"Tatá", la "niña de la guerra" centenaria: la langreana Trinidad Fernandez festejó sus cien años

Fernández, que huyó a Francia en 1937 y volvió al acabar el conflicto, celebró sus cien años con una fiesta sorpresa

Por la izquierda, de pie, Ana Cabanas, Pepita Fernández, Marisa Fernández y Katy Murillo, con Trinidad Fernández sentada junto al pequeño Beltrán Fernández.

Por la izquierda, de pie, Ana Cabanas, Pepita Fernández, Marisa Fernández y Katy Murillo, con Trinidad Fernández sentada junto al pequeño Beltrán Fernández.

Miguel Á. Gutiérrez

Langreo

La langreana Trinidad Fernández no ha tenido una vida fácil. Escapó de la guerra civil en un barco con destino a Francia a los 12 años, quedó huérfana poco tiempo después de regresar a España y perdió a su marido en un accidente en la mina. El camino ha sido intenso y también largo. El pasado miércoles celebró cien años y disfrutó de la fiesta sorpresa que organizó su familia en la residencia de personas mayores de Gijón en la que vive desde hace un año. Tiene que desplazarse en silla de ruedas –peaje de la rehabilitación de una reciente rotura de cadera– pero, por lo demás, goza de buena salud. ¿El secreto? "No bebo ni fumo y hasta los ochenta años iba a nadar a la piscina. Ah, y vivía en un quinto sin ascensor, que también ayuda", bromea "Tatá", apelativo por el que la llaman cariñosamente sus familiares.

Fernández, la mayor de cuatro hermanos, dejó La Nueva en 1937 y fue a parar a un campamento en Francia, antes de ser acogida por una familia, con la que seguido en contacto a lo largo de toda su vida. Al término de la guerra civil, regresó a Langreo y, poco después, sin haber llegado a la veintena, contrajo matrimonio con un oficial de las tropas nacionales. "Aquello cayó como una bomba en casa. Decían que me había casado con el enemigo, pero él no era militar profesional. Él era andaluz y simplemente cayó en la zona del otro bando", relata. Su marido abandonó el ejército en cuanto pudo para trabajar como minero en La Camocha.

"Tatá" perdió joven a sus padres –él, barrenista en Carbones de La Nueva, por un accidente en la mina, y ella por enfermedad– y pasó a convertirse en la figura materna para sus tres hermanos pequeños: Ramonita, Juan y Pepita. Esta última viajó con su hija Ana desde Bélgica, donde residen, para no perderse el cumpleaños.

La ya centenaria langreana tuvo un hijo residiendo ya en Gijón y quedó viuda al morir su marido de silicosis, cuando tenía 45 años. Compartió el cuidado de su hijo con el de los hijos y después los nietos de sus hermanos.

No es de extrañar que sea tan querida por su familia, que le tributó una fiesta sorpresa en su residencia. Lo habían preparado todo en una cafetería próxima, pero la borrasca "Kirk" frustó la salida. Podrán hacerlo el próximo año, para celebrar los 101.

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