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Geomática se aferra a Mieres: “Si quitan el título Asturias perderá un foco de talento”

El ingeniero David Álvarez alerta del impacto de suprimir el grado: “Las empresas tendrán que cubrir los empleos con gente de otros lugares”

Alumnos del grado en Ingeniería Geomática durante una clase en el laboratorio de drones. | Miki López

El plan de reordenación universitario presentado semanas atrás por el equipo rectoral de la Universidad de Oviedo ponía en riesgo la continuación del grado en Ingeniería Geomática, que se imparte en la Escuela Politécnica de Mieres. La comunidad universitaria de Barredo se opone a esta medida, al igual que el Ayuntamiento. Y lo mismo ocurre con los profesionales, los actuales ingenieros en Geomática que argumentan que la supresión del grado supondría “quitar una fuente de talento en la región y eso provocará que, cuando haya que contratar personal, las empresas tengan que acudir a otras comunidades porque aquí no tienen ingenieros en Geomática”. Así opina el gijonés, pero ligado estrechamente a la localidad mierense de La Rebollada, David Álvarez, que ejerce como ingeniero en Geomática.

El ingeniero en Geomática David Álvarez.

Álvarez estudió Ingeniería Técnica Topográfica, que eran los estudios que derivarían después en el grado de Ingeniería Geomática. De hecho, el gijonés volvió a la universidad cuando se implantó el nuevo grado, aunque lo compaginaba con su trabajo. Destaca que la Geomática, “es un término paraguas que acoge muchas disciplinas, no solo la topografía. También la cartografía, la fotogametría o los sistemas de información geográfica”. En el pasado, el topógrafo “era una figura institucionalizada, cualquier constructora o incluso en la minería, contaban con topógrafos”. Pero hoy en día, las tecnologías están haciendo que evolucionen las profesiones. Y lo mismo ocurre con la topografía, que evolucionó a la geomática.

Eso también abre nuevos tipos de trabajo que desempeñan únicamente los ingenieros en Geomática. Álvarez pone como ejemplo “la inteligencia artificial aplicada a las maquinarias de construcción, los sistemas de guiado con los que trabajamos a diario, que llevan sensores, GPS y un ordenador en la cabina que permite al operarios ver en todo momento cómo es el proyecto y cómo debe ejecutar la obra en tiempo real”. Y no se queda ahí, también están “en el ámbito catastral, las parcelas, la limitación de la propiedad, el ingeniero geomático tiene todas las competencias al respecto y también trabaja con notarios y abogados, algo muy habitual”.

Plan moderno

Por eso defiende el grado en Ingeniería Geomática, “que tiene un plan de formación muy moderno y alineado con la Estrategia Regional de Especialización Inteligente, porque se trabaja con sensórica, que está muy de moda por el internet de las cosas pero también se trabaja con sensores para oscultación o detección de movimientos”. Por no hablar de la “transversalidad” de la carrera, que colabora con ingenieros e informáticos. “Todo eso enriquece mucho la profesión porque te ayuda a crecer”, destaca. Incluso el astronauta y exministro Pedro Duque habló de la Geomática como “la ingeniería de las ingenierías, en cuanto que provee de datos al resto de las ingenierías y el mundo de la arquitectura”. Por todo esto, la Ingeniería Geomática “está en uno de los puntos más álgidos de la profesión, y es gracias a la transformación digital”.

Y en ese momento álgido de la Geomática aparece el miedo a su desaparición. “Esto tendrá consecuencias, como la falta de ingenieros en Asturias, que obligará a buscarlos fuera, con lo que se encarecerán los costes”, explica. De hecho, la Confederación Asturiana de la Construcción también emitió un comunicado oponiéndose a la supresión del grado. Para Álvarez, las estadísticas que muestra el equipo rectoral “definen el pasado y el presente, pero no hablan de futuro. Hay que ser visionario y valiente. Además, en las empresas nos dicen que apostemos por el largo plazo, que dará sus frutos, apliquemos esa visión a la Geomática, no vayamos a algo cortoplacista”. Eso sí, admite que el coste actual por graduado, de unos 140.000 euros, “es altísimo, y no sé cómo se revierte en la sociedad. También es cierto que se han matriculado menos de diez personas este año, pero creo que lo que ocurre es un problema de marketing”.

Asimismo, destaca que “hay mucho dinero metido en elementos de innovación, en equipos, tanto en el ámbito de la física como de la informática, hay proyectos de investigación... así que no podemos dejarlo morir. Hay que invertir y apostar por la carrera”.

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