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Los refugiados ucranianos de Mieres estudian castellano: "Los niños aprenden muy rápido"

Natalia Demchenko, nacida en Odesa y residente en Asturias, ejerce de profesora para las dos familias llegadas al Caudal

Natalia Demchenko, entregando el material para la clase a una de las refugiadas. | Fernando Rodríguez

Natalia Demchenko es de Odesa, la capital del sur de Ucrania y uno de los objetivos de Putin en la invasión del país. Es un punto decisivo para la exportación de la producción de todo el país. Lo dice con pena porque sabe que su ciudad corre un enorme peligro, pero también con orgullo. Ella vive la guerra desde la distancia, desde Mieres, donde vive desde hace 21 años. Ayer volvió de nuevo a su país, a las aulas donde estudió de niña, pero lo hizo en el colegio Aniceto Sela de la capital del Caudal, donde ejerció de profesora de las primeras lecciones de español de dos familias de refugiados que llegaron a Asturias la semana pasada.

Matfley tiene once años. Merienda un pastel y corretea por las escaleras del colegio. Una tarde normal para cualquier niño, pero no para este pequeño que hace pocos días vivía el terror de las bombas y la huida apresurada de su casa. Allí lo dejó todo, una vida, una infancia que ahora retoma en Mieres junto a su familia. “Buenas tardes”, decía ayer en perfecto castellano. Es lo único que sabe, “pero los niños aprenden muy rápido”, se felicitaba la profesora.

Dos familias, nueve personas que salieron temerosas de su país, un miedo que aún ayer se les notaba en los ojos. Una de las niñas obedecía a su madre con disciplina, pero con la tristeza paralizándole aun el cuerpo. A la pequeña, de 6 años, le costaba entrar en el colegio de Mieres. Cuando se sentó en la mesa, Natalia le entregó, como a todos, una libreta y un bolígrafo para escribir sus primeras letras en español. La niña, cabizbaja, miraba el bolígrafo mientras la madre, con gesto amable, le indicaba que abriese la libreta.

Los refugiados ucranianos, a la puerta del colegio Aniceto Sela de Mieres. | Fernando Rodríguez

Las familias ucranianas muestran incertidumbre. Los mierenses les tratan con todo el cariño y el respeto del mundo. Ellos guardan silencio, escuchan y agradecen con la mirada.

El viaje ha sido duro. Olga, viuda, salió con sus tres hijos de Járkov, ciudad con la que de Putin se ensaña estos días, y atravesaron toda Ucrania hasta llegar a Polonia y, después, acabar en Mieres. Una familia de Santullano les ha dejado una casa.

A Mieres han llegado dos familias, la de Olga y sus tres hijos, y otra familia de cinco miembros que vivió un viaje incierto. Una hija y una nieta estaban en Málaga y la intención de la comitiva mierense que los trajo a España era la reagrupación familiar. No pudo ser, “así que nos los trajimos de Málaga”, explica Eliana Sánchez, una de las promotoras del viaje solidario, que fue “una locura”. Un grupo de vecinos de Mieres decidió que tenían que hacer algo y se fueron a Polonia. Contactaron con las ONG y trajeron a España a 44 personas, entre ellas las nueve que ayer comenzaron sus clases de español.

“Apenas hablaban, estaban aterrorizados pese a que les explicábamos que venían a España”, relata Sánchez. Un viaje de varios días llenos de sobresaltos. Ayer, un pastel parecía quitarles las penas, pero no era así.

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