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La “jaula de nieve” de San Isidro

El allerano Ricardo Luis Arias participó hace medio siglo en el rescate de 70 asturianos atrapados por el temporal en sus refugios de montaña

Ricardo Luis Arias, en Moreda. | Camporro

Hoy podría parecer impensable que sucediese algo así, pero hace medio siglo no era difícil que la gente de los pueblos de alta montaña se viera encerrada durante días. Incluso aquellas personas que habitaban en núcleos con mejores accesos como una carretera nacional. Estos días se cumplen cincuenta años del rescate de 70 personas que quedaron atrapadas cinco días por la nieve en refugios de montaña en el puerto de San Isidro, y en el que participó Ricardo Luis Arias, memoria viva, a sus casi 102 años, de lo allí sucedido durante el puente de San José. No hubo que lamentar víctimas, pero la operación para sacar de aquella zona a los atrapados con los medios con los que se contaba entonces fue compleja.

El montañero allerano rememora cómo fueron sucediendo los hechos. “Era el puente de San José y el día 18 la familia había decidido subir a San Isidro a pasar la jornada”, recuerda. Sin embargo, hubo un cambio drástico en el tiempo, que hizo sospechar a Arias. “Teníamos idea de quedarnos a dormir en la zona, pero me di cuenta de que el cambio del tiempo fue bestial, se puso muy frío y comenzó a trapear nieve. Yo tenía la experiencia de la gran nevada de marzo de 1945 y convencí a mi familia para bajar desde La Raya de nuevo a nuestra casa en Caborana”, explica.

No le faltaba razón a Arias, porque aquellos primeros copos se convirtieron en apenas horas en una nevada de las que hacen época. Y allí, en pleno puerto de San Isidro, sorprendió a 70 personas que se quedaron atrapadas en sus refugios durante días. Los accesos al puerto estaban cerrados tanto por la vertiente asturiana como por la leonesa, aunque en la provincia vecina las máquinas quitanieves si podían ir actuando poco a poco. Aquella nevada fue portada de los diarios. LA NUEVA ESPAÑA hacía referencia en su primera página del 22 de marzo del cierre de Asturias por carretera debido al gran temporal, que además también afectó al puerto de Pajares, aunque en menor medida.

Sin noticias

Pasados unos días, y ante la falta de noticias, Ricardo Luis Arias decidió emprender con su hijo Fernando la subida a San Isidro con sus esquís para ver si podían llegar a las personas encerradas. “Pensamos que teníamos que hacer algo, y decidimos ir el coche a Felechosa y emprender desde allí el camino”, rememora. Sin embargo, cuando llevaban unos metros de ascenso se encontraron con tres personas que bajaban desde La Raya también esquiando. “Eran montañeros que habían quedado arriba y que habían logrado bajar para pedir ayuda”, apunta este centenario allerano, cuya memoria es un baúl de recuerdos e historia.

Arias apunta que aquellos montañeros les hablaron de un niño con una pierna rota, “hijo de un famoso marmolero de Mieres”. Y aunque había víveres, porque en el refugio de Ensidesa tenían un pequeño búnker con alimentos, la situación se estaba empezando a complicar en el encierro. “Entonces decidimos que había que hacer algo, y que lo había que hacer inmediatamente”, apunta Arias, que ofreció su casa de Caborana como base de operaciones.

Esa misma jornada, un viernes, comenzó a diseñarse el operativo de rescate. “Sabíamos que tenía que ser por León, y que las quitanieves habían llegado hasta las antiguas minas de talco, lo que reducía bastante el camino hasta los refugios donde estaban los 70 encerrados”, indica Ricardo Luis Arias. Así, diseñaron la estrategia: todos los participantes irían en un coche, dejando el resto de asientos libres para los rescatados. Tras varias llamadas lograron reunir a más de una veintena de montañeros que iban a participar en el rescate: de Mieres, de Oviedo, de Aller, de Langreo.... “Quedamos a las siete de la mañana en Puente de Los Fierros, en Lena, y a partir de ahí emprendimos caravana todos juntos para llegar hasta León”, recuerda. Los viajes, entonces, eran maratonianos. Los vehículos, las condiciones de las carreteras y la nevada hicieron que llegar a la localidad leonesa de Boñar supusiese casi un día cuando hoy no lleva más de hora y media.

