Fieles a los Mártires: Mieres disfruta de la gran romería del otoño asturiano

Una lluviosa mañana desluce la fiesta de Los Mártires, que remonta el vuelto por la tarde

Un intenso aguacero, tras la primera misa del día, previno a los más madrugadores, advirtiendo de que la celebración iba a estar este año ligeramente licuada, una condición que no combina bien con las fiestas de prau. Los Mártires de Valdecuna, en unas cosas para bien y en otras para mal, son algo más que eso. Eran las ocho de la mañana y muchos fieles ya merodeaban por los alrededores de Insierto. La romería se vio lastrada por el mal tiempo, hasta que ya pasada la hora de comer el sol irrumpió para facilitar el disfrute vespertino de la gran fiesta otoñal de Mieres, la de la sidra y los corderos al hombre. Seña de identidad entonada por Víctor Manuel hace ya más de medio siglo.

«A Los Mártires se sube haga bueno o malo. Otra cosa es que si llueve mucho se baja antes, porque somos de Mieres, no de Bilbao», apuntaba entre risas Jorge Vidal mientras se resguardaba bajo el paraguas que le ofrecía su pareja. La lluvia, que fue apareciendo insistentemente hasta pasadas las dos de la tarde, mermó sensiblemente la afluencia a la fiesta. «No recordábamos tan poca gente», coincidían en apuntar la mayoría de los presentes.

Los Mártires son ciertamente más que una fiesta de prau, pero su esencia está ligada al verde, una tonalidad que abraza todo el entorno del santuario de Insierto, pero que desde hace unos años se deja mirar pero no se puede tocar: «Es una pena que ya no se puedan utilizar las fincas de los alrededores para sentarse a comer», recalcaron muchos de los presentes en la romería. Se trata de una queja se viene repitiendo incesantemente desde hace ya bastante tiempo.  

La romería de los Mártires se centraliza en el entorno del santuario que, dedicado a San Cosme y San Damián, se encuentra en Insierto. Hasta hace unos años todo el frente de fincas que se ubica encarado con el templo se llenaba de personas, dando colorido a la celebración y facilitando que cientos de asistentes pudieran disfrutar de una comida campestre cómodamente. Hace un tiempo los dueños de una de estas grandes parcelas decidieron prohibir el acceso. La limpieza de los terrenos tras la celebración fue la causa del desencuentro. Desde entonces, casi la totalidad de propietarios han optado por sellar los praos, limitando muy notablemente la cobertura de la fiesta.

Los Mártires han mutado hacia un modelo peculiar de fiesta de prau con poco prau, pero siguen manteniendo su inagotable capacidad de convocatoria. El 27 de septiembre todo Mieres vuelve la mirada hacia la acogedora colina sobre la que se asoma Insierto. Se trata de una tradición que pasa de padres a hijos. «Nosotros siempre subimos, no fallamos nunca», remarca Ángela Padreda. Esta mierense se corrige casi de inmediato y con una precisión temporal en principio llamativa, pero luego comprensible. «Hace seis años no pude subir», apunta mientras mira de reojo a su hija pequeña, nacida un 27 de septiembre. «Siempre nos pregunta el motivo por el que el día de su cumpleaños nunca hay clase en Mieres», indica la madre tras acreditar que hace seis años tuvo una buena «excusa» para explicar su ausencia en Los Mártires. Estaba dando a luz a una nueva romera.

Alrededor de medio centenar de profesionales y voluntarios velaron por la seguridad de una romería sobre la que gravita año tras año todo Mieres. Una amplia flota de autobuses municipales mantuvo permanentemente activa la conexión entre el valle de Cuna y Cenera y el caso urbano. Todos se apearon en Valdecuna, ya que la fiesta exige cumplir con sus tradiciones. La romería cumplió con todos sus ritos. Por la mañana, la «cuestona» de Insierto se convirtió en un río de gente que alteró su fluir por la tarde. Primero hacia arriba con resoplidos y luego hacia abajo con las fuerzas repuestas y la sed saciada. 

El veterano Javier Valdés estuvo al frente de la puya’l ramu, como hace desde hace ya más de treinta años. Por el roscón central se pagaron 100 euros, una cantidad que llevaba tiempo sin alcanzarse. No faltó la gaita y el tambor, con bailes tradicionales.

Sesión vespertina

Aunque por la tarde también cayeron algunas gotas, el avance de la jornada conllevó que la romería fuera entrando poco a poco en calor. Si la mañana campestre resultó algo deslucida, la carpa festiva rebosó actividad y jolgorio según se fue acercando el anochecer. En muchos casos los padres dieron el revelo a sus hijos según Los Mártires fueron madurando y agotando etapas. «Aquí hay sitio para todo y una de las cosas más entrañables de la romería es que conviven en ella todas las generaciones», destaca Javier Llaneza, que ayer tuvo en Insierto a toda la familia. «Mi madre vino por la mañana a la misa y mi hijo anda por ahí, supongo que de botellón, aunque por suerte es muy prudente». En Los Mártires lo pagado y lo religioso conviven con una normalidad que nunca ha generado roces.

En la carpa de Insierto actuó por la tarde la orquesta «Pasito Show», abriendo el capítulo festivo ligado al baile. Cerca de las siete, el turno llegó para el grupo «Tekila», una de las bandas más seguidas y escuchadas en Asturias. Ambos grupos realizaron un segundo pase. Para cerrar la fiesta, el mierense DJ Masid se preparaba al cierre de esta edición para poner música hasta que el cuerpo aguante. la madrugada se antojaba larga en el valle de Cuna y Cenera.

La celebración otoñal se despide mañana lunes con «Los Martirinos». Los actos comenzarán a las 17.30 horas con un teatrillo y juegos infantiles para los más pequeños a cargo de «De Verde y Azul». A las 19.00 horas tendrá lugar un festival de canción asturiana y, una hora más tarde, la romería.

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