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El legado de un apasionado de los trenes que evitó la destrucción de las principales locomotoras mineras

Florentino Romero, el mierense que salvó del desguace al patrimonio industrial asturiano

El fallecimiento del que fuera jefe del parque móvil del Batán deja sin su mayor referente a toda una generación de investigadores fabriles

Florentino Romero, junto a su amigo Chuché, trabajando en la rehabilitación de una locomotora en Bustiello. A la derecha, junto a la “Número 8” del Vasco, la popular “Bilbao”. | Archivo de José Ramón Viejo

Florentino Romero ejerció de mierense vocacional. Vivió apegado a su ciudad, al “Mieres de la Fábrica”, como le gustaba decir. Siempre consecuente y leal a sus convicciones. De su padre heredó alma de librero, pero el azaroso trazado de la vida le condujo hacia el ferrocarril. La insensible reconversión industrial, homicida en su origen con el patrimonio industrial, empujó a Romero a mudar en una especie de Schindler del tren minero. Un solitario salvador. Su reciente fallecimiento ha dejado huérfana a una generación de investigadores locales que han logrado reconstruir el pasado ferroviario de la comarca gracias a la entusiasta y erudita colaboración del que fuera jefe del parque de transportes del Batán. La participación de Romero fue clave, por ejemplo, para la creación del Museo del Ferrocarril de Asturias, finalmente ubicado en Gijón pese al ahínco que puso Romero para que se instalara en Mieres.

Arriba, Florentino Romero, junto a varias locomotoras. Sobre estas lineas, junto a Javier Fernández. En el círculo, la locomotora “Santa Bárbara”.

El actual director del museo ferroviario, Javier Fernández, resume lo que significó su buen amigo Romero, fallecido la semana pasada a la edad de 89 años. “Cuando la recuperación de nuestro patrimonio histórico, sobre todo el industrial, no era aún ni una intención, Romero ya sabía que había que moverse para que no se perdiera. Con la inteligencia natural de las grandes personas, poco a poco, como sin dar importancia a lo que hacía, recopiló memorias en su enciclopédica cabeza, que luego ha venido compartiendo con todos los que lo hemos ido conociendo”. Este mierense custodió en su humilde pero privilegiada memoria buena parte de la historia industrial de Mieres, una ciudad descuidada con su legado hasta el punto de no conservar casi ni fotografías del gigante empresarial que fue en su momento Fábrica de Mieres.

Florentino Romero, el mierense que salvó del desguace al patrimonio industrial asturiano

Florentino Romero, junto con otros pocos “locos” ilustrados, como su buen amigo Julio León Costales, evitó que el “holocausto” fabril fuera total. Su desempeño fue clave para salvar gran cantidad de máquinas y vagones históricos. También ha conservado un archivo fotográfico que recrea el desarrollo de la ciudad durante la segunda mitad del siglo XX, con imágenes impagables de numerosos enclaves industriales ya desaparecidos.

Florentino Romero, el mierense que salvó del desguace al patrimonio industrial asturiano

“Romero ha sido un ancla para todos los investigadores que hemos llegado detrás”, destaca José Ramón Viejo. El infatigable fotógrafo, que con los años ha logrado dar forma al más completo y cuidado archivo visual de Mieres, destaca la memoria fotográfica de Florentino Romero: “Ha sido una persona de enorme influencia para quienes hemos mostrado de una forma u otra interés por la historia del concejo”.

Florentino Romero, el mierense que salvó del desguace al patrimonio industrial asturiano

La estación del Vasco

José Ramón Viejo ha sido testigo de anécdotas que describen el inabarcable conocimiento que se ha perdido con el fallecimiento de Romero. “En una ocasión un grupo de estudiante de topografía estaban haciendo una medición utilizando como referencia la placa geodésica ubicada en el edificio de la antigua estación del Vasco”. El apasionado ferroviario se acercó curioso al ver que alumnos y profesores debatían con un punto de desconcierto, “Se acercó tímidamente y les indicó que no se preocuparan si la medición no les salía exacta, pues había un error en la colocación de la placa”, narra Viejo. A continuación, aquel jubilado que les había asaltado educadamente explicó a los estudiantes que la placa se cambió durante una reforma del inmueble y se puso unos 30 centímetros más abajo. “Las mediciones confirmaron lo que decía Romero y lo sucedido terminó dando forma a un artículo que se llegó a publicar en la principal revista topográfica del país”, destaca Viejo.

Pero el conocimiento de Florentino Romero no se circunscribe al ámbito de lo anecdótico. Su participación fue esencial a la hora de evitar la destrucción de valiosos elementos ferroviarios, empezando por la locomotora Santa Bárbara, Adquirida en 1912 en subasta pública por Fábrica de Mieres, fue la favorita de los operarios del parque móvil de la empresa, dando servicio sucesivamente a varias líneas, como la de Polio o la de Baltasara, Tras la constitución de Hunosa en 1967 , fue retirada debido a la llegada de las locomotoras diesel. La máquina quedó abandonada en las vías de El Batán. Parecía inevitablemente abocada a la desaparición, pero el empeño de Romero permitió su conservación, siendo actualmente uno de los emblemas del Museo del Ferrocarril de Asturias. “De ese amor por el ferrocarril y por la historia, sólo podía nacer la preocupación por la conservación de sus vestigios. A él debe Asturias que bastantes de nuestras grandes joyas del patrimonio industrial, algunas de relevancia casi universal, aún subsistan y se hayan convertido en piezas principales de los actuales museos”, destaca Javier Fernández.

La Asociación Museo y Ferrocarriles Turísticos concedió a Florentino Romero en 1992 el premio “Don Pelayo del Año”. Fue en reconocimiento de su casi artesanal empeño en restaurar locomotoras. La “Upina”, la “Ocho”, la “Varela de Montes” y la popular “Bilbao”, junto con la citada “Santa Bárbara”, revivieron gracias a la determinación y habilidad del que fue jefe del parque móvil del Batán. Él mismo explicó por aquellas fechas en LA NUEVA ESPAÑA que “la restauración compleja de una locomotora, con trabajos de mecánica y chapa, es una tarea muy compleja”. Señalaba haberse guiado por “muchas fotos de época para respetar los colores que tenían la máquinas”.

Los locomotoras que hicieron posible el sueño de la primera industralización arroparon a Faustino Romero de niño, asumiendo luego éste, en la edad adulta, el papel de cuidador. Comenzó de ayudante de fogonero, con apenas 12 años, y acabó como responsable del mayor parque de transportes de la industria minera. “Lo que he intentado es preservar para las generaciones futuras nuestro rico patrimonio, codiciado y respetado por catalanes, alemanes, ingleses o belgas”. Ese anhelo ha logrado mantener indemne parte de la historia de Mieres, del vaporoso “Mieres de la Fábrica” surcado por vías y locomotoras.

Florentino Romero fue un hombre prudente, de los que prefieren callar a ofender. Su moderación en el trato no debe confundirse con ausencia de determinación. Combatió con determinación para que Mieres albergara el Museo del Ferrocarril de Asturias, que finalmente, ante la apatía municipal, terminó en Gijón. El proyecto descarriló en Mieres ante la impotencia de Romero y Javier Fernández, que se encontraron con una réplica que ha pasado a la historia del concejo. “No necesitamos un tren de la bruja”, afirmó un concejal ante la insistencia por el museo. El comentario sale aún a relucir cada vez que en Mieres se deja escapar un proyecto.

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