Mi primer recuerdo claro de las Cuencas es en azul marino. Ese era el color del uniforme que estrené para mi primer día de clase en el colegio de las Dominicas de La Felguera. Ahí me dejaron mis padres en las manos de la hermana Inés, acogedora oficial de niñas en su primer día de colegio. Y allí, cambiando de uniforme a medida que iba creciendo, hice mi Primaria y casi Secundaria.

Allí empezamos a entender, más bien mal, lo que nos rodeaba. Minería, siderurgia, jubilados jóvenes, demasiadas barras de bar repletas de codos apoyados y vasos siempre llenos.

Y allí empezamos a hablar de futuro y supongo que a vislumbrar la falta de él si no hacíamos algo.

Tímidamente empezamos a entender que los hollines negros que soltaba la fábrica daban trabajo, pero dejaban demasiada huella. Que se quedaban en los pulmones y que muchos tosían.

Que tener un río negro y pastoso no era algo natural que les pasaba a todos los ríos, que las caras de los jubilados jóvenes se volvían menos risueñas a medida que pasaba el tiempo y que los días en el bar se les hacían cada día más largos.

Muchos nos embarcamos en una ruta diaria en El Carbonero, hacia la capital, a buscar enseñanza en la Universidad, a buscar más gente, otras opciones, otros debates y a compartir ganas y energía de futuro. De El Carbonero, algunos pasamos a trenes, aviones, largos viajes, con la cuenca siguiéndonos y adaptándose a los cambios.

Hoy cuando miro a las Cuencas, intento descifrar ese cambio, que quiero ver importante y positivo, quiero que mi mirada vea opciones donde antes había un río negro y ahora hay agua transparente, donde ya no caen hollines a las cinco de la tarde.

Quiero ver optimismo en nombres tan sugerentes como “Semilleros de empresas de las Cuencas”, de Valnalón, o el “Openlab” de Asturias, “Incubadoras”, asociaciones empresariales… nombres que abren esperanzas y entusiasmo por remover hollines y colores grises.

Ahora que saldremos de una crisis sin precedentes y que se podrá trabajar online, ahora que nuestra oficina está en nuestro ordenador portable, ¿pueden familias jóvenes sentirse atraídas por casas más grandes y a precios más reducidos en un entorno como las Cuencas?

¿Podemos fomentar empresas de servicios, hacer que esas incubadoras de ideas trabajen al máximo y revienten de energía constructiva? ¿Podremos hacer que el verde que recuperó espacio no sea solo un color, sino un atractivo para un turismo sostenible y diferente?

¿Podemos usar nuestra capacidad para poner en marcha estrategias agroalimentarias, como bien diría mi amigo Jaime Izquierdo, agricultura de proximidad, nuevas relaciones campo ciudad en las que las Cuencas sean un puente novedoso?

¿Estaremos dispuestos a bajar algunos puntos nuestros niveles de colesterol y haremos de nuestras espichas algo más glamuroso, y que nos engorde menos, y que atraiga a buscadores de buena compañía, mesas, manteles y tertulias?

¿Que tal un viaje a una espicha glamour que compita con esos picnics de la campiña inglesa?

La salud pasa también por una buena salud mental. Los pueblos de las Cuencas pueden ofrecer ese buen tejido social, que lo tenemos, menos stress, una conexión humana que dé un estilo de vida diferente, “marca Cuencas”.

Necesitamos espacios para que los jóvenes puedan hablar, crecer, debatir, pensar, estimularse, hacer deporte, sentirse bien… Eso también es salud.

¿Les daremos vida nueva a nuestros pozos y los convertiremos en museos interactivos, con Indiana Jones y sus últimas cruzadas? ¿Explicaremos a otros como hicimos esa transición energética, aún pendiente, y que aprendimos y desaprendimos?

¿Qué tal si ponemos en marcha una estrategia de atracción de inversiones, un “Cuencas think tank”, una especie de “banco de ideas locales” donde el que quiera pueda contribuir?

Felicidades a esa fiel LA NUEVA ESPAÑA que nos ha dedicado una edición por 25 años. Quien sabe cuántas crónicas divertidas, tristes, amargas han pasado por las plumas, mejor dicho las teclas, de los que las escribieron. Fiel testigo de una transición hacia un futuro que auguro más estimulante, más atractivo y que nos traiga nuestro pequeño “renacimiento Cuencas”.

Yo voy a aparcar por hoy mis recuerdos de uniforme azul marino y concentrarme en visiones de futuro verde y optimista para las Cuencas.

A todos, felicidades, salud y futuro.