Manuel Herrero Montoto, médico, escritor y viajero: "Nací con una vuelta de cordón y la comadrona me salvó la vida poniéndome al calorín de una menestra"

"Tenía miedo a desmayarme en el quirófano, pero cuando entré por primera vez, a una cirugía para extirpar el bazo, dije: ‘Esto es lo mío’"

Manuel Herrero Montoto, junto  a la fuente del  caracol del Campo San Francisco.

Manuel Herrero Montoto, junto a la fuente del caracol del Campo San Francisco. / Manuel Rodríguez

Manuel Herrero Montoto (Oviedo, 23 de febrero de 1950) se jubiló en 2015 tras 40 años dedicados a la Medicina. Desarrolló toda su carrera en las Cuencas, donde fue jefe de la sección de Cirugía General y Digestiva del Hospital Álvarez-Buylla. Presidió la asociación Tribuna Ciudadana y llegó a la literatura a través de su afición por los viajes. Colaborador de LA NUEVA ESPAÑA, ha cultivado varios géneros literarios.

Nacimiento

"Fue tormentoso. Tuvo lugar en casa, en la Avenida de Galicia, en Oviedo, