Una nueva visión de la comarca minera
"Poética de la escombrera", la disección (artística) de la cuenca del Nalón a cargo de Natalia Pastor
La artista ofrece su particular visión de su valle buscando la belleza en su pasado, presente y futuro, a través de una completa obra compuesta de dibujos, vídeos, fotografías e instalaciones

Una de las instalaciones de la muestra. | D. O.

La exposición, en la pinacoteca Eduardo Úrculo, habla de lucha, de feminismo, de pasado y de futuro a través de dibujos, vídeos, fotografías e instalación.

Una de las instalaciones. / D. O.
Es complicado verlo, pero hay una "Poética de la escombrera", una forma de adentrarse en las cuencas mineras asturianas, en la cuenca del Nalón, intentando captar la estética de la ruina, de la destrucción y el abandono. Para ello es necesario conocer la historia, la más lejana y la reciente de un territorio duro levantado sobre un firme sentido de pertenencia. "Poética de la escombrera" es el título de la exposición en la que Natalia Pastor (Pola de Laviana, 1970) explica la cuenca, la suya, la que tanto le costó entender en lo artístico. La muestra, en la que hay dibujo, fotografía, vídeo o instalación se puede visitar hasta el 31 de marzo en la Pinacoteca Eduardo Úrculo, en Langreo.
Quien conozca el terreno se sentirá rodeado por todos sus paisajes. Ahí está Nitrastur, las piscinas de Pénjamo, la chimenea de la térmica de Lada, las casas que se encaraman por la ladera de Les Pieces o las pancartas que anuncian bodas o conflictos laborales. Ahí está ese sentimiento de pertenencia, de estar arraigado como lo está la artista. La exposición es una suerte de retrospectiva. Ahí está el retrato de la propia artista, un dibujo de 2010, en el que la columna jónica del autorretrato de Frida Kahlo es para Pastor la chimenea de la térmica que se resquebraja y llena de humo negro el cuerpo de la mujer, un cuerpo en destrucción como lo está ahora la propia instalación fabril. Al lado, en exposición y en el mapa real, está Nitrastur, esos gigantescos edificios con una arquitectura tan identitaria como el propio río Nalón, esos edificios que ahora se están demoliendo. Ahí bailan, en uno de los vídeos Mónica Cofiño (la Xata la Rifa) y Marité García. El afán documentalista de Natalia Pastor muestra al visitante las piscinas de Pénjamo, cuya demolición comenzó la semana pasada. El vaso, lleno de basura, de restos orgánicos tiene la belleza de los nenúfares de Monet.
Un espacio en blanco intencionado deja respirar al visitante. La propia disposición de la obra en la Pinacoteca tiene algo de metáfora de las Cuencas, de espacio abigarrado, de estrechez entre montañas, de corredor del Nalón como eje vertebrador. Parte de las piezas están en el pasillo que une las salas, un pasillo como lo es el propio valle del Nalón. En la cristalera, como queriendo mirar desde arriba, como flotando sobre el lugar en el que habita, una Natalia Pastor en vinilo, con vestido rojo, intenta evadirse, pero la propia artista reconoce que ella no logra flotar, evadirse, sino que tiene la Cuenca metida en el pecho.
Al otro lado del pasillo, la lucha obrera, las fundas de los mineros bordadas por la artista con consignas de lucha. Las fundas cuelgan del rail donde antes colgaron los cuerpos si vida de los animales que daban de comer a la Cuenca, como los hombres que vestían esas ropas, cuando la Pinacoteca era el matadero comarcal. Ahí están también las mujeres luchadoras, "cada vez más necesarias".
En busca del diálogo con el resto de piezas del centro artístico, con obras de Herminio, Gil morán, Galano… Natalia pastor ha "incrustado" fotografías que ha ido tomando con los años a lo largo y estrecho del valle. El azulejo hidráulico, ahora a precio de oro, con el que se construyeron los suelos de algunos patios de viviendas obreras. Un azulejo que de aquella no eran más que restos, que escombro. Ahí, en esa sala, presenta Pastor la última gran "boutade" de la lucha minera, las movilizaciones de 2012, cuando ya se sabía que todo estaba perdido, que la minería tenía fecha de muerte. Dos fotografías resumen aquella última lucha. Una de ellas, una vagoneta en una barricada del pozo Candín. Al lado, el circo Kaos que se instala anualmente en Langreo.
Pancartas, pintadas de ocio y negocio. Pintadas que están llamadas a ser efímeras y se han perpetuado en el tiempo porque nadie se ha preocupado de borrarlas, de restaurar muros o paredes, de darles mensaje más allá de la tinta.
La exposición tiene mucho de lucha feminista, la de los grandes símbolos pero también del día a día, de las mujeres que no eran carboneras, que no estaban tras la pancarta pero que lo sostenían todo de paredes adentro.
La muestra es vivir la cuenca del Nalón. Natalia Pastor hace una propuesta mucho más inmersiva de lo que pueda parecer al adentrarse en ella. El espectador lo aprecia al salir, al reflexionar, al no poder quitarse de la retina las imágenes, los sonidos, los restos de lo que fue todo aquello que tiene alrededor.
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