El científico Carlos López-Otín ha conseguido conversar sobre el cáncer hablando de la vida. Aunque se muestra más que escéptico académicamente con la aspiración humana de la inmortalidad, percibe como posible confrontar con una de las dos lápidas que amenazan con sepultar a la especie. “Sufrimos la entropía, la imparable tendencia al desorden que afecta al universo y eso es inevitable, pero nuestro otro gran problema es la ignorancia y eso sí lo podemos revertir a través de la educación”.
Decenas de personas escucharon ayer en la Casa de Cultura de Mieres a López-Otín, con su último libro “Egoístas, inmortales y viajeras” como hilo argumental. Los fondos generados con su venta van destinados a la Asociación Española contra el Cáncer. El catedrático de Bioquímica en la Universidad de Oviedo analizó los miedos e incertidumbres a los que se enfrentan los enfermos. Lo hizo partiendo de una premisa optimista: “Hoy en día, gracias al extraordinario avance de la ciencia, es más fácil curarse que sucumbir al cáncer”. Bajo esa luz, el proceso hacia la curación sigue estando en penumbra: “Estamos ante la enfermedad que más vulnerables nos hace sentir, pese que hay otras dolencias mucho peores, más terrible e incurables”.
Los diagnósticos
López-Otín hizo ayer en Mieres un viaje al centro de una enfermedad que, como recordó, le cuesta la vida a más de 100.000 españoles cada año y a unos 10 millones en el mundo. “El año pasado fueron diagnosticados en nuestro país 300.000 nuevos casos, por lo que es normal que nos pueda acabar tocando”. El científico defendió la importancia de no sucumbir al miedo: “El tratamiento no es visto en muchas ocasiones como una camino hacia la curación, sino como un trance doloroso”. El investigador subrayó que la enfermedad ha formado parte de la vida desde su mismo origen. El problema es que el ser humano no ha logrado encontrar la forma de superar el miedo: “El coronavirus nos ha recordado que somos vulnerables y que las enfermedades no son cosas del pasado”.