Desde la felicitación por los 25 años de la edición de las Cuencas del diario LA NUEVA ESPAÑA, alumbro estas líneas destinadas al monográfico que celebra esta efeméride. Unas bodas de plata que nos permiten revisar estos años transcurridos y desde nuestras experiencias y vivencias pasadas proyectar un futuro para nuestras cuencas mineras.

Retroceder 25 años significa aterrizar en plenos años 90 y recordar que por aquel entonces las comarcas mineras afrontaban una durísima reconversión del sector minero y un cambio en el planteamiento de un futuro que debía buscarse más allá del carbón.

Los años 90 y la primera década del siglo XXI, al tiempo que contemplaron el cierre inexorable de numerosos pozos, también supusieron la llegada de cuantiosos fondos de cohesión europeos y el desarrollo de los primeros planes de la minería que desde un principio buscaron contribuir a sentar las bases de un nuevo modelo de desarrollo socioeconómico y territorial.

Con sus luces y sus sombras, aciertos y errores, esta primera oportunidad para cambiar el rumbo de las Comarcas Mineras impulsó notables avances en materia medioambiental (mejoras urbanísticas, limpieza de ríos, saneamientos, despliegue de redes de gas, carriles bici, sendas y paseos…), en las comunicaciones físicas y lógicas (corredor del Nalón, autovía Minera, Y de Bimenes, desdoblamiento de las AS-17, mejora de accesos a zonas rurales, despliegue de fibra óptica…), o la construcción de nuevos equipamientos (instalaciones educativas, sanitarias, deportivas, culturales, museísticas, desarrollo de suelo y techo empresarial y científico).

Pero sin embargo, aun habiendo avances, se quedó corta en materia de dinamización económica y generación de empleo, ya que, si bien recalaron en las Cuencas un número relevante de empresas, los sonados fracasos de algunas, o la gran dificultad para reemplazar en superficie, los miles de empleos que se generaban en el subsuelo, han dejado un convencimiento generalizado de que el proyecto de reactivación de las comarcas mineras asturianas, está incompleto e incluso se ha agravado últimamente con el cierre de las térmicas de carbón.

No obstante hoy en día, y felizmente superada la inefable parálisis en la llegada de ayudas estatales de reactivación que se produjo en el periodo 2011-2018, se vislumbra una oportunidad para impulsar nuevamente la reactivación económica de las comarcas mineras. La ejecución del los proyectos que el Gobierno de la nación ha rescatado del plan de la minería 2013-2018, junto con la puesta en marcha de los convenios de transición, los fondos europeos de transición justa y los fondos del mecanismo de recuperación, transformación y resiliencia europea; deberán sumarse a los recursos presupuestarios ordinarios, para proveer los recursos que las comarcas mineras requieren para afrontar con garantías las asignaturas aún pendientes en su proceso de emancipación socioeconómica del carbón. Y lo tendrá que hacer en un momento en el que los ejes del desarrollo europeo, nacional y regional apuntan a las necesarias transición ecológica y transformación digital.

En este nuevo impulso, las inversiones acumuladas en años precedentes han fijado un punto de partida mejor que el que teníamos en los años 90, y en las cuencas mineras del año 2021 existen cimientos sólidos sobre los que edificar un futuro más próspero. Los próximos años volverán a ser un tiempo de oportunidades que deberemos aprovechar.

En el terreno de estas oportunidades hay que citar la pujanza que actualmente tienen los sectores TIC, científico-tecnológico, turístico o socio sanitario. A los que habrá que seguir apoyando para que aumenten su presencia como motores de actividad y empleo. Así como potenciar nuevos desarrollos económicos en torno a zonas con elevado potencial dinamizador (Valnalón, Lada, Parque de Redes, Estaciones de Pajares y Fuentes de Invierno…)

También reconocer la relevancia de Hunosa como agente tractor de nuevas actividades empresariales centradas en los ámbitos medioambientales, energéticos (hidrógeno, geotermia, biomasa) y en la atracción de nuevas iniciativas que ocupen el abundante suelo empresarial existente actualmente en las cuencas.

El despliegue definitivo del inmenso potencial del Campus de Mieres, la mejora en las comunicaciones ferroviarias con los principales núcleos poblacionales asturianos, la creación de corredores de transporte sostenible o la regeneración energética de edificios, barrios y barriadas, también deberán ser elementos de tracción económica.

El aprovechamiento del entorno natural y rural que se ha visto revalorizado durante la pandemia y requiere de la extensión de la banda ancha y el despliegue de la tecnología 5G para atraer población y permitir el desarrollo de actividades empresariales.

Las comarcas mineras no han dicho aún su última palabra. En estas pocas líneas se pone de manifiesto que son muchas las oportunidades que existen y todo indica que habrá recursos financieros para convertirlas en realidades. Este será nuestro empeño en los próximos años.