Relatos mierenses de lo inesperado

Un escalofriante recorrido por algunas tradiciones fantásticas y leyendas populares del folclore local

Relatos mierenses de lo inesperado

Relatos mierenses de lo inesperado

Adrián Vega

Adrián Vega

Con Halloween aún acechando en recientes sombras, los vientos otoñales traen consigo más que la caída de las hojas secas, impregnando el aire de un misterio antiguo. Es el momento en el que se desdibujan las fronteras entre el pasado y el presente, mientras lo sobrenatural cobra vida bajo la tenue luz de las calabazas encendidas.

Este enigma ancestral tiene sus raíces en el Samhain, una festividad que marca el final del verano y el inicio del invierno, cuyas tradiciones podrían remontarse a tiempos anteriores a la llegada de los celtas a Irlanda, hace unos 2.500 años.

En Mieres, tierra rica en leyendas, estas creencias ancestrales no están tan lejos. En ese sentido, la toponimia local, como si de un libro abierto se tratase, nos revela que en una aldea de La Peña, el Nuberu, el espíritu de las tormentas, descargó una tempestad sobre la gente, lo que llevó a que el lugar fuera conocido como Xuancabritu, su otro nombre de guerra.

Del mismo modo, nos es posible adentrarnos en el Infierno, aunque no el de "La Divina Comedia", sino el de Santa Cruz, y descubrir, mientras paseamos por nuestro entorno, elementos fantásticos como la Fuente de Les Xanes en Llandeloso, o moradas que infunden pavor, como la Casa del Miedo en La Peña.

Pero son, sin duda, las historias de cuélebres, brujas y, sobre todo, de xanas —a quienes Julio Caro Baroja vinculaba con la diosa Diana— las que siguen susurrando en muchos rincones de esta localidad, resonando como ecos de un pasado donde lo sobrenatural formaba parte esencial de la vida cotidiana.

En relación con estas figuras, exploraremos dos historias que están entrelazadas con la ayuda de los trabajos escritos de Saladino Fernández Gutiérrez, un investigador clave en el inventario arqueológico del concejo y Aurelio del Llano, un destacado etnógrafo que, además de su interés por el folclore, se trasladó a Mieres para estudiar Ingeniería de Minas.

La primera de ellas, narra cómo brotaba un hilo de oro por el ojo de una fuente, una de las leyendas más fascinantes que han perdurado en archivo imaginario del concejo. Esta narración fue recopilada por Aurelio del Llano, quien, al mencionarla, cometió el error de ubicar la Mortera de San Nicolás en Mieres, cuando en realidad se encuentra en Ribera de Arriba, aunque está situada en una zona limítrofe entre este concejo, Mieres y Oviedo. Una versión similar de esta fábula fue recogida por Saladino en Miruxeo, en la parroquia de Gallegos, donde la fuente del Peréu albergaba su propio misterio. Los pocos habitantes del lugar relataban que, en una ocasión, alguien lleno de curiosidad se atrevió a tirar del misterioso hilo dorado que emergía de la fuente. Al hacerlo, un grito estremecedor resonó desde las profundidades, provocando que soltara el hilo de inmediato. Fue entonces cuando comprendió que no se trataba de un simple hilo, sino del cabello de una xana, una de las míticas ninfas del agua. En contraste, la variante de del Llano menciona que lo que emergía era un hilo de oro, ya que la xana estaba dentro desmadejando un ovillo de este material.

Precisamente, en esa misma fuente y lugar, encontramos otra coincidencia entre la obra de Saladino y el relato recopilado por del Llano en nuestro concejo. La leyenda cuenta que un rey, aterrado ante la posibilidad de perder a sus tres hijas, de belleza deslumbrante, tomó la decisión de encantarlas en la enigmática fuente del Peréu, sellando su destino en un hechizo eterno, donde inexplicablemente la luz de su belleza se desvanecería en la oscuridad del olvido.

La primera de ellas relata cómo una mujer, mientras recogía hojas con un rastrillo, se encontró con una rana que no dejaba de interponerse en su camino. Sin que ella lo supiera, aquella rana era en realidad una de las princesas encantadas, y si hubiera golpeado a la criatura con el rastrillo, habría deshecho el hechizo que la mantenía cautiva en su forma monstruosa. Pero la mujer, ignorante de su destino, continuó su labor, dejando a la princesa atrapada en su trágica transformación.

La segunda, con apariencia de xana, se le apareció a una mujer que madrugó para recoger agua. Aquella figura mítica estaba enrollando madejas, y al recoger la última, solo le quedó un pequeño hilo suelto. Entonces, la xana le pidió a la mujer que recogiera el hilo, lo enrollara y que no se lo entregara a nadie. La mujer, desconcertada, comenzó a enrollarlo, pero, aunque el hilo era muy pequeño al principio, parecía no tener fin.

