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Un ignorado descubrimiento en Pajares

El hallazgo de cinco valiosas monedas romanas entre 1828 y 1838: una de Diocelciano, dos de Maximiano y otras dos de Constantino el Magno

Dibujo de Alfonso Zapico sobre los hallazgos en Pajares.

Hasta el momento en el que comenzó a investigarse con profundidad la vía de La Carisa y se dieron a conocer los restos arqueológicos que se relacionan con su trazado, la opinión de los historiadores y arqueólogos coincidía en señalar que el itinerario mencionado en el Anónimo de Rávena que conectaba Legio con la costa asturiana transcurría por el puerto de Pajares y por lo tanto este había sido el camino más importante que comunicaba Asturias con la Hispania romana.

Pero el descubrimiento de un campamento legionario en el monte Curriechos y de unas fortificaciones en el Homón del Faro interpretadas como un sistema defensivo de los astures cambió ese planteamiento y el antiguo paso que modernizó Jovellanos ahora parece haberse borrado de los estudios históricos.

En La Carisa se vienen realizando excavaciones desde el año 2001 y la interpretación del lugar ha ido variando con el tiempo. En un principio se pensó en el escenario de grandes enfrentamientos entre astures y romanos y la existencia de las defensas de piedra apoyaban esta hipótesis, pero la datación por carbono-14 las situó de manera sorprendente entre los siglos VII y VIII, obligando a replantear la idea original.

No obstante, tras varios años de trabajos y prospecciones se insistió en la importancia de la presencia romana manifestando que la fortificación que había comenzado como un puesto de vigilancia para 180 legionarios fue ampliada en cuatro fases y llegó a ocupar más de cinco hectáreas con espacio para más de 5.000 hombres. Y aún más: recientemente se han identificado en las proximidades otros dos recintos defensivos más pequeños, lo que hace pensar a los investigadores en la posibilidad de un complejo militar de más entidad y sube la cifra de romanos a 7.000. Parece una fuerza necesaria si se considera que debían vencer a los 15.000 astures contra los que se dice que se enfrentaron. Sin embargo no me pregunten como se ha logrado redondear esta última cifra, porque no lo sé.

Sin menoscabo de los hallazgos de La Carisa yo sigo dando importancia a la vía de Pajares por muchas razones que aquí no tengo espacio para exponer, pero no comprendo por qué no se excava en condiciones la villa de Mamorana o se silencian hallazgos que son de dominio público como los que se produjeron en Campomanes durante las obras de construcción de la autovía a Castilla. En fin, como mi labor es contarles cosas, hoy les traigo una de estas noticias arqueológicas que está a punto de cumplir los dos siglos y permanece en el olvido.

Es un informe sobre varias monedas romanas halladas en Asturias durante los años 1828 y 1838, con expresión de los metales, descripción de leyendas y tipos, tamaño y estado de conservación que dirigió a la Real Academia de la Historia don Juan Poladura. Lo que nos interesa son los apuntes de 1828 porque en ellos se reseñan cinco piezas de cobre "halladas en las Cuevas de Pajares, concejo de Lena, por los destajistas que estaban reparando un trozo de la carretera que va a León".

Antes de continuar debo hacer ahora varias aclaraciones. La primera es una mera curiosidad: el escrito se firmó el 11 de julio de 1838 y por eso don Juan se refiere al concejo de Lena, sin embargo cuando se produjo el hallazgo y hasta 1829 la zona pertenecía al antiguo Concejo de Pajares integrado solo por la parroquia de San Miguel.

La segunda es poder ubicar correctamente el topónimo denominado Cuevas de Pajares. He consultado a mi amigo Luís Simón Albalá, gran conocedor de la zona, y después de sopesar las varias posibilidades que me propone me inclino por un lugar en donde hay una cuadra llamada precisamente "de Las Cuevas" al borde de la carretera general, unos metros al norte de Flor de Acebos. Ningún vecino tiene actualmente más datos, pero si nos fijamos en que Juan Poladura escribió que las monedas se encontraron reparando esta carretera, parece que se disipan las dudas.

