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Cien velas para la “Montessori” de Mieres: antiguos alumnos homenajean a Margot Cuenca, primera directora del IES de Turón e innovadora de la pedagogía

"Hay que seguir siempre al corazón; aunque te pongan verde", afirma la docente

Por la izquierda, Graci García, Margot Cuenca y Agustina Casado, otra antigua alumna del IES de Turón. | C. M. B.

Aún no llegaba al pupitre y ya sabía leer. Su madre, la maestra doña Enriqueta, la había sentado junto a otra niña mayor. Ella no quería quedarse atrás. Años más tarde, recordando aquello, se preguntó por qué algunos niños estaban tan ávidos de aprender. Y así nació su vocación.

Se llama Margot Cuenca, fue la primera directora del IES Valle de Turón. Acaba de soplar las cien velas rodeada de antiguos alumnos. Dicen que era una mujer buena, pionera en emplear métodos pedagógicos nunca antes vistos en las aulas. Fue una suerte de María Montessori en las Cuencas.

No es un símil disparatado. Porque si algo une a María Montessori con Margot Cuenca es que las dos creían en un mismo pilar para el aprendizaje: que todo nace del amor. “Era una maestra muy buena, lo sigue siendo. Aun hoy, sigue en contacto con muchos de nosotros. Es una persona maravillosa”, afirma Graci García, antigua alumna y principal organizadora de una sorpresa por el cien cumpleaños de Margot. Espera a otros alumnos y amigos en el portal de la homenajeada, con un ramo de flores sobre el brazo derecho. Cuando todos llegan, llama al timbre.

Veinte peldaños separan la calle de la casa de Margot y Graci los sube seguida por una amplia comitiva. Entre ellos Pepe Espiño, exdirector del IES Valle de Turón: “Fue una suerte de mentora para mí. Cuando llegué al instituto yo era muy joven, y ella enseguida me dijo que llegaría a ser director”, explica durante el recorrido.

Llegan al salón de la casa de Margot, en el que algunos esperan ya para celebrar sus cien años. Ella está sentada a la mesa, con el pelo cano arreglado y una sonrisa. Cuando ve el ramo, a sus alumnos, a sus amigos, se tapa el gesto de emoción: “Qué buenos sois conmigo”, dice, casi llorando. Enseguida muda a una sonrisa: “Yo es que era muy buena profesora, aunque a veces también me enfadaba. ¿A que sí?”, pregunta a los asistentes.

Dice Graci García que ella solo guarda buenos recuerdos de las clases de Margot. Fue docente de Lengua y Literatura y de Francés. “Yo en realidad quería estudiar Pedagogía, pero entonces había que ir a Madrid y no podía. Pero siempre me interesé en estar al día en lo último, me gustaba hacer las clases amenas”, apunta.

Divertidas, pero sin perder el tiempo. Dicen que sus alumnos destacaban por bien preparados. A pesar de sus cien años, de toda la experiencia –fue directora del IES Valle de Turón entre 1963 y 1987–, no se atreve a dar consejos a los profesores nuevos: “Les diría lo mismo que diría a todo el mundo. Que lo correcto, siempre es lo que te sale del corazón. Da igual lo que te digan los otros”. Y le asoma una carcajada: “A mí muchas veces me pusieron verde, pero qué más me daba. Yo ya estaba madura”.

El salón estalla en risas. Alguien enciende las velas, con el número cien, y ella las apaga con los ojos cerrados. No quiere decir el deseo que ha pedido, pero seguro que es mantener siempre los recuerdos.

Los tiene para todos los gustos: buenos, malos y algunos tan divertidos que le quitan la voz al narrarlos. Como el día que tuvo que pasarse más de una hora explicando un nuevo tema de Selectividad: la diferencia entre ser y estar.

“No paraba de poner ejemplos, ya no sabía qué decir. Hasta que se me ocurrió algo que nunca olvidarían. Les dije, a aquellos chavalinos; ‘yo soy buena y, además, estoy buena’. Se partieron de risa”. Siempre, genio y figura.

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