Gimnasio para "peques" en el colegio Lastra de Mieres

El centro educativo es pionero en Asturias en el trabajo de motricidad infantil con equipos adaptados a niños menores de tres años

El gimnasio del colegio Lastra.

El gimnasio del colegio Lastra.

Aprender a mover el cuerpo trabajando la motricidad es ya prácticamente una asignatura más en los colegios. El afianzamiento de la coordinación se esencial hasta los 7 años de edad para corregir problemas en la edad adulta, según recogen importantes estudios especializados. El colegio Lastra de Mieres es pionero en este campo al ser el primer centro escolar de la región en montar un gimnasio para sus alumnos más pequeños. Los pequeños aprenden a controlar sus maleables cuerpos en diminutas y bien acolchadas bicicletas estáticas, cintas de correr o bancos de pesas. Este gimnasio de “juguete” busca desarrollar la agilidad del alumnado, fomentar hábitos saludables, contener la competitividad mal entendida y acercarles el mundo de los adultos. Todo ellos en un contexto de diversión: “Nos gusta ir el gimnasio y ponernos fuertes”, aseguran los niños sin entender aún la importancia que tiene el trabajo que realizan con su profesor de educación física.

El gimnasio del colegio  Lastra.

El gimnasio del colegio Lastra. / dav

El minúsculo pero bien equipado gimnasio del colegio Lastra es a golpe de vista una “chulada”, como afirman los niños. “No tenemos constancia de que en Asturias exista otro parecido”, señala  Vicente Álvarez, gerente del colegio. El trabajo del centro se ha visto reconocido con un diploma de la Fundación Gasol: “La colaboración con esta institución es muy positiva, con la puesta en marcha de programas para combatir el sedentarismo y controles de peso según talla de los niños”.

El colegio mierense tuvo hace un par de años la inquietud de montar un pequeño gimnasio para sus alumnos más pequeños, de entre 3 y 7 años. Tras muchos buscar, encontraron una empresa que les suministró el material necesario para equipar la sala deportiva, que desde hace un tiempo ya es una realidad. Alfredo Matilla es el maestro de educación física: “Este equipamiento es un valor añadido que nos permite trabajar aspectos tan importantes como el equilibrio, el control postural y la coordinación. En este último caso, no solo a nivel general, sino la óculo-manual. Al mismo tiempo que se agarran a los aparatos logramos que se fijen en si lo hacen en los tiempos correctos por ejemplo”.

Los niños afrontan las sesiones de gimnasio más como un juego que como una clase. No se trata de trabajar la fuerza, ya que lo busca el centro es armonizar el trabajo postural. “El objetivo no es tonificar el cuerpo, como los adultos”, subraya Matilla. “En la cinta, por ejemplo,  no buscamos que corran más rápido; lo que queremos es que aprendan a tener el cuerpo recto y pisen correctamente. Lo que se pretende es trabajar la motricidad», apunta el docente.

El gimnasio del colegio  Lastra.

El gimnasio del colegio Lastra.

Otro factor importante es que los niños se sientan más cerca del mundo adulto. “Ahora entienden lo que significa cuando sus padres o un familiar les comenta que se va al gimnasio. Hay que tener en cuenta que a estas edades la mayoría de los niños ni se imaginan lo que es un gimnasio. Uno de los contenidos de la educación infantil debe ser facilitar el conocimiento del mundo”, subraya el profesor de educación física.. De igual forma recalca la importancia de fomentar desde edades tempranas hábitos de conducta saludables. 

El singular gimnasio del colegio Lastra permite al profesorado la obtención de ganancias formativas grandes a través de un recipiente pequeño. Es una herramienta valiosa, por ejemplo, para combatir la frustración de los niños. “Aunque el maestro quiera encauzarlas en otra dirección, las clases de educación física pueden volverse competitivas, aunque no haya puntos de por medio. En un ejercicio tan simple como el pañuelo, en el que se trabaja la anticipación y la velocidad, uno sabe que acaba de correr más rápido que su compañero. En cambio, en las bicicletas estáticas cada uno está en su sitio y no percibe si va rápido o lento. Así se puede corregir los problemas de movilidad sin menoscabar la confianza de ningún niño”.

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