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de lo nuestro Historias Heterodoxas

Seis pasquines chinos

La historia del mierense Elías Suárez, fraile augustino enviado como misionero en 1880 a la ciudad de Changde, donde fue perseguido

El viaje del fraile mierense a China, visto por Alfonso Zapico. Alfonso Zapico

A veces a uno le salen al encuentro algunos recuerdos que ya había olvidado. Hace más de tres décadas, aprovechando mi primer destino laboral pude realizar en Valladolid un trabajo de investigación que me ocupó en las tardes de los meses de niebla. Entonces pasé muchas horas en la biblioteca orientalista que reúne toda la documentación de las misiones de los Agustinos Filipinos reuniendo información sobre uno de ellos: el mierense Elías Suárez, nacido en 1852 en la aldea de El Cadaval, que fue uno de los primeros frailes enviados por la orden para predicar el catolicismo en China.

En una de estas primeras Historias Heterodoxas, cuya lectura les agradezco, ya les conté la corta pero azarosa vida de este hombre que hasta entonces solo había sido recordado en nuestra tierra por una pequeña biografía que publicó Fausto Vigil en 1925.

No voy a repetir ahora los mismos datos, pero sí quiero detenerme en un momento concreto de la peripecia vital del religioso. En 1880, después de prepararse en el seminario de Vigán, en Filipinas, y estudiar el idioma ilocano, el padre Elías fue enviado con otro compañero a la ciudad de Changde, que entonces ya contaba 400.000 habitantes y donde permanecían en la clandestinidad unas pocas familias católicas bautizadas por los franciscanos en un intento de misión anterior del que habían tenido que desistir.

Entonces, debido a la persecución de las autoridades, los dos agustinos fracasaron también en su intento de ampliar esta comunidad y tuvieron que permanecer escondidos en una pequeña barca alimentándose solo de calabaza con vinagre lo que los hizo enfermar, de manera que se vieron obligados a retornar a Filipinas.

Dos años más tarde, el padre Elías volvió a China ya repuesto y con un nuevo compañero, pero otra vez volvió a encontrarse con el riesgo de perder la vida, porque los ilustrados de la ciudad se enteraron de alguna manera de su próxima visita y prepararon el ambiente para que todos los ciudadanos se enfrentasen a ellos, disponiendo duras sanciones en caso contrario.

De manera que cuando los dos frailes llegaron a la zona tuvieron que repetir la historia volviendo a esconderse en una pequeña barca con el pequeño altar portátil que llevaban consigo y algunos alimentos hasta que el frío del invierno y las piedras que les lanzaban desde la orilla en cuanto eran reconocidos, les obligaron a desistir definitivamente de su viaje.

El padre vivió entonces una verdadera aventura cuyos pormenores acabó redactando en un texto llamado "Relación de lo sucedido en vicariato de Changteh". Este texto no fue publicado por la Orden Agustina hasta 1936 –una década más tarde del estudio publicado por Vigil– y por lo tanto es desconocido en Asturias.

En él fue detallando sus intentos fallidos para poder asentarse en aquella región, su predicación clandestina y sus penalidades; pero tan interesante como estas vivencias personales es la inclusión de siete de los pasquines que se colocaron en Changteh para disponer a la población en contra de los misioneros. Se trata de un ejemplo extraordinario que nos enseña la visión que se tenía en la época de Guanxu, el penúltimo emperador de China, sobre los occidentales que intentaban colonizar China y el temor a que sus tradiciones ancestrales pudieran verse contaminadas por la predicación del cristianismo.

Antes de nada, debo decir que el odio a los católicos había aumentado tras el hallazgo en junio de 1870 de los cadáveres de más de treinta niños en un orfanato que los franceses tenían abierto en Tientsin. A causa de este hecho los habitantes de la ciudad sacaron a los niños de otros orfanatos e incendiaron los consulados de Francia, Inglaterra y EE UU, de modo que estas potencias forzaron al gobierno chino a tomar represalias y las autoridades locales tuvieron que dar ejemplo ejecutando a 16 personas.

Esto no hizo más que aumentar el rencor contra los extranjeros y en 1876 y 1879 se repitieron por otras provincias los ataques a iglesias y los incendios de hospitales. Mucho tiempo después, Mao Zedong afirmaba que cada vez que se abría un capítulo de la historia moderna de China, los misioneros aparecían cometiendo numerosas atrocidades en desempeño de su papel y que las armas de agresión del capitalismo extranjero habían sido por este orden el cristianismo, los comerciantes y los cañones.

