Día de todos los santos en las cuencas: Janusz cuida de la tumba de Ryszard

Un polaco mantiene la sepultura en Mieres de su amigo fallecido, con el que llegó a Asturias en 1990 trayendo maquinaria para las minas

Janusz enciende una vela ante la tumba de su amigo Ryszard Bielas en el cementerio de Mieres. | D. O.

Janusz enciende una vela ante la tumba de su amigo Ryszard Bielas en el cementerio de Mieres. | D. O.

David Orihuela

David Orihuela

Mieres

Janusz y su amigo Ryszard Bielas llegaron a Mieres desde Polonia en 1990 al calor de la minería. Eran años de bonanza en la actividad extractiva, los últimos años de bonanza, y los polacos eran el principal colectivo de extranjeros en las minas asturianas. Estaban más que preparados para el tajo, aquí tenían mejores salarios y se encontraron como en casa. Tanto, que hicieron de las Cuencas su hogar.

Janusz y Ryszard, de aquella treintañeros, no venían a trabajar en la mina, en el interior del pozo. Viajaron desde Polonia "para traer a Mieres máquinas para la minería". Nunca se fueron. Janusz vive "en Santa Cruz de Mieres, el pueblo más bonito de Asturias", asegura. Su amigo descansa en paz en el cementerio de Mieres. "Falleció de un infarto", explica.

Aquellos hombres polacos decidieron quedarse en la Cuenca del Caudal y comenzaron a trabajar en un taller en Figaredo. El más joven de los dos, Ryszard falleció a los 65 años, sin dejar familia. "Aquí no tiene a nadie", explica Janusz mientras enciende unos cirios depositados sobre la tumba de su amigo. Él es el que se encarga de que la sepultura presente un aspecto digno.

Es la mañana del Día de Todos los Santos, el 1 de noviembre, y este hombre polaco, tan recio como amable, se agacha ante la tumba de aquel con quien compartió los años de trabajo en Asturias. "Necesita algo, necesita que alguien cuide su tumba", dice, "no tiene a nadie aquí", insiste. La tumba de Ryszard no tiene lápida, es una sepultura a la vieja usanza, una fosa cavada en la tierra y un abultamiento que indica donde está enterrado. Una cruz de madera y una pequeña placa en la que se lee: "Swiętej Pamięci. Ryszard Bielas. Ur. 13 I 1957r. Zm. 20 VI 2022r. ". Janusz ha quitado las malas hierbas, ha colocado unas flores artificiales y la mañana de este viernes se ha acercado con unas velas y un mechero para honrar a su amigo.

El cementerio de Mieres presenta un aspecto muy cuidado. "Ya podía estar así siempre", comenta alguien que lo conoce bien. El noventa por ciento de las tumbas tienen flores nuevas, están limpias y cuidadas. Los mierenses han sido previsores y no lo han dejado para el último día. Pero eso no quiere decir que el día de difuntos no acudan al cementerio para rendir tributo a sus muertos, pero lo hacen, en muchos casos, con el trabajo ya hecho.

En el cementerio religioso llama la atención el abandono en que se encuentran algunas tumbas. La maleza cubre la parte baja de la sepultura de la familia Vital Aza. Allí están los restos del médico, escritor, comediógrafo, periodista, poeta y humorista fallecido en Madrid en diciembre de 1912. En el frontal, con el majestuoso ángel con las alas extendidas, apenas se lee el nombre de la familia.

En otro extremo del camposanto mierense está el pequeño panteón de la familia Sánchez Quirós. Allí están los restos de Jesús Sánchez Quirós, Chus Quirós, como se lee en la lápida de la pared, el reconocido interiorista mierense fallecido en 2006. El verdín y la maleza va tomando poco a poco el suelo. El panteón está cerrado con una reja a través de la cual entra polvo y hojarasca.

Por el contrario, ya en el cementerio civil, extramuros del religioso, está la cuidada tumba de Manuel Llaneza Zapico, el fundador del SOMA y alcalde de Mieres fallecido en 1931.

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