de lo nuestro Historias Heterodoxas

De comilones y comensales

Repaso a algunos de los personajes de Mieres populares por su apetito voraz, como aquel trío de amigos que pedía fabada para ocho

Recreación de una comida en un restaurate mierense.

Recreación de una comida en un restaurate mierense. / Alfonso Zapico

Ernesto Burgos

Ernesto Burgos

Según define la Real Academia, un comilón es aquel que come mucho o desordenadamente, mientras que se llama comensal a cada una de las personas que comen en una misma mesa. Entendiendo entonces que podemos referirnos en estos términos respectivamente a los zampones y a los miembros de peñas gastronómicas, hoy voy a contarles algunas cosas sobre los que hubo y hay en Mieres, diferenciando perfectamente entre las dos circunstancias, ya que mientras los primeros se dedican únicamente a satisfacer su apetito con desmesura, los segundos hacen del yantar un buen motivo para compartir vivencias y reunirse con los amigos.

De comilones y comensales

De comilones y comensales / Ernesto BURGOS

Seguramente, el más popular de nuestros tragones fue "Guarrintio", del que los mayores aún guardarán recuerdo. Vivió detrás de la capilla del Carmen en La Villa y fue conocido por su dieta condicionada por la extrema miseria que le forzaba a nutrirse con cualquier animal callejero que tuviese suficiente carne para rellenar su olla. Desgraciadamente, fueron muchas las ocasiones en las que el pobre hombre sirvió de entretenimiento a los señoritos que se reían de su necesidad y a los que en algún momento superó con sus propias iniciativas, como ocurrió cuando después de cumplir con satisfacción una apuesta en la que debía comerse una docena de piononos de buen tamaño en un tiempo muy corto, remató la faena pidiendo media docena de huevos fritos para quitar el sabor del dulce.

Dejando de lado a este personaje marginal, en el Mieres de principios del siglo XX hubo otros tragones que adquirieron fama pagando religiosamente sus menús por los numerosos restaurantes que entonces daban fama a un concejo que al decir del escritor Víctor Alperi llegó a tener en la década de 1920 unos cincuenta lagares industriales.

Tengo en casa unos folios de Óscar García contando algunas anécdotas a este respecto. "Oscarín" fue sin duda el mejor camarero de nuestra historia, hasta el punto de que las autoridades le perdonaban su militancia comunista llevándolo hasta Oviedo para que sirviese a Franco cuando este visitaba Asturias. Él escribió en 1989 que los que hasta entonces se llamaban grandes comilones empezaban a denominarse gourmets y daba nombres como los de Xuaco "Micaela" o Pepón "el del Franco Astur ", quienes eran capaces de comer cuatro o cinco platos de fabes y medio pollo más el postre y se quedaban tan tranquilos.

También Chuchu "Gabrielín" que comía por tres, Juanín "el Grillu" –así llamaban a nuestro cantante–, o "Gasparina", que tenían un comer "engañosu". Óscar citaba también el caso de otros tres señores de Turón y Mieres, sin dar sus nombres, que en una ocasión encargaron en un lugar de mucha solera fabada para ocho y solo tres asientos. La señora, una mujer mayor pero acostumbrada a no asombrarse por nada, recogió cinco cubiertos de la mesa y dejó solamente los de los tres, pero quedó anonadada cuando vio que después de arrebañar les fabes con todo el "compangu" pidieron una tarta casera que ella hacía muy bien y remataron con un poco de queso.

Otros comilones con fama fueron Pedro "el Carlista", de Loredo, al que muchos conocían por el segundo apodo de "Foyarasca" por su rechazo a las ensaladas que él denominaba así. Y al borde de la leyenda, Tino "el Cuipu", quien ante un saco de oricios no dudaba en comerse algunos con cáscara, una vez eliminados los pinchos.

José María Pellanes, otro de nuestros imprescindibles, decía que entre los paisanos de antes que podían permitírselo era un clásico acercarse a comer hasta la zona de Villamanín y Busdongo con la disculpa de probar los vinos de la Tierra de León. Así lo hacían dos hombres acomodados: Jacinto de la Losa, delegado para esta zona de los productos "La Luz" de Noreña, y Avelino Lada, quienes se encerraban con esa disculpa en el balneario de Villanueva de La Tercia. Hasta que un día fueron sorprendidos por otros amigos que descubrieron que sus retiros eran solo para consumir viandas traídas de lejos y "riojas" de alta calidad.