Por una coincidencia, los habitantes de Changteh supieron de la inminente llegada de los agustinos cuando se estaban celebrando en la ciudad unos exámenes para elegir a los llamados "literatos". Era algo similar a las oposiciones actuales de la función pública donde se presentaban los jóvenes más cultos e instruidos de la región, que rivalizaron para redactar los pasquines con un estilo elegante y expresivo, mostrando así sus conocimientos a una mayoría ignorante que los consideraba como una casta superior.

Voy a mostrarles a continuación algunas de las opiniones que se expresaron en estos carteles colocados en las puertas y las murallas de la ciudad y que el padre Elías pudo conocer gracias a uno de aquellos cristianos que se jugó la vida contactando en secreto con los frailes europeos.

Algunos se limitaban solo a repetir amenazas para disuadir a los posibles colaboradores de los frailes: "Salgamos a recibir a los europeos a la orilla del río y entreguemos sus cuerpos a los peces antes de que lleguen a entrar por las puertas de nuestra ciudad. Por lo tanto, si alguno se atreviese a venderles heredades, les diese comida o bebida, o de algún otro modo les socorriese, desde ahora le hacemos saber que tendrá pena de muerte sin ningún género de clemencia".

Sin embargo, en otros se extendieron en más observaciones como esta definición de los europeos: "Son una raza de gente cruel y salvaje, que habita en un país rodeado de mar y forman un reino que ya es gobernado por un hombre, ya por una mujer. Su forma es tan rara que la mitad es de hombre y la mitad de bestia".

Evidentemente, esta es una clara referencia a los ingleses y la mujer con ese cuerpo mitológico era la reina Victoria. El padre Elías hizo una anotación a este párrafo aclarando que tener una gobernanta era un gran crimen en China porque la mujer no poseía allí ninguna consideración. Sin embargo nuestro fraile olvidó escribir que en aquellos momentos quien realmente mandaba en China era la tía de Guanxu, la emperatriz viuda Cixí, que nosotros conocemos por el cine por sus maldades y sus uñas imposibles. Una mujer intrigante que realmente terminó dando un golpe de estado contra su sobrino para hacerse con el poder total en 1898.

Aquellos literatos también se preocuparon por ir desmontando en sus pasquines las creencias cristianas, aunque con argumentos muy simples como decir que Jesucristo sanaba a los enfermos, pero también lo hacían los médicos chinos, o que si hubiese sido Dios no se habría dejado traicionar ni crucificar ni permitiría que se destruyesen y pisasen sus imágenes. Además, como por la misma época los protestantes también intentaban penetrar en China, afirmaban que el cristianismo se dividía en dos sectas y no podía saberse cuál de ellas era la verdadera.

Luego añadieron otras reflexiones siniestras y más difíciles de interpretar, con el objetivo de amedrentar a los posibles conversos: "Cuando alguno muere le sacan los ojos y el corazón para hacer medicinas. Los niños entre ellos son tratados como hormigas. Son tan inmundos que beben el agua sucia de los ríos". O esta: "Muere un hombre y ellos son invitados: entran en tu casa y vociferando echan de ella a tus familiares; se acercan al cadáver, le sacan los ojos, le atacan las orejas, le arrancan el corazón, con un poco de medicina cierran la herida; luego lo utilizan para hacer moneda falsa".

Los pasquines sirvieron a la vez para criticar otras costumbres europeas: "Entre ellos lo mismo hombres que mujeres pueden enseñar". Y basándose en alguna imagen que habían visto del Papa y los hábitos de los jesuitas: "Su rey es un diablo blanco y los ministros mandarines negros". También dieron su visión de lo que sucedía en las misas: "Cada quince días se reúnen hombres y mujeres y hacen las cosas más deshonestas que se pueden decir e imaginar". Y sobre la utilidad del agua bendita que los frailes llevaban consigo: "Tienen agua diabólica mezclada con medicina, te la dan a beber y si la tomas quedas privado del juicio". En cuanto a la práctica médica de las sangrías, muy extendida en esa época: "Si enfermas vienen a curarte y si no tomas sus medicinas acribillan tu cuerpo a puñaladas".

Tras su fracaso, el padre Elías Suárez tuvo que dejar China definitivamente a principios de 1884, afectado de paludismo y se retiró a la remota aldea de Paoay, donde sumó otra enfermedad a su quebrantada salud, unas "viruelas malignas" que lo mataron a los 33 años. Allí quedó su cuerpo para siempre.

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