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La familia de un niño de 6 años denuncia que sufre acoso en su colegio de El Entrego

La abuela y tutora legal denuncia al centro, “no hacen nada por cambiar la situación” | Educación afirma que el caso está siendo analizado

Denuncian un caso de "bullying" a un niño de 6 años en El Entrego

Denuncian un caso de "bullying" a un niño de 6 años en El Entrego C. M. Basteiro

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Denuncian un caso de "bullying" a un niño de 6 años en El Entrego C. M. Basteiro

Esos hombros de seis años aguantan el peso de un universo. “Payaso”, asegura que le dicen otros niños. Está solo en los recreos: “No somos amigos”, le espetan. A veces, llega a casa con la cara machacada de pellizcos y de golpes. Las marcas le duran días, el dolor no pasa nunca. Tiene los ojos marrones más bonitos del mundo y, aunque le queda brillo, se están volviendo también los más tristes.

Este niño es un alumno del colegio El Coto de El Entrego. Su abuela y tutora legal, Carmen Cabo, hace público su caso tras lo que califica como dos años “de un acoso flagrante contra el que nadie hace nada”. Ha presentado una denuncia contra el centro escolar en el Juzgado de Laviana, tiene una carpeta con las actas de reuniones de la Consejería de Educación. Nada cambia. “En el colegio dicen que se ha aplicado el protocolo en dos ocasiones, y que no hay nada… si esto no es acoso, el mundo se ha deshumanizado por completo”, afirma ella. Este diario contactó ayer con el centro escolar para conocer su versión: explicaron que los hechos están en manos de inspección educativa. La Consejería lo corrobora, el servicio de inspección se encuentra analizando el caso. Sobre los presuntos casos de acoso existen “protocolos que se están siguiendo”, subraya el Principado. Mientras, el pequeño, que tiene necesidades especiales de aprendizaje –está diagnosticado de hiperactividad–, ni por las noches descansa: “Tiene pesadillas, dice ‘tengo la culpa, tengo la culpa’”.

El reloj marca las once pasadas. Es la hora del paseo de Carmen: “Todas las mañanas, a la hora del recreo, me acerco hasta el colegio para verlo desde la calle”. “Quiero saber por qué mi nieto no quiere venir a la escuela desde hace dos años, por qué tiene miedo”, explica. Y lo ve claro: “El niño está solo en una esquina, solo se acercan a él para insultarlo. Él intenta correr detrás de ellos y agarrarlos, porque quiere jugar”. Afirma que desde el centro, dirección y docentes, “no hacen nada por cambiar esta situación. Es más, le culpan y aplican castigos a mi nieto que considero desproporcionados”.

Como lo que pasó hace un año. Según Carmen Cabo, el pequeño rompió algo “cuando estaba jugando” en el aula. Ese día, su clase iba a ir al teatro. “Dejaron al niño solo, castigado. Me pareció excesivo y, cuando me enteré, fui a buscarlo a la clase para llevarlo yo con sus compañeros”, dice la abuela, con unas manos que tiemblan de rabia. Es solo “un ejemplo”, añade, de lo que considera “un trato vejatorio para un niño que tiene seis años, y al que se le está tratando como si fuera un paisano que puede asimilarlo todo”.

Harta, cansada. Carmen Cabo, que tiene 72 años de vida batallada, acudió al Juzgado de Laviana para denunciar al centro: “Los niños son niños, contra ellos no tengo nada”.

También está en contacto con la Asociación contra el Acoso Escolar (ACAE). Su presidenta, Encarna García, afirma que “es uno de los casos más descarnados que nos hemos encontrado. Lo que se hace con este niño en el colegio El Coto, no tiene nombre”. “Bueno, lo tiene. Y es acoso con mayúsculas”, añade. La entidad insta a la Consejería de Educación del Principado de Asturias a tomar medidas urgentes: “Debe cesar de inmediato a la dirección”.

Carmen Cabo dice que es mayor, que está cansada. Pero no lo parece. Camina ligera en dirección al colegio, con una vitalidad de guerrera que lucha una batalla grande. “Nos han instado a que se vaya de este colegio, que se traslade a otro centro, pero quiero que me lo den por escrito porque me parece increíble. No creo que sea la solución, siempre vino aquí”, afirma, señalando con la cabeza al edificio de El Coto. Suena el timbre del recreo, ella se separa de la valla y guiña un poco los ojos. Ve a su nieto.

Está solo, en una esquina, jugando. Vuela una figura de un superhéroe, sin saber que él es más valiente. Y el alma de Carmen, como cada día a esa hora, se apaga más de pena.

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