El caso del cazador (medieval) apuñalado: Ciaño "revela" un crimen cometido hace nueve siglos
La recreación de un capitel de Ceares muestra una escena "inusual" en la iconografía medieval

Fernando Oliva junto al capitel recreado. En el recuadro, el relieve original. | M. Á. G.
Miguel Á. GUTIÉRREZ
Una montería, algún jabalí abatido y una espada clavada a traición en la espalda de uno de los cazadores. Han pasado nueve siglos, con lo que todo parece apuntar a que el crimen habrá prescrito, pero su recuerdo ha permanecido latente desde entonces en un capitel de la iglesia de San Andrés de Ceares, en Gijón, oculto tras el desgaste de la piedra y el paso del tiempo. Ahora puede verse a todo color en un relieve recreado gracias a imágenes en tres dimensiones, en la exposición permanente instalada desde marzo en la Casa de los Alberti, en Ciaño.

El capitel original. / F. O.
La muestra surgió en el marco el proyecto "Canteros del sonido", en la que se exponen ocho instrumentos de la iconografía medieval asturiana, algunos de los cuales aparecen en fachadas de templos de la región. Uno de ellos es la corna de la iglesia de San Andrés de Ceares en Gijón. Junto al instrumento que querían rescatar, los investigadores también se encontraron un crimen.
Lo explica Fernando Oliva, miembro del equipo de gestión y de producción del proyecto "Canteros del sonido" y encargado de las reproducciones en 3D. "Es algo muy extraño y muy llamativo porque, aunque en la iconografía románica de la época hay escenas de caza, es la primera vez en la que me encuentro con un crimen tallado en la piedra. No se trata de ninguna escena bíblica ni se utiliza un cuchillo de montería. El arma tiene forma de espada clásica y se ve como uno de los personajes está acuchillando a otro por la espalda", explica.
Se ve en la recreación porque en el capitel original de Ceares –un templo varias veces reconstruido y cuyas partes más antiguas datan del siglo XII– cuesta adivinar la escena. En la muestra de Ciaño se exponen copias de todas las iconografías estudiadas en los relieves en dos versiones: el estado actual y una versión policromada recreando el original.
Al no ser la crónica de sucesos un género muy trabajado en los códices medievales, no queda otro remedio que elucubrar sobre dos grandes preguntas que deja la escena: el quién y el dónde. Oliva apunta posibles hipótesis. "Por lo inusual del tema, parece ser como si alguien hubiera sido testigo de un crimen del que quiso dejar constancia. La talla es de calidad media, así que puede ser obra de unos de los aprendices que acompañaban a los maestros que venía de Francia a trabajar en la catedral de Santiago y que iban ‘cholleando’ por el Camino con los trabajos que les iban saliendo. O de alguien de aquí que quiso imitar su trabajo". La respuesta seguirá enterrada bajo la piedra.
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