de lo nuestro Historias Heterodoxas

José Antonio Díaz, un trapecista de Turón

Completó una carrera desarrollada en más de 40 circos y formó con su mujer y su hija el grupo "Los Trinidad"

Acróbatas de Turón.

Acróbatas de Turón. / Alfonso Zapico

Ernesto Burgos

Ernesto Burgos

Hace años escribí en una de estas páginas la historia de Maximino Rodríguez Viejo "Monroe", el equilibrista nacido en Revallines, que alcanzó fama mundial innovando la técnica del rulo, una tabla que se coloca sobre un tubo para hacer acrobacias. Maximino trabajó en los mejores circos de su época y recorrió el mundo demostrando tanta habilidad que la prensa internacional lo bautizó como "Crazy Monroe" y en España fue conocido como "el loco del rulo".

Para escribir busqué y contrasté los datos en dos o tres fuentes distintas, pero me fue imposible recabar información de primera mano. Lo que suele ocurrir en estos casos es que existen muchos escritos, pero siempre beben de uno original y en este "corta y pega" los errores se repiten, de modo que es inútil comparar unos textos con otros porque todos ponen lo mismo.

Lo cierto es que, tras su publicación, tanto su sobrina Rosa María Rodríguez como su viuda Nicole Magdenel, me escribieron por separado para señalarme algunos errores, afortunadamente de poca importancia y sobre todo para agradecerme el recuerdo a "Simo" o "Simino", como lo conocían los suyos y apoyar mi petición de que en Mieres se perpetúe su nombre, por ejemplo, denominando así al polideportivo de Santa Cruz.

Gracias a estos contactos me aficioné a leer revistas y ensayos sobre el mundo del circo y así encontré la tesis presentada por Miguel Ángel Tidor López en la Universidad de Granada, en 2016, con el título "Hacia una formación oficial de las artes cirquenses en España" que compendia magistralmente todo lo relacionado con esta temática. En ella, por supuesto, se recoge la figura de Monroe, pero también se cita a otro mierense, más joven y mucho menos conocido, que hoy quiero presentarles.

Me refiero a José Antonio Díaz Fernández, nacido el 17 de febrero de 1953 en Bárcena de Turón, quien dejó esta tierra para convertirse en uno de los mejores trapecistas de España. Después de preguntar, como siempre hago cuando quiero conocer más datos sobre las gentes de este valle, a mi amigo Carlos Vega Zapico, puedo añadir pocos datos más: tan solo que sus padres se llamaban Avelino y Gloria, y que la familia vivía al lado de la iglesia de La Cuadriella.

La casualidad hace que La Cuadriella también figure en nuestra historia local vinculada a otro artista del circo: el popular prestidigitador Santiago Jaraba Leal "Kaniska", quien al contrario que nuestro trapecista, cuando ya se había forjado una carrera trabajando por toda Europa y el norte de África, lo dejó todo para casarse y establecerse en la cuenca minera.

Sin embargo, la trayectoria vital de José Antonio Díaz fue completamente distinta. Después de intentar inútilmente contactar con alguien de su entorno me he decidido a presentarles a ustedes a este personaje recogiendo las informaciones que he podido recopilar en blogs y revistas. De cualquier forma, creo que no podía dejar de acercarles a uno de los nuestros, aunque prácticamente desconocido en Mieres, y espero que alguien haga llegar esta historia a quien pueda confirmar o corregir estos datos.

Los pocos biógrafos que se han ocupado de José Antonio coinciden en escribir que su niñez se terminó de repente cuando a los once años asistió en Gijón a una de las funciones del Circo Kron. Aquella tarde quedó tan fascinado por aquel mundo de fantasía, que al día siguiente volvió a acercarse hasta la carpa para ver cómo los artistas ensayaban y preparaban sus números.

Y entonces vio a una joven que solo tenía dos años más que él y estaba entrenando con su padre el número del alambre bajo. Se llamaba Rosa Mari Segura y pertenecía a una dinastía que contaba con artistas de gran prestigio. Su abuelo, José Segura, había fundado un circo con su apellido, tuvo nada menos que veintiún hijos. Rosa Mari era a su vez la última hija del número catorce y entre sus tías estaba la famosa Pinito del Oro, indiscutible reina del trapecio, la misma disciplina que ella también iba a practicar con éxito.

El caso es la pequeña alambrista ayudó al turonés a esconderse en uno de los camiones del circo y este se fue con ellos por tierras castellanas hasta que su director lo obligó a volver a casa. Pero José Antonio ya llevaba la pasión por el espectáculo en sus venas y seis años más tarde, cuando el circo Kron –donde seguía trabajando Rosa Mari Segura– volvió a Gijón, insistió hasta que el trapecista Alfredo Silver le hizo una prueba que supuso el primer paso de su carrera.

