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Dando la lata

Carencias

Subtítulo opinión xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx

El caso es que pequé de optimismo al pensar que sería capaz de llegar al aseo con Maruchi con la única ayuda del andador. Craso error, porque al alcanzar el escalón de acceso al cuarto de baño sus piernas no dieron más de sí. Y yo, entre el esfuerzo para sostenerla, la pelea con el andador, el escalón, la puerta y la madre que lo parió, me agoté. Y a cámara lenta, utilizando mi cuerpo como colchón, acabamos los dos tumbados sobre el suelo del pasillo. Ella, tranquila, me observaba resoplar como una mula cafetera. Y entonces, en aquella escena surrealista, Maruchi me dijo: "Hijo, ¿no tienes nada mejor que hacer hoy que andar recogiendo a tu madre del suelo?". Mis carcajadas debieron de escucharse hasta en la calle. Por momentos así la vida merece la pena.

Encharcado en sudor, logré recuperar la compostura y trazar un plan de optimización de esfuerzos que nos condujo, finalmente, al ansiado destino: el trono.

Las viviendas, por lo general, fueron construidas para exprimir cada metro cuadrado, primando el beneficio sobre la habitabilidad. Porque en condiciones normales, con mayores o menores incomodidades, son vivibles, pero en la adversidad en forma de, por ejemplo, pierna escayolada, silla de ruedas, andador o muletas, sacan a relucir sus importantes carencias.

Las construcciones residenciales deberían estar pensadas también para los momentos difíciles, y que llegar al váter o acceder a la ducha no sean una misión casi imposible a no ser que arranques puertas, derribes tabiques y te ayuden dos forzudos. Y qué decir de los ascensores. Un dolor.

Cumplimentado con éxito el trámite evacuatorio, a bordo de la silla de ruedas camino de la cocina para el desayuno, Maruchi se confiesa: "Hijo, lo que tengo que hacer es adelgazar, porque vas a acabar con la espalda hecha añicos". No puedo quererla más.

Venga, un plátano y un buen tazón de leche para pasar los medicamentos de la mañana. Tenemos otro hermoso día por delante.

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