este confesó que se convirtió en periodista gracias a “La Occidua”, cuando tenía 22 años y ya estaba metido de lleno en la actividad revolucionaria.

Por él sabemos que la familia Piñera “honorable y de general estimación por su cumplimiento con los muertos, era republicana” y que fue uno de los hijos, “Manolín”, que según él se convertiría después en un famoso escultor, quien financió el semanario “República” a cambio de que en sus páginas se incluyese un gran anuncio de “La Occidua” para competir así con otra empresa similar de nombre más poético “El Ocaso”, que como saben sigue trabajando con éxito.

“República” salió el 1 de junio de 1935 con los demás periódicos de izquierdas clausurados, los presos de octubre aún en la cárcel y bajo una fuerte censura, lo que obligo al “Avilesu”, demasiado marcado por su actividad política a disimular que él era su verdadero director, poniendo al frente a su amigo Demóstenes de La Fuente. Se editaba en la imprenta de Gerardo Fernández, en Oviedo, y la tirada fue aumentando con cada número.

Tres meses después sus ventas eran muy abundantes y la publicidad había hecho aumentar el número de socios de “La Occidua” de una manera escandalosa frente a “El Ocaso”; aunque no duró mucho porque el gobernador acabó clausurándolo y no pudo llegar hasta el proceso electoral de febrero.

En cuanto a José, según su ficha personal cumplimentada el 19 de noviembre de 1939, había nacido en 1912 y era hijo de Narciso y de Laureana. En el documento elaborado para que la justicia de los vencedores obrase en consecuencia se hizo constar que había sido gran propagandista para el Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936 y que había recaudado fondos para sustituir las pérdidas del vapor “Komsomol” hundido en aguas internacionales entre Orán y Cartagena el 14 de diciembre de 1936 por el crucero franquista “Canarias” después de apresar a su tripulación despreciando las leyes internacionales.

En el documento acusador consta que José Piñera estaba afiliado a las Juventudes Socialistas Unificadas y desde el inicio del “Glorioso Movimiento Nacional” había prestado servicio en Sanidad, con la categoría de teniente habiendo ordenado la detención de los hermanos Fernández Carrera, propietarios de otra funeraria de la competencia, después de incautar su carroza fúnebre y demás materiales necesarios para su trabajo.

Y es que, volviendo a las actas municipales, podemos ver como en la sesión ordinaria celebrada por la Comisión Municipal Permanente del Consejo Municipal el día 13 de agosto de 1937, la Funeraria Piñera –nombre que aparece indistintamente junto al de “La Occidua”– presentó sus facturas correspondientes a los meses de mayo y junio, lo que nos indica que José Piñera compaginó su cargo militar con el monopolio de los enterramientos en Mieres mientras duró la guerra e incluso después, ya que en la ficha de 1939 también se anotó que en ese momento mantenía su profesión de industrial.

Sin embargo, con el cambio de régimen su negocio pagó las consecuencias de haber servido a la República y al laicismo: el 3 de diciembre de 1940 el Boletín Oficial del Estado publicó el aviso oficial de la Dirección General de Seguros haciendo saber al público en general y a los asegurados en particular, que la Sociedad de Seguros de Enterramientos “La Occidua, S. A.”, domiciliada en Mieres, iba a ser eliminada del índice de las que estaban en liquidación, dando un plazo de dos meses para que quien se opusiese a su extinción pudiese hacer la alegación pertinente.

Finalmente, en julio de 1941 se declaró extinguida a la compañía. Desconocemos si José Piñera Fernández estaba entonces en la cárcel, en el exilio, o en el cementerio, pero es seguro que no pudo hacer nada por evitarlo.

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