A partir de este momento fue trabajando en los mejores circos del país: en 1971 estuvo en el Berlín Zirkus de Cristóforo Cristo –el padre de Ángel Cristo– recorriendo Argelia y Portugal; en 1972, en el Circo Checoslovaco, del propio Ángel Cristo; y después en el Circo México; en 1973, en el Circo Atlas y, en 1974, de nuevo con Ángel Cristo, esta vez en el Circo Ruso.

Después siguió moviéndose por otros países, integrado en las troupes más famosas de cada momento, de manera que al final de su carrera artística había presentado sus habilidades en más de 40 circos. Por su parte Rosa Mari Segura también iba a desarrollar una dilatada carrera y en la década de 1980 sería conocida como la "Madonna" del trapecio por la figura que formaba juntando sus manos para ayudarse a mantener el equilibrio.

Como sucede muchas veces con los artistas cirquenses, José Antonio Díaz practicó diferentes disciplinas, aunque durante muchos años su especialidad fue el trapecio, en las funciones de ágil y de portor. Si ustedes desconocen estos términos, les diré que en estos ejercicios de acrobacia se llama portor a la persona que soporta al ágil y ágil a quien salta por al aire ayudado por los portores que lo lanzan y lo recogen.

En 1979, empezó a compaginar esta disciplina con el patinaje acrobático y al año siguiente se casó con una mujer ajena al mundo del circo, Elena de Zayas, con quien tuvo el 21 de enero de 1983 a su hija, Elena Díaz de Zayas. Ambas acabaron uniéndose a él en el mundo del espectáculo.

En todos estos años la familia, a la que se llegó a anunciar como "los trapecistas que empiezan donde los demás terminan", vivió momentos de gloria y felicidad, pero también sufrieron las consecuencias que entraña jugar cada día con el riesgo: en 1990, mientras realizaban un número de patinaje acrobático, José Antonio y Elena sufrieron un accidente que les forzó alejarse de la pista durante ocho meses y, en 1993, José Antonio tuvo que ser operado de los meniscos en Nápoles.

Otra de las facetas que se destacan siempre sobre este artista turonés es su facilidad para enseñar sus conocimientos a otros artistas; lo hizo con su mujer y su hija, pero también preparando a otras troupes de renombre como la familia italiana La Veglia que llevaba en 1983 el Circo Wegliams. Asimismo, en 1990, el año en que él y Elena sufrieron el accidente, estuvo tres meses con el Circo Wonderland instruyendo a sus trapecistas.

Poco a poco, José Antonio Díaz dedicó cada vez más tiempo a transmitir a otros los recursos del trapecio volante, el patinaje acrobático y la cama elástica, mientras él a su vez se iniciaba en otra disciplina que apenas tenía que ver con las que había practicado hasta entonces: el adiestramiento de leones, al que se dedicó hasta marzo de 1989.

Pero, aunque las actuaciones de riesgo exigen una preparación física excepcional que solo puede darse en la juventud, José Antonio mantenía aún su habilidad y entre 1992 y 1995 formó junto a Elena de Zayas y su hija el grupo "Los Trinidad" en el que compaginaban los trapecios con el patinaje y la percha. Elena Díaz de Zayas también actuó en esos años con el hula-hop, demostrando otra vez la versatilidad de los artistas del circo.

José Antonio y su mujer cerraron voluntariamente su carrera cuando aún disfrutaban del favor del público, en junio de 2002, para establecerse en Valencia dejando como herencia algunos discípulos de calidad excepcional; mientras tanto, su hija Elena Díaz de Zayas siguió triunfando con sus números aéreos en España y por toda Europa.

En el año 2007, el investigador Francisco Martín Medrano, publicó en el número 21 de la revista asturiana "La Ratonera" el mejor artículo que he leído sobre nuestro acróbata: "El trapecista asturiano y su familia: Los Trinidad". Lo cerró con unas opiniones de la pareja cuando se cumplían cinco años desde su retirada. Elena de Zayas afirmó entonces que el circo le había proporcionado "fuerza, entereza de carácter, conocimientos de las raíces de otros lugares, un bagaje repleto de satisfacciones personales y laborales, increíbles anécdotas y una agenda llena de buenos amigos".

José Antonio Díaz tuvo la suerte de cumplir sus sueños y convirtió lo que solo era una ilusión infantil en una de las profesiones más hermosas que nos podemos imaginar: hacer felices a los demás.

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