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Una vida entre Mieres y El Cairo

La aragonesa Nieves Unzúa compagina la investigación de las raíces asturianas de su familia con sus viajes a Egipto

Nieves Unzúa, en un viaje a Egipto.

Muchos pensarán que la historia de Nieves Unzúa se remonta al año de su nacimiento. Podría decirse que es en ese preciso instante cuando Unzúa comienza a "vivir", pero sus memorias se remontan a años atrás, al barrio de Oñón, Mieres y localidad natal de su padre. Aragonesa de nacimiento y asturiana de sangre y sentimiento, Unzúa hace un recorrido por el hilo de su vida, un trayecto en el que su corazón ha quedado "dividido entre Egipto y Mieres".

Veinte años son los que han pasado desde que Nieves Unzúa decide emprender su primer viaje a Egipto. En busca de nuevas sensaciones y culturas por descubrir, Unzúa acaba haciendo de sus viajes "una segunda casa". No solo se enamoró de su gente, que ella misma define como "solidaria y abierta". Apasionada por la historia egipcia, termina por enamorarse de todo aquello que un día comenzó como una simple aventura. Un viaje sinónimo de tradición en el que Unzúa ha sentido la necesidad de "enseñárselo al resto del mundo, esto no se lo pueden perder".

Es a partir de su primer encuentro con la ciudad de El Cairo –entre otras– cuando Unzúa siente que debe crear algo diferente. A través de un amigo, empieza a organizar viajes grupales a Egipto. Considera necesario abandonar ese "prejuicio" hacia países cuya cultura evoca en los occidentales un sentimiento de temor hacia aquellas realidades desconocidas. Lucha para que el resto disfrute de "todo aquello como lo hago yo". Y así, veinte años después, la propia Unzúa que, lejos de ser historiadora, ha terminado por convertirse en una autodidacta nata.

Sus curiosidades por la cultura egipcia trasladan al resto una Nieves a la que solo le falta estar inscrita en el registro de El Cairo. Estas afirmaciones podrían sustentarse por su dominio histórico, pero también por practicar una lengua que domina "shuay shuay" (más o menos), en la que podríamos afirmar que está más próxima al más que al menos. Cuando Unzúa habla, sus palabras son capaces de traslada al interlocutor hacia esa cultura. Viaja a esas calles caracterizadas por el "regateo", por su gente solidaria y abierta. Incluso uno es capaz de saborear un buen plato de "Koshari".

"Adonae Nur", así es como han bautizado a Nieves sus más allegados en Egipto. Un país que ha convertido esta mujer de orígenes asturianos en una apasionada de su gente. Y, es tan recíproco, que Unzúa puede decir que es "madrina de ocho niños". Entre ellos se encuentra Linda, que lleva un nombre de origen hispánico en honor a Unzúa, que ya puede decir que es una más de la familia.

Egipto se ha convertido para "Adonae Nur" en un lugar en el que, por muchos años que pasen, "siempre volverás a aprender algo nuevo". Unzúa ha conseguido hacer de un país, un mundo. Una realidad que sueña con enseñar al resto con el propósito de que todos puedan apreciar lo que esta aventurera ya concibe como algo "natural".

Quizá sea su atrevida forma de ver el mundo la que hace de Nieves una persona tolerante, reivindicativa y respetuosa. Lucha para que todos consigamos ver con sus mismos ojos ese Egipto caracterizado por una gente de la que "tenemos mucho que aprender".

Pero la historia de Nieves Unzúa no tendría sentido sin los relatos de su padre, el mierense republicano, Paulino Unzúa, que se vio obligado a huir de su tierra con el fin de sobrevivir. Durante la Guerra Civil entró a formar parte de la 74ª Brigada Mixta del Ejército Republicano, creada en Madrid en 1937 y que provocó que Unzúa combatiera en distintas confrontaciones en la Península.

Su condición política provocó la huida de Paulino Unzúa, que ya nunca jamás pudo regresar a Mieres. Tras asentarse en distintos lugares, podría decirse que pasó el resto de sus días en Zaragoza, lugar en el que, sin olvidar ni un solo instante los recuerdos de su concejo, logró formar una familia y huir de los oscuros pensamientos derivados del conflicto.

Su historia no solo merece ser contada por ser sinónimo de lucha y reivindicación. Hace diez años, su hija, Nieves Unzúa, decidió conocer el "pueblín" del que tanto había oído hablar a su padre con el fin de recomponer su memoria. Es a partir de ese momento cuando Nieves, decide buscar al resto de familia, tratando de construir una historia que podría decirse "ha quedado a medias".

Sus paseos por Mieres o sus recorridos por las distintas minas, hacen que su hija "siga los pasos de su padre". La propia Unzúa afirma que quizá de este modo "consiga reconstruir las vivencias de Paulino". Este concejo no solo transmite en ella un sentimiento de nostalgia, también ilusión por recuperar sus raíces y no olvidar una historia que "merece ser contada".

Autóctona

Diez años de búsqueda han servido para que Nieves Unzúa haya conseguido sentirse autóctona de Mieres. Sus múltiples investigaciones, acompañadas de trámites burocráticos sin éxito, han hecho que esta aventurera sepa más de historia mierense que muchos de los que viven en el municipio. Sus ojos relatan la emoción con la que recuerda a su padre, del que afirma "no haber disfrutado del todo, murió cuando yo era muy joven". Hubiera agradecido poder escuchar sus batallas en profundidad, pero "era una niña, podría haberlo puesto en peligro".

El final de esta historia aún está por escribir. Podría terminar con la familia Unzúa recomponiendo una vida marcada por las miserias de los conflictos armados, una historia sinónimo de reencuentro tras una larga búsqueda. Pero, si no es así, Mieres habrá ganado una gran aportación para su concejo, una maña reconvertida en sus raíces o una "Adonae Nur" dispuesta a relatar sus vivencias en su segundo país, Egipto.

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