Tenía tantas ganas de vivir que esta misma tarde quería ir la sidrería El Pigüeña, en el Bulevar de la Sidra, la calle Gascona de Oviedo, a tocar la guitarra y echar unos cancios con su grupo la “Beethoven Little Band”. No podrá ser, Secundino Miranda Liébana, al que todos llamaban “Beethoven”, falleció este martes a los 72 años de edad. Sus amigos le despidieron ayer en un multitudinario funeral celebrado en la iglesia de San Esteban de Ciaño, un funeral en el que no podía faltar la música. Precisamente la música que sonó fue la que el mismo “Beethoven” había interpretado tres días antes en la misa dominical en la misma parroquia, con la que colaboraba habitualmente. Sus compañeros de grupo tocaron y cantaron. Y sonó también una emocionante Marcha de Antón el Neñu.

“Beethoven” era “el profe” para sus compañeros de grupo. “Hace siete años nos juntamos unos cuantos a aprender a tocar la guitarra”, recordaba ayer Manuel Rosete, uno de los componentes de la banda. María Lavilla, alma máter de los cancios de chigre de Gascona, les invitó a cantar en Oviedo. Debutaron en La Pumarada, otro de los establecimientos más conocidos del Bulevar de la Sidra. Le echaron arrojo y allí se plantaron en un microbús. Desde entonces, aquel grupo de 14 personas se convirtió en una gran familia que hoy tenía previsto volver a Gascona tras el parón producido por la pandemia.

La relación de Secundino Miranda con la música le venía de joven, cuando formaba parte del grupo “Géiser”. El párroco de Sotrondio les dejaba el equipo de altavoces y aquellos chavales se ganaban unas perras tocando en bodas y bautizos.

“Beethoven” había nacido en El Entrego pero se crió en Blimea y desde hace años vivía en Ciaño. Siempre estuvo vinculado al mundo de la música. “Era un gran instrumentista que tocaba la guitarra, el acordeón, el órgano o la percusión”, recordaba ayer Rosete. Además de la “Beethoven Little Band” estaba muy vinculado al grupo folklórico de Blimea y llegó a dirigir el coro del hogar de Cimavilla, en Gijón.

En los últimos tiempos la enfermedad le había obligado a dejar un poco de lado la guitarra y se había “reconvertido” en director musical de su pequeña banda. Aun así, el martes, un día antes de morir, advirtió a Rosete, “no se lo digas a los demás, pero el jueves voy a ir a Gascona y les voy a dar la sorpresa tocando algunas canciones con la guitarra”. Ayer la música sonó sin él pero para él.