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Los últimos huertos del Mieres fértil

La ciudad, que creció sobre a una rica vega de extensos maizales, aún disfruta de pequeñas plantaciones urbanas en peligro de extinción

Juan Alberto Rodríguez, trabajando en su huerta. | D. M.

A la izquierda, huertos en el barrio de La Villa. A la derecha, un sembrado en pleno cogollo de Requejo. | D. M.

Zona de huertos junto a la autovía. | D. M.

Los últimos huertos del Mieres fértil

Mieres comenzó a crecer a finales del siglo XIX a impulsos propulsados por el proceso de industrialización. Lo hizo sobre una fértil vega de labranza. El germen de la urbanización floreció inicialmente en forma de caseríos que fueron vertebrando un núcleo poblacional quebradizo entre Bazuelo y Oñón. El Ayuntamiento se construyó en 1862 en medio de los dos citados barrios con el fin de integrar la ciudad ejerciendo de elemento de cohesión. Durante las primeras décadas del siglo XX los sembrados aún llegaban a lo que ahora es la calle La Vega. Enormes extensiones de maizales se adueñaban cada primavera del paisaje en lo que es ahora el corazón del centro urbano de Mieres. Poco a poco, las edificaciones fueron expulsando al vergel. Los cultivos fueron quedando arrinconados en las orillas del río y en el entorno de la Mayacina, hasta casi desaparecer. Con todo, los últimos rescoldos de la labranza aún sobreviven hoy en barrios como Requejo o La Villa. Entre San Pedro y la ruidosa autovía todavía se cosechan una decena de fincas. Lo hacen vecinos que, en la mayoría de los casos, no son ni dueños del terreno. Se trata de los últimos huertos del viejo Mieres fértil.

Juan Alberto “Jar” Rodríguez “heredó” hace siete años una huerta que se encuentra justo pegada al campo de fútbol Eliseo Rodríguez, a pocos metros de la autovía de Oviedo-Campomanes. “No se sabe de quién es el terreno”, apunta. “La trabajaba un amigo mío que, al hacerse mayor, me propuso traspasármela. Desde entonces la he arreglado bastante y ampliado”. Lo cierto es que un terreno que parecía abocado a generar maleza se ha convertido en un espacio acogedor y productivo. Este mierense de 74 año ha construido tres invernaderos y cultiva todo tipo de hortalizas. Tienen limoneros, ciruelos, cerezales, naranjos y hasta un peral, este último, aún sin plantar. “En otoño recogimos 28 kilos de fabas de la granja”, explica orgulloso. La mayor parte de lo que produce lo regala a vecinos y hosteleros del entorno. Reconoce que tiene muchos amigos,

"Es como tener los mejor de la ciudad y el campo en uno"

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La cuidada huerta de Juan Alberto Rodríguez está junto a otras varias zonas de cultivo urbanas, aunque la suya es la de mayor dimensión y la mejor equipada, Por tener tiene hasta una cámara de vigilancia. “Es que ya he tenido que echar a palazos a algún intruso”. Con sus manos ha dado forma a un rico vivero. “Casi todo el material ha salido de la chatarrería. Esta huerta me ha dado la vida, ya que no podía seguir bebiendo cubalibres toda la vida. Hay días que me los paso aquí desde primera hora de la mañana hasta la noche”. Este antiguo minero y palista vive en un piso a unos pocos cientos de metros de la huerta, en el barrio de San Pedro. “La verdad es que es como disfrutar del campo y la ciudad en uno”.

Julio León Costales recoge en su libro “Noticias históricas sobre Mieres y su concejo” escritos de cronistas finales del siglo XIX que atestiguan lo productivo de la ribera que regaba el río Caudal con sus crecidas. «…El territorio de Mieres es de lo más fértil de Asturias, además de que la vega que allí forma el río es muy extensa y fertilísima. Domina en ella el terreno arcilloso, resultado de la descomposición de los exquisitos aluminosos, que, combinados con los despojos del carbón, y contando con aguas cargadas de sustancias animales que bajan de la carretera que desciende del puerto, y particularmente con los estiércoles que allí se desperdician, dan a los campos por ellas regados una frondosidad asombrosa”.

Hace apenas un cuarto de siglo, aún había sembrados en la Mayacina y junto al río. En los sesenta, la dirección del pozo Barredo alquilaba huertas a sus trabajadores donde ahora está el campus. En Mieres hoy en día aún sobreviven pequeñas plantaciones en los barrios periféricos. En medio del deteriorado Requejo asoma un cuidado patio con hortalizas. En La Villa varias viviendas unifamiliares cuentan con pequeñas fincas anexas en la que también hay cultivos. Y luego está el ya citado conglomerado de huertos próximo a San Pedro. Son el último legado de la escanda y el maíz en la ciudad. Son las últimas huertas de Mieres.

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