El confinamiento por la crisis sanitaria del covid-19 ha dejado su huella en el sector primario. Un rastro difícil de borrar: “En lo que se refiere a los ataques de lobos, tenemos el peor balance en años”, afirman los portavoces de la Asociación de Afectados por el Llobu (Agall) en la comarca del Caudal. Con el balance de daños sin cerrar, avisan ya de que las muertes en ganaderías por ataques de cánidos salvajes “se han disparado”.

Especialmente en primavera, cuando se decretó el confinamiento domiciliario para luchar contra la pandemia del coronavirus. “Los lobos escapan de los humanos, son animales muy esquivos. Al verse libres, con el monte y los pueblos para ellos, llegaron a hacer auténticas carnicerías”. En Mieres, un ganadero perdió 25 ovejas en un único ataque.

Ocurrió en el monte Llosorio, uno de los más golpeados por los ataques de lobos en la comarca del Caudal. “Se han producido avistamientos y sabemos que hay, al menos, una familia y otro lobo que actúa en solitario”, confirmaron ayer desde Agall. “Las verdaderas carnicerías se producen cuando entra la familia entera en una finca”, explicaron. “Cuando es el lobo que va solo también se producen daños, pero menos cuantiosos. Un ternero o dos ovejas”, matizaron.

Avisan ya de que el balance de pérdidas superará las 200 reses: “Es una barbaridad, un golpe muy duro para el sector. Muchos ya se plantean abandonar, porque la presión que produce el lobo sobre nosotros es mucha y estamos solos contra él”.

Solos, aclaran desde Agall, porque “el Gobierno regional sigue sin actuar”. “Ni se controla la población ni se pagan los daños a tiempo”, denunciaron. Hay productores, según su versión, “que aún no han recibido las indemnizaciones por ataques sufridos en sus ganaderías en enero de 2020. Más de un año para cobrar, es inaguantable”, destacaron.

Y cuando los pagos llegan, señalaron desde Agall, “no son justos”. “Las indemnizaciones que fija el Principado no compensan, ni de lejos, las pérdidas. No se paga ni siquiera el precio que tendría una res en el mercado”, añadieron. Y otra antigua reivindicación, que siempre se repite: el pago de daños indirectos. Los productores exigen que las indemnizaciones recojan las pérdidas indirectas que provocan los ataques de cánidos salvajes: la leche que deben comprar cuando un ternero queda sin madre o los gastos veterinarios para cuidar a los animales que sobreviven. “Todo sale de nuestro bolsillo”, concluyen.