Durante los últimos años, las comarcas mineras asturianas han sufrido, sin duda alguna, una de las mayores transformaciones económicas y sociales de los últimos tiempos. El declive industrial y económico al que se ha enfrentado la población de las Cuencas ha sido derivado, en gran parte, de las decisiones de índole económica que se han adoptado durante décadas a nivel internacional en el ámbito del uso y explotación de las minas. Como resultado, los habitantes de las Cuencas hemos sido testigos del continuo éxodo a otras ciudades, regiones y países debido a la falta de empleo, lo cual ha generado un manifiesto envejecimiento de la población.

Como sociedad, nos enfrentamos actualmente a grandes retos, entre los que se incluyen el cambio climático y la degradación del medio ambiente. La necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono, que son responsables del calentamiento global del planeta, y que se derivan fundamentalmente del uso de combustibles fósiles, como el carbón, para la generación de energía y procesos industriales, ha impactado con gran fuerza la economía de las cuencas, tradicionalmente ligada a la minería y siderurgia. Con el cese de la actividad minera, necesitamos, más que nunca, una nueva estrategia de crecimiento que transforme las Cuencas en una economía moderna, dinámica, versátil, competitiva y eficiente en el uso de los recursos de los que se disponen.

La transición a un futuro energético sostenible es una exigencia cada vez mas marcada por los gobiernos y distintos pactos internacionales. El objetivo es transformar los retos climáticos y medioambientales en oportunidades, y hacerlo de la forma más justa e integradora posible. Ante esta situación, es imprescindible generar y aprovechar las oportunidades que existen en las Cuencas para diversificar el tejido productivo y generar empleo de calidad que permita la reindustrialización.

Mi apuesta para el futuro se focaliza en reconocer y darle la importancia necesaria a la investigación, la ciencia e innovación, como base para la generación de conocimiento, riqueza y bienestar económico y social. La importancia de estos sectores ha sido crucial en la actual crisis sanitaria que vivimos y, sin duda alguna, constituyen la base fundamental para, como Sociedad, ser capaces de enfrentarse a nuevos retos de una forma dinámica y ágil. Las Cuencas cuentan con una población de jóvenes altamente cualificada, con gran talento, al cual hace falta retener y ofrecer oportunidades para su desarrollo y crecimiento. Los centros de enseñanza superior y de investigación científica disponibles en la región son un foco inagotable de ideas de futuro, las cuales hay que financiar, gestionar y proyectar de forma adecuada. De esta forma, no solo se reforzará el tejido productivo y se diversificará la economía, sino que también se abre la puerta a nuevas actividades económicas y se dota a las nuevas generaciones de jóvenes con oportunidades emprendedoras y capaces de afrontar los retos del futuro. El apoyo financiero, publico y privado, y las políticas adecuadas son clave para facilitar tal diversificación.

Un proyecto innovador en las Cuencas podría centrarse en transformar el dióxido de carbono emitido a nuestra atmósfera por la quema de carbón y por las actividades industriales de la región, en la materia prima del futuro. La mayoría de los productos que usamos diariamente se derivan de combustibles fósiles, no como fuente de energía, pero si como fuente de carbono. Por ejemplo, los colchones donde dormimos, muchas de nuestras prendas de vestir, los plásticos y envases que usamos de forma rutinaria. Todos ellos tienen un denominador común, el carbono que es necesario para su producción. Las políticas y pactos verdes que los gobiernos necesitan cumplir actualmente nos retan a pensar y actuar de forma diferente, y exigen el desarrollo de economías circulares donde nuestras “commodities” o productos deben producirse de forma sostenible. En otras palabras, deben generarse de la forma más eficiente, con el mejor uso posible de los recursos de que se disponen, y asegurándose de que se pueden rehusar y/o reciclar. El desarrollo de tecnologías que sean capaces de capturar o recuperar el dióxido de carbono emitido a la atmósfera nos permitiría su uso como materia prima en la producción de plásticos, colchones o productos químicos, entre otras muchas cosas.

Las Cuencas mineras cuentan con el patrimonio humano, medioambiental e industrial necesario para transformar ideas como esta en proyectos de vida, proporcionando a la región un nuevo foco de riqueza empresarial, económica, social y de diversidad que inhiba la pérdida de talento. De esta forma, los descendientes de la minería seguirán “extrayendo” el mismo carbono que sus predecesores, pero, esta vez, de forma limpia y sostenible, y convirtiendo a las Cuencas en ejemplo de transición energética y renacimiento industrial y social.