El barrio de Santa Marina, consternado por el crimen de María del Carmen: "Había jaleos, pero no esperábamos que ocurriera algo así"

Los vecinos de la barriada obrera afirman que la víctima era "muy buena mujer", pero "con una vida difícil"

Barrio de Santa Marina de Mieres

Barrio de Santa Marina de Mieres

C. M. B.

La mesa del ventanal del Café Marco, en Mieres, estaba ayer por la mañana vacía. Como si de una muestra de respeto se tratara. Era el asiento que ocupaba siempre María del Carmen García Suárez, la mujer a la que mataron a golpes en un piso del barrio de Santa Marina. Bebía despacio un descafeinado con leche, pedía por favor un vaso de agua. "Yo no sé quién pudo hacerle esto, era muy buena mujer; si alguna vez fue mala, fue solo para ella", comentaba un cliente habitual.

Había inquietud en la cafetería. Pero lo que había en Santa Marina era sorda conmoción. La mujer vivía en un piso del número 21 de la calle Río Caudal, que estaba en el punto de mira por presuntos "trapicheos". El detenido por los hechos es el joven langreano D. H. R. que, según la familia de la víctima, había "okupado" la vivienda. "Había ir y venir de gente", afirmaron ayer los vecinos. La investigación apunta a venta de sustancias ilegales y realquileres presuntamente fraudulentos. El arrestado tenía una "estrecha amistad" con el hijo menor de la fallecida, que también vivía en el inmueble. Tanto él como su madre estaban diagnosticados de enfermedad mental.

"Estaba siempre como algo nerviosa, sí, pero no se metía con nadie", afirmaban en el Café Marco. La noticia llegó pronto al establecimiento, a la hora de los desayunos. "La echábamos algo en falta, pero para nada pensamos que pudiera ocurrirle algo así". Solía ir sola a tomar su descafeinado, a veces se sentaba con un hombre con el que mantenía una relación de forma intermitente -al menos, eso creen en el bar-. Solo algunos días la acompañaba su hijo, con el que discutía. "Nada importante, yo creo", matizó una clienta. "No es que tuvieran mala relación, que sepamos. Nos da pena del chaval, le hacía mucha falta su madre".

María del Carmen García Suárez había tenido dos parejas serias a lo largo de su vida, de las que nacieron sendos hijos. Aunque ella y el hijo menor habían vivido una temporada en Ciaño -donde conocieron al ahora detenido por los hechos-, ella era natural de Santa Marina. Los vecinos la conocían, también habían conocido a sus padres. "Ella tenía algún problema de salud mental, tuvo una vida complicada y eso pasa factura", explicó un vecino del portal contiguo al piso en el que ocurrieron los hechos.

No le había ido bien con sus parejas sentimentales y, desde que había vuelto a Mieres, todo parecía peor. La convivencia en el piso en el que fue hallada muerta era, según los vecinos, muy complicada. "Había jaleos, a veces se escuchaban las discusiones desde el portal", apuntó Sandra E. Pero, matizó a renglón seguido, "era imposible imaginar que podía pasar algo como lo que ocurrió. Impensable". "Da mucha pena pensar que haya acabado así", añadió. Muerta a golpes por todo el cuerpo.

La tarde del jueves, las luces azules de la Policía lo nublaron todo. "En cuanto vi el trajín que había en la calle, supe que era grave lo que había pasado". Josefina Pozo llegó hace unos días a su segunda vivienda en Mieres, porque ella vive habitualmente en el sur por su actividad empresarial. Estaba paseando a su perrita "Brisa" cuando vio el dispositivo policial. Luego, llegó la funeraria. "Lo cierto es que yo no me trataba con ella, pero me acongoja pensar que haya podido pasar algo así tan cerca de mí; en el barrio", apuntó.

Josefina Pozo, con su perrita "Brisa".

Josefina Pozo, con su perrita "Brisa".

Una barriada obrera, de toda la vida, en la que casi todos se conocen. Es por eso que el ir y venir de gente, en el piso de María del Carmen, llamaba la atención. "Entraban y salían chavales todo el día. Además, dicen que vivió ahí media España, porque lo realquilaban muy barato por habitaciones", apuntó un vecino de un bajo de Santa Marina. Una actividad que tampoco le pasó desapercibida a María Gutiérrez: "Vengo aquí a pasear al perro a diario, justo frente al portal 21, y a veces hasta tenía algo de miedo. Miedo no, bueno, como respingo; había algunos que a mí me parecía que tenían mala pinta".

La mañana avanzó ayer entre corrillos y teorías. "¿Pero quién sería?", se preguntaban. Los que conocían más de cerca a María del Carmen estaban preocupados por su hijo menor: "Yo hace unos días que no lo veo, esperamos que esté bien". Eran apreciados en Santa Marina, más por lealtad vecinal que por la relación que tenían. "Ella era algo especial, no hablaba mucho", aseguraban.

Un coche "zeta" custodió el piso de la calle Río Caudal durante toda la mañana. "Si están ahí los policías, es que todavía no cogieron al que lo hizo", sentenciaba una vecina con la barra del pan bajo el brazo. Más allá del mediodía, la costumbre ganó a la expectación. Los corrillos se fueron despidiendo, el olor a comida salía de las ventanas de los bajos. Alguien ocupó, en el Café Marco, la mesa del ventanal.

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