La tercera y última aclaración es que las piezas que describió detalladamente en su informe Juan Poladura eran cinco. Una de Diocleciano, perfectamente conservada; dos de Maximiano, de las cuales una también estaba en muy buen estado y la otra no y dos de Constantino El Magno; igualmente junto a estas cinco se encontraron otras muchas que acabaron extraviándose.

Diocleciano y Maximiano compartieron gobierno en el año 293 formando una tetrarquía con Galerio y Constancio I como césares con menor categoría y se retiraron en mayo de 305. Entonces los dos últimos iniciaron una guerra civil que no acabó hasta la subida al trono en el 312 de Constantino I quien era hijo de Constancio. Lo que quiere decir que las cinco monedas de Pajares pueden datarse en una fecha aproximada y además por sus características sabemos que ninguna es posterior al 316.

En la segunda parte de su informe, referente a hallazgos entre marzo y junio de 1838, don Juan Poladura volvió de nuevo a tierras de Lena. Esta vez para reseñar dos monedas más antiguas acuñadas por Decio Trajano, quien gobernó entre 249 y 251. Las encontraron unos cabreros sobre una peña que está junto a la iglesia de Castiello, un sitio muy próximo a la villa de Memorana (o Mamorana si lo prefieren), de la que aún se desconocía su existencia. Una era de plata y estaba bien conservada y la otra de cobre plateado "a la que se le corrió la plata al tiempo de limpiarla".

Don Juan identificó a la segunda como de la época de Augusto, pero el hecho de que la cara llevase una cabeza con corona de rayos y en el reverso pudiesen distinguirse las letras DAVGG y una doncella con túnica con una pequeña Victoria en una mano y una lanza en la otra demuestra que también fue acuñada por el mismo emperador que su compañera.

El escrito se cerró con esta última nota: "Postreramente he tenido noticia de que un labriego había hallado un lagarto de metal del largo de una tercia perfectamente conservado, colocado este sobre un pedestal de acero al que hizo añicos soñando que fuese oro. Esta hambre maldita hace desaparecer y aún encubrir muchas preciosidades (si es que merecen tal nombre las memorias históricas que nos recuerdan la esclavitud de nuestros padres) y que acaso no se ocultarían tanto en la sazón presente si los gobiernos políticos de las provincias les asegurasen mayormente a los labriegos el valor íntegro de estos hallazgos. Así que me parece no sería importuno que la Academia se lo hiciese entender al ministerio de la Gobernación, supuestos que están adoptados estos medios para ilustrar la historia de nuestra mengua y afrenta".

El escrito de Juan Poladura llegó a la Real Academia de la Historia y fue contestado por el numismático e historiador Juan Bautista Barthe, quien trabajaba entonces como supernumerario en esta institución. En su respuesta manifestó que las monedas le parecían corrientes y no encontraba suficiente mérito para hacer mención especial de ninguna de ellas. A la vez juzgaba innecesaria la indicación de que la Academia llamase la atención del Gobierno para que abonase a sus descubridores el valor de las antigüedades que hubiesen encontrado y citaba las leyes en vigor opinando que podía limitarse a dar las gracias y que ya estaba escrito el modo y forma de conservar los monumentos antiguos y el pago de su valor a los dueños.

Una vez más vemos que no hay nada nuevo y esta actitud me recuerda lo sucedido hace unos meses con la entrega de unas hachas de bronce por un aficionado detectorista de metales que acabó siendo investigado como supuesto autor de un delito contra el Patrimonio Histórico. Lógicamente desde entonces no se han dado a conocer más hallazgos de este tipo en Asturias.

Con todo, Juan Poladura volvió a dirigirse a la Real Academia de la Historia en 1839 para comunicar otra noticia acerca de un tesorillo de veinte monedas de oro en Galicia, acompañando de nuevo su completa descripción y por segunda vez se encontró con la rácana respuesta de Juan Bautista Barthe concluyendo que otra vez se trataba de piezas comunes y sin interés. Sin embargo el embajador de Suecia en Madrid, coleccionista de antigüedades, no fue de la misma opinión y las compró para sacarlas de España.

No sabemos qué pasó con las que aparecieron en las Cuevas de Pajares y Castiello, pero en cualquier caso son una prueba más de la relevancia que tuvo esta vía tras la entrada de los romanos en Asturias y a la que la arqueología, más temprano que tarde, volverá a situar en el lugar que le corresponde.

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