Buenos Aires, 17 de julio de 1957. A pesar del calor, cerró la ventana para amortiguar el trajín del tráfico. Revisó las últimas letras que había escrito con su Olivetti gastada: “Espero que se ayuden los unos a los otros, más que por lo social, por sentimientos como así lo hago yo, nada más. Su amigo y compañero de fatigas. Manuel Canga”.

Manuel Canga es un mierense que no aparece en los libros de historia. Aunque debería. Años antes de esa carta, en la que aún se le percibe preso de temor, su vida era un calvario inimaginable. Prisionero en el campo de concentración de Mauthausen-Gusen, fue víctima de los experimentos del médico nazi Aribert Heim, conocido también como “Doctor Muerte” o “El carnicero de Mauthausen” que, entre otras prácticas macabras, inyectaba benceno a sus víctimas.

Fue de los pocos que sobrevivió a aquel infierno. Durante los Juicios de Auschwitz (entre 1963 y 1965), el comisario Aedtner –apodado el “cazanazis”– intentó encontrarlo para que declarara contra Heim. Puedes conocer su historia completa aquí.

Carné de Gusen de Manuel Canga