Entrevista | Paco Pil Pinchadiscos, actuará el viernes en Turón
"El confinamiento unificó gustos; muchos niños escuchaban la música de sus padres"
"En la ruta del bakalao no había tanto desfase, había gente golfa pero también mucho inocente, y las drogas eran más limpias, ahora son veneno"

Paco Pil en una imagen promocional. / LNE

Francisco Javier Fernando Rodríguez Valero tiene nombre de funcionario o de abogado, del hombre del traje gris que cantaba Sabina en el 88. En aquellos años el joven Francisco ya era pinchadiscos y había adoptado como apellido el nombre de la banda que formó Johnny Rotten tras dejar los "Sex Pistols", el grupo "Public Image Ltd". Así, Francisco Javier Fernando Rodríguez pasó a ser Paco Pil. El resto es historia de la música tecno, una historia que incluye himnos como "Viva la fiesta" o "Johnny Techno Ska". Paco Pil estará este viernes en las fiestas del Cristo de la Paz, en Turón. Será a partir de las 23.00 horas y pinchará acompañado de Brisa Play.
–¿Qué es de Paco Pil en 2024?
–Sigo en activo, quizás más activo que antes. Estamos en todos los festivales que recuerdan los años 90 y dando vueltas por toda España. He escrito un libro, "Me debes una fiesta", y el año que viene pondremos en marcha el proyecto Candy Rave.
–Hay un revival de los 90, ¿a qué cree que se debe?
–Es algo cíclico. En los 90 mirábamos hacia los 70. Las nuevas generaciones siempre miran hacia atrás. Además, la pandemia ha unificado gustos porque durante el confinamiento muchos niños y jóvenes escuchaban música con sus padres.
–Después de su enorme éxito en los 90, su relación con la industria musical no fue muy buena, acabó muy decepcionado.
–La industria me decepcionó cuando me di cuenta de que lo artístico no importaba. Ellos estaban ahí para ganar dinero y yo no era más que un número. Cuando me di cuenta de eso me quedé noqueado. Además hubo otras cuestiones que me hicieron mucho daño. Hacíamos conciertos para recaudar fondos para un niño que se llamaba Eric y que necesitaba un trasplante de médula. Se recaudó mucho dinero y la discográfica se apuntó todos los tantos. Un día me encontré al padre de Eric y me dijo que no le había llegado ese dinero. Puse dos millones de pesetas de mi bolsillo, que era lo que faltaba para la operación. Entre eso y otras cosas, sí, acabé muy decepcionado.
–Usted ganó mucho dinero. En los 90 cobraba un millón de pesetas (6.000 euros) por sesión. De aquella, era una cifra más que importante.
–Bueno, medio millón era para la compañía, pero sí, gané mucho dinero. También me robaron mucho y cuando lo dejé todo, doné lo que me quedaba. Bueno, lo disfruté, no lo puedo negar. A día de hoy no gano tanto pero llevo más años trabajando de manera estable. En los 90 tuve cuatro años de un éxito total, ahora llevo desde 2012 con una línea más constante.
–¿La ruta del bakalao de los 90 fue tanto desfase como recordamos o nos pasa como con La Movida de los 80, que al final no fue para tanto y se magnificó con los años?
–Todo depende desde donde lo vieras. En plena ruta había gente muy inocente y gente muy golfa. Hombre, no había tanto desfase, yo no lo vi tan desfasado. La mayoría de la gente elegía sus tiempos, ibas a una sesión a las cinco de la mañana y bailabas hasta las doce del día siguiente pero luego te ibas a casa a dormir y ducharte.
–Lo que había era mucha droga.
–Como ahora. Y hay que dejar claro que drogas siempre son malas, pero dentro de lo malo las hay más limpias. No es lo mismo fumarse un porro que meterse un pincho. Los éxtasis que tomábamos en los 90 eran 200 miligramos de MDMA, pero después se encareció y empezaron a rellenar con sustancias venenosas. Lo que siente la persona no es colocón sino un envenenamiento. Antes había buenas drogas y la gente más o menos sabía drogarse, era muy distinto.
–Hay mucha diferencia entre un pinchadiscos de los 90 y un dj actual.
–Nosotros éramos artesanos. Soy de la época en que llegaron los primeros samplers, los primeros programas de producción. Grabábamos en pistas analógicas. De ahí ese toque de remover sensaciones que tiene la música de los 90, la de ahora no tiene el mismo flow, hay ciertas cadencias en las armonías que solo las hacen los humanos, el corazón. Nosotros llegábamos a la discoteca con 200 discos e ibas viendo como iba la noche. Todo tenía un sentido. Una sesión es como hacer el amor, con un acercamiento, un roce, unos besos, hasta llegar al clímax. Eso ya no se hace.
–En lo personal ha tenido usted sus altibajos. Pasó de ganar un millón por noche a lavar coches.
–Y me gustó. Estaba encabritado con el sistema discográfico y lo hacía con mucho gusto, diciendo olé mis huevos. Esos altibajos me han llenado de experiencia. Lo veo todo muy positivo. He sido bastante bandarra. Ahora estoy más relajado, tengo demasiado trabajo.
–¿Y cómo es ahora una sesión suya, también más relajada?
–No, no. Es un show muy de cuerpo a cuerpo, con las canciones que marcaron nuestra juventud.
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