Agotada de tanto enmadejar, decidió entregarle el hilo a otra mujer que pasó por allí. Pero en cuanto esta comenzó a devanarlo, se escuchó una voz que emergía de la fuente: "Solo te faltaba un ovillo más para que yo pudiera salir de aquí para siempre, y tú habrías heredado todas mis riquezas". En la tercera historia, se presenta otra coincidencia entre ambas obras, aunque la versión de Aurelio del Llano es más antigua, datando del 5 de julio de 1921. Esta leyenda también se puede encontrar en Sietefuentes de Cabanín, una aldea situada en la parroquia de Santa Rosa.

Se dice que un día de San José, un joven fue a beber a Sietefuentes y que allí se encontró con una muchacha. Ella le confesó que era una encantada, y que para liberarse de su maldición debía transformarse en un Cuélebre y encontrar a un valiente que le diera tres besos. El joven aceptó el reto y, de inmediato, la muchacha se presentó ante él convertida en Cuélebre. A pesar de que el joven le dio dos besos, cuando se preparaba para el tercero, el Cuélebre comenzó a agitarse violentamente. Aterrorizado, el joven huyó sin atreverse a mirar atrás.

Una historia muy similar fue recogida por el fraile y escritor español Benito Jerónimo Feijóo, en el tercer tomo de sus "Cartas eruditas y curiosas". En el menciona un caso de Basilea, donde un sastre, impulsado por la curiosidad o la esperanza de encontrar un tesoro, se adentra en una caverna inexplorada. Allí descubre una hermosa doncella con el cuerpo de una serpiente, quien le revela que es hija de un rey y ha sido maldecida. Para liberarla, un joven que no haya tocado a ninguna mujer debe darle tres besos. El sastre se anima a cumplir la tarea, pero al dar el segundo beso, la doncella comienza a agitarse con tal intensidad que él teme por su seguridad y no puede completar la redención.

Sin duda, también existe espacio para relatos más excéntricos y macabros. De hecho, Miguel Arrieta Gallastegui señalaba en una de sus publicaciones que los cuentos tradicionales no son exclusivamente relatos infantiles, criticando a los folkloristas más convencionales por haber almibarado la crueldad inherente a muchas de estas narraciones.

Un ejemplo de ellos, es el recogido por Luis Giner Arivau en su obra Contribución al Folklore de Asturias, y que también es mencionado curiosamente por el folclorista sudamericano, Oreste Plath en su libro Folklore Chileno, convirtiéndose así en una de nuestras leyendas locales más internacionales. La historia relata cómo una bruja secuestra a un niño que dormía en su cuna, llevándoselo por el aire en busca de un lugar adecuado para tostarlo. Esta trama guarda reminiscencias con el cuento alemán de Hansel y Gretel, donde otra bruja intenta engordar a Hansel para luego meterlo en un horno.

Al llegar a Santa Rosa de Mieres, un hombre fue despertado por el desconsolado llanto de un bebé. Al asomarse en la penumbra, descubrió a una anciana de aspecto siniestro agachada junto al fogón, limpiando las cenizas con manos huesudas y temblorosas. Sus ojos brillaban de malicia mientras preparaba las brasas, lista para colocar al niño sobre ellas. El hombre, aterrado, reaccionó al instante. Le arrojó sus calzones, marcados con una cruz, y, con un alarido inhumano, la bruja quedó atrapada, inmóvil, bajo el poder de aquel símbolo sagrado.

Intrigado, el hombre le preguntó de dónde venía y cuál era su siniestro propósito. La bruja, con una sonrisa torcida y la voz quebrada como el crujir de ramas secas, confesó que venía de un lugar lejano, un paraje oscuro más allá de las montañas. No había podido consumar su cruel acto antes, explicó, porque en todas las casas que había visitado encontró sal, levadura y agua limpia, tres elementos que la mantenían a raya. La ira destellaba en sus ojos, frustrada por no haber podido atravesar el umbral de ninguna morada hasta aquel momento, cuando pensaba desatar su maldad sobre el indefenso niño.

Finalmente, aunque las figuras que exploraremos a continuación no son mitológicas ni fantásticas, muchas mitologías y religiones han mencionado seres psicopompos, cuya función era guiar las almas de los difuntos hacia el más allá, ya sea a la ultratumba, al cielo o al infierno.

En este contexto, Constantino Cabal, quien fuera cronista oficial de Asturias por un breve período, menciona en su obra "Los Dioses de la Muerte" que, en 1925, aún podían encontrarse plañideras en Mieres. Según sus conjeturas, su salario rondaría un real, similar al de las choronas gallegas, una suma nada despreciable por mesarse los cabellos, morderse las trenzas y berrear al unísono. Por su parte, Elviro Martínez mencionó en una publicación, que las lloronas de Mieres revistieron un interés particular, al igual que las de Llanes y Cudillero.

Así, mientras las historias de estas figuras sobrenaturales se deslizan como un susurro travieso por las calles y por los pueblos de Mieres, las leyendas de plañideras, xanas, cuélebres y brujas emergen como ecos de un pasado donde lo místico y lo cotidiano se dan la mano en un baile encantado. Nos gusten o no las modas, pensemos que al celebrar el Samhain, no solo invocamos el miedo, sino también un profundo respeto por esas creencias que han tejido nuestra identidad.

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