La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Un día en rehabilitación: De la tensión por un posible abandono a la alegría en terapia

El Centro RED para la desintoxicación abre sus puertas para mostrar su funcionamiento, “aquí empiezan a sentir de nuevo, ahora sin sustancias”

Un día en un centro de rehabilitación de adicciones

Un día en un centro de rehabilitación de adicciones C. M. Basteiro

Para ver este vídeo suscríbete a La Nueva España o inicia sesión si ya eres suscriptor.

Un día en un centro de rehabilitación de adicciones C. M. Basteiro

Suena el timbre en la segunda planta de ese bloque de pisos de la calle Manuel Llaneza. Paredes blancas, muebles minimalistas. Nada puede cargar el ambiente, las emociones siempre ocupan de más. De la tensión que vive el equipo de profesionales por un posible abandono del tratamiento, a la alegría por los logros en terapia: así es un día en un centro de rehabilitación de drogodependientes.

Y no es un centro cualquiera. Es el Centro de Rehabilitación en Drogodependencias (RED) de Mieres. Una entidad que nació pequeña y que ha ido consolidándose. Pasos cortos, pero firmes. Son los primeros de Asturias en tratamiento con perspectiva de género, han implantado atención ambulatoria. Sanan a una media de veinte personas adictas al año. Hay algunas bajas, pero la mayoría son altas que se celebran. Hoy suena ese timbre, y la puerta se abre para LA NUEVA ESPAÑA.

“Pasa, estábamos a punto de empezar la reunión de primera hora”. Sale a recibir a las visitas Elisabeth Ortega, psicóloga y directora del Centro RED. Las normas han quedado claras: de esa reunión solo se recogerán datos generales, para mantener la privacidad de los usuarios. Todos los nombres que aparecerán en esta información son figurados y solo posarán para las fotos aquellos usuarios que lo decidan. Y bajo sus condiciones: caras desenfocadas, no quieren que los conozcan por la calle.

“En esta reunión, todo el equipo pone en común lo ocurrido el día anterior. Hacemos un repaso de cada usuario, contando lo que podemos compartir con el resto de profesionales”, explica Ortega. A la mesa están ella y el integrador social, Sergio Suárez. También el psicólogo Alejandro Bascoy y dos chicas que hacen prácticas de Integración Socia. Se llaman Sheila Alonso y Sara Gil. Están integradas en la dinámica de trabajo “desde el primer minuto”, afirman al unísono. La trabajadora social, Lucía Fernández, ha tenido que ausentarse para hacer unos trámites administrativos.

“Hay un momento crítico, se da en torno a los tres meses del tratamiento. Es entonces cuando la persona se siente dividida; sabe que recogerá mucho si decide abandonar para siempre la sustancia, pero hay una parte que se aterroriza frente al cambio”

Elisabeth Ortega - Psicóloga y directora del centro RED

decoration

El equipo pone en común sus impresiones sobre una posible falta de adherencia de uno de los usuarios del centro: “Hay un momento crítico, se da en torno a los tres meses del tratamiento. Es entonces cuando la persona se siente dividida; sabe que recogerá mucho si decide abandonar para siempre la sustancia, pero hay una parte que se aterroriza frente al cambio”. Tendrán que prestar especial atención, durante las próximas semanas, a esta persona. También acuerdan intentar retomar las sesiones de ejercicio físico, ahora que ya se ha terminado el Estado de Alarma. Luego toma la palabra Bascoy, con un resumen de la situación de cada usuario: “Ahora los veré en metas”, explica.

“Metas” es un encuentro diario entre los usuarios y Bascoy. Es el momento en el que las personas a tratamiento se marcan sus objetivos para seguir mejorando. Pequeños cambios a simple vista, grandes pasos hacia la normalidad. Como la “meta” de Jaime esta semana: quería dejar de preocuparse en exceso por el móvil y por no enfadar a su entorno. Parece haberlo conseguido: “He estado menos pendiente de mi madre y de mi pareja. Ya no pienso que se vayan a enfadar si no contesto en el acto, creo que estoy recuperando parte de mi espacio”. Angélica, la única mujer que hoy está en el grupo, también tenía un objetivo: ocupar su tiempo libre con actividades que la llenaran. “No fue fácil, pero ahora que mejora el tema del coronavirus espero que haya más programación cultural”, señala. Tienen pendiente solventar un conflicto que surgió con un compañero, mejor dejarlos en privado.

A siete pasos, en otra sala, Sergio Suárez dirige una reunión con tres antiguos usuarios. “Son las personas que están en seguimiento, solo vienen una vez a la semana para contarnos cómo les va. A veces necesitan apoyo en algún tema concreto, pero son personas que están ya muy próximas a las altas”, apunta el Integrador Social.

Las altas. Esas “fiestas” para el equipo de RED: “Celebramos cada alta como un logro, una gran victoria. Los tratamientos de deshabituación no son fáciles ni rápidos, requieren de un esfuerzo grande. Nos sentimos orgullosos de todos los que lo consiguen”, apunta Ortega. Entra en su despacho, con el gesto algo cansado, Lucía Fernández. No ha sido una mañana fácil: demasiada burocracia que deja poco espacio para lo verdaderamente importante en el Centro RED. Las personas.

“Tenemos financiación que llega por tres líneas distintas. Cada ayuda tiene unas bases y unos plazos distintos, llegar a todo se hace realmente difícil. No somos profesionales de la rama empresarial, somos profesionales del ámbito social”, afirma, mientras se sienta en la silla. Le toca ahora organizar las entrevistas con futuros usuarios y preparar las líneas de la próxima sesión del taller de empleabilidad. Trata a los usuarios, tanto individual como grupalmente, desde todos los ámbitos que harán posible su reinserción: económico, social y laboral.

En terapia: “La vida que os espera es maravillosa. Tanto, que llega a doler”.

decoration

Pero antes hay que curarse el alma. Y así, con tiritas para empezar a sanar el sentir, finaliza la jornada en el RED. Elisabeth Ortega se reúne con el grupo de usuarios en la terapia grupal. Tratan todos los temas que les preocupan: “Si no fuera por el centro, no podríamos dejarlo. Estamos seguros”, coinciden todos antes de empezar. A uno de ellos, el que toma la palabra, hoy le toca lidiar con el desamor. Ella sonríe. “Aquí empiezan de nuevo. Se han apoyado en una sustancia, ahora tienen que sentirlo todo”. Le dice, al chico con el corazón roto, la verdad más absoluta: “La vida que os espera es maravillosa. Tanto, que llega a doler”.

Compartir el artículo

stats