“Llegamos de noche y decidimos descansar, para iniciar el rescate a las seis de la mañana del día siguiente”, explica Arias. Y así fue. Llegaron hasta las minas en coche y desde allí, caminando y el fila india fueron abriendo camino. Llegaron primero a Isoba, donde hicieron una primera parada para “avituallarnos”, y después por fin a La Raya. “Habían sido cinco días los que la gente pasó encerrada, y aunque no hubo una situación dramática, sí vimos escenas bastante tensas”, recuerda el allerano.

Arias, con el perro que le regaló la familia del niño mierense.

Allí estaba un niño mierense, Fernando Enrique, con la pierna rota. Otra joven langreana también se había fracturado una clavícula. “Y había alguna señora mayor bastante nerviosa porque tenían que tomar medicamentos de los que casi no disponían”, manifiesta Arias con una memoria fotográfica, que se corroborar en las crónicas de aquellos días publicadas en LA NUEVA ESPAÑA.

Traslado

La mayor dificultad fue la del rescate del niño: “Hubo que inmovilizarle la pierna con un tablero y luego bajarlo en un trineo que teníamos que ir tirando entre varios. E ir turnándonos porque atravesar así la nieve era muy cansado”, recuerda Ricardo Luis Arias, que aún hoy, medio siglo después todavía recuerda ciertos detalles anecdóticos de aquel rescate.

“Hubo alguna curiosidad en todo aquello y también algún detalle que no me gustó”, rememora Arias, que empieza por esto último. Según cuenta, “cuando supieron que los asturianos habíamos ido a rescatar a los nuestros por León, muchos políticos de allí y mandos policiales se plantaron en Lillo para hacerse la foto, cuando no habían hecho nada”.

Cuenta como anécdota la de los helicópteros que iban a participar también en el rescate y que nunca llegaron. “Nos dijeron que iban a movilizar uno o dos helicópteros de TVE para que sacaran a la gente, pero se confundieron de puerto y aterrizaron primero en Tarna. Cuando llegaron a San Isidro ya habíamos completado la evacuación”, rememora Arias.

A sus casi 102 años, este veterano montañero, pintor y escritor, que trabajó en la Hullera Española y en la enseñanza, como profesor de instituto y de FP, tiene una cabeza que es “un ordenador en la que guardo muchos recuerdos”. Y, entre ellos, ese rescate que hace 50 años que permitió salir indemnes a setenta de una desagradable situación.

“Un padre dijo que no olvidaría lo que hicimos por su hijo, que estaba herido”


El rescate de San Isidro de 1971 sería especial en la vida de Ricardo Luis Arias, no solo por lo que supuso y por la ayuda brindada a las personas atrapadas, sino por la gratitud de alguno de los rescatados. Días después de la evacuación, Fernando, el hijo de Ricardo, le dijo a su padre que tenían que bajar a Mieres porque “Casariego el marmolista” tenía algo para ellos. Y ese algo era un pastor alemán de raza pura. “No me lo podía creer, era un cachorro imponente y sabíamos que era un animal muy caro”, afirma Arias. Aquel hombre era el padre del niño que se había roto la pierna, y quería tener un detalle con el montañero. Los rescatadores inmovilizaron la pierna del niño con una tabla de madera y lo trasladaron en un trineo hasta los vehículos que habían dejado atrás. “Me dijo que jamás olvidaría lo que hicimos por su hijo en aquellas horas”, agrega Arias. Allí, en Mieres, recibió a aquel pequeño cachorro. Con él estuvo casi tres décadas. “Era un perro muy bueno, muy fiel, solo le faltaba hablar para ser como una persona”, se emociona el allerano al recordar a su compañero de andanzas montañeras durante 30 años. Una amistad que iba a nacer de la montaña y que se fraguaría allí para siempre.

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