De Pellanes guardo también una nota con esta curiosa anécdota ocurrida en el mes de diciembre de 1919 cuando el Orfeón de Mieres, dirigido por Reinerio García, fue condecorado con la Gran Cruz del Mérito Civil concedida por Alfonso XIII. Hasta Madrid se trasladaron las 120 voces mixtas que lo formaban, acompañados por sus directivos, para cantar en el salón de columnas del Palacio Real ante la ilustre familia que manifestó su sorpresa porque los mineros asturianos supiesen usar esmóquines e incluso fracs y que las mujeres luciesen con soltura sus elegantes vestidos largos.

El caso fue que el conde de Mieres, que acompañó a la delegación, hizo que se premiase a los orfeonistas que trabajaban en Fábrica de Mieres con tres días de jornales para que los gastasen disfrutando en la capital. Un grupo de seis varones se fueron a comer calle Montera arriba hasta la red de San Luis. Eran Ramón Antuña, Pedro Crespo, "Gasparina", Juan Menéndez Muñiz ("Juanín de Mieres"), Fernando Chapolé y Pepón "el del Franco Astur". Allí se encontraron con unas estufas de leña que entonces se colocaban a la puerta de los bares y restaurantes calentando grandes sartenes con frituras que servían de aperitivo.

Los mierenses se detuvieron ante uno de estos bares y pidieron seis chatos de Valdepeñas que vinieron acompañados cada uno de un frito pequeño, riquísimo en sabor, curruscante al morder y sujeto con un palillo, y como les supo tan rico, Pepón interrogó al mesonero: "¡Oiga paisano, pónganos más de este bocado! Muy rico, pero sabe a poco, ¿Qué fue lo que nos puso?", "Gorriones fritos", contestó el interpelado.

Ellos nunca habían comido en Mieres ni en ninguna parte gorriones fritos, pero Pepón, con el hambre que mandaba siempre, dijo agudo y concluyente: "Como se trata de gorriones y pa dejanos bien, pónganos un "bandu" de ellos, que los acabamos". Y cuentan que efectivamente aquel día se acabaron los gorriones en la red de San Luis por el "saque" de los seis amigos.

Pero les decía antes que también les iba a contar algo sobre quienes se reúnen a comer con más mesura. Recuerdo que mi tío Julián Burgos me contó una vez que en las décadas de los cincuenta y los sesenta eran frecuentes los banquetes de amigos con cualquier motivo e incluso existía una especie de contraseña para informar de estas convocatorias a los conocidos: "Oye, mañana hay ‘tayadaje’ en tal llau".

Lo cierto es que esta villa siempre ha sido un lugar de peñas gastronómicas más o menos estructuradas y citarlas a todas me llevaría demasiado espacio; por ejemplo, actualmente los Amigos del Club Junior siguen juntándose cada mes en su local de la carretera de Langreo para comer, charlar y jugar al mus. Pero las más importantes son otras dos peñas ya históricas que se reúnen fielmente desde hace más de tres décadas.

La primera es la Peña Cultural y Recreativa "La Masera", de la que forma parte mi buen amigo Alejandro Peláez, quien me ha proporcionado los datos que les voy a trasladar a continuación. Esta sociedad nació de la idea del industrial local Luis Casaprima, que hacia 1980 sondeó a varios empresarios y comerciantes mierenses de diferentes sectores y unos años después (hacia 1984) se instalaron en La Pasera, donde acababa de cerrar Casa Calderón, adquiriendo parte de sus instalaciones y la totalidad de su bodega y bebidas alcohólicas, algunas de las cuales guardan todavía.

A pesar de que las condiciones de entrada eran muy restrictivas y la cuota de admisión de 100.000 pesetas, muy elevada para la época, llegaron a ser cincuenta socios, todos varones. La peña fue legalizada en 1992 y desde entonces ha ido perdiendo comensales al ritmo de la crisis demográfica que afecta a nuestro concejo, aunque los irreductibles siguen reuniéndose cada viernes en su local de la calle Doce de octubre 44, donde ellos mismos compran y cocinan las viandas que consumen, prolongando las comidas en unas largas y agradables sobremesas.

La segunda es la asociación "Tertulia 17", fundada por un grupo de amigos que se reunía en el bar "L’ Abellugu" de la calle Ramón y Cajal. Su objetivo pasaba por combinar la gastronomía con la cultura como un elemento dinamizador de Mieres y, poco a poco, fueron acogiendo a otros miembros hasta cerrar su número en 17. Se legalizó en diciembre de 1990 con Isaac García Palacios y Javier Bello Cortigo como presidente y secretario, respectivamente. En vez de tener un comedor fijo, se dedican a recorrer los restaurantes del concejo de Mieres para poder otorgar cada año una distinción al que ellos consideran el mejor de entre los visitados. También organizan conferencias y visitas a lugares de interés y en abril de 2022 rompieron la tradición de la mayoría de estas asociaciones incorporando a la primera mujer: Pilar Fidalgo Pravia. Una decisión y una elección que no puedo más que elogiar.

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