El 25 aniversario de la edición de las Cuencas de este diario me da la oportunidad de recordar parte de lo que ha sido mi vida, y de compartir una breve reflexión de optimismo ante el nuevo futuro que se dibuja para las comarcas mineras y para nuestra región.

Aunque nací en Mieres, me crie en San Martín del Rey Aurelio, en la cuenca del Nalón, como otras tantas miles de personas. Recuerdo perfectamente cómo era el Sotrondio de los 80: un pueblo totalmente degradado, un río negro fruto de la actividad minera, elevada delincuencia, jóvenes que vieron su vida truncada por las drogas, un panorama desolador que auguraba un futuro tan negro como el del propio carbón. Viví las virulentas protestas mineras de los 90, el cierre planificado de los pozos y la llegada de los fondos mineros. Y así, ese lugar tan hostil fue convirtiéndose en la cuenca que conocemos hoy: el río saneado, paseos fluviales, calles y aceras limpias, lugares de deporte y ocio. El cambio que han vivido las cuencas en estos 36 años de los que yo tengo consciencia es abismal.

Recuerdo que de guajes, en el colegio, ya nos insistían en la necesidad de darle importancia a nuestra formación para poder competir a nivel internacional. Es cierto que la situación no era ni mucho menos la de ahora, en la que se cuenta con mucha más metodología y recursos, pero no es menos cierto que con las pocas herramientas de las que disponían, aquella comunidad docente de las cuencas consiguió hacer de nuestra generación una generación competitiva, aquí o en cualquier lugar del mundo. A lo largo de mi trayectoria profesional he trabajado fuera de España durante cuatro años, en tres ciudades francesas diferentes: Jouy-en-Josas, Burdeos y Saint Pierre de la Reunión. Mi profesión de científico me ha permitido conocer muchos lugares del mundo de la mano de proyectos de investigación, estancias y congresos internacionales. Los asturianos y las asturianas estamos al mismo nivel formativo que el del resto de economías comparables a la nuestra, y somos competitivos frente a cualquiera.

Salir a trabajar al extranjero te hace conocer otros sistemas laborales, otras sociedades, y te hace valorar lo que ofrece Asturias. De lo que he visto fuera, no conozco mejor lugar para vivir que Asturias. Por eso he vuelto, porque creo en esta región. Y no por una, por muchas razones. El capital humano de Asturias es excelente, las condiciones de vida, el patrimonio, su clima… pocas regiones pueden ofrecer tantas cosas diferentes en tan poca superficie.

Caminamos ahora hacia otro paradigma, el de la hiperconectividad y el teletrabajo, el de la economía del dato y lo digital. Tecnologías como la inteligencia artificial, el big data o el internet de las cosas van a crear miles de empleos para trabajar desde Asturias para el mundo. “Solo” va a ser necesaria una buena conexión a internet y un dispositivo portátil, y entrecomillo solo porque la tarea de llevar la conectividad a la región orográficamente más irregular de España es ingente, pero factible.

Le toca a mi generación consolidar el sistema para transitar de aquella minería del carbón a la minería del dato. Estas nuevas cuencas mineras mirarán, de la mano del Gobierno de Asturias, de la Universidad –con el Campus de Mieres como emblema– y de las empresas, hacia esos nuevos puestos de trabajo y hacia la oportunidad de atraer a personas que puedan desempeñar su oficio, cargo o posición en Asturias. Nuestra región ofrece intangibles como el sector agroalimentario y gastronómico, el cultural, servicios básicos de alta calidad, los diferentes patrimonios, una elevada calidad de vida a un coste razonablemente bajo, y unos paisajes diversos, de la alta montaña a la costa o a valles como el nuestro. Tenemos la suerte de vivir en una región diversa y biodiversa que quiere ser ejemplo en la convivencia entre su cultura industrial y el respeto al medio ambiente, con la investigación, la innovación y la digitalización como palancas.

Y en este tránsito hacia las nuevas oportunidades de un futuro cercano, el papel de los medios de comunicación y el periodismo pegado al territorio, será, como siempre, imprescindible. Enhorabuena a LA NUEVA ESPAÑA por este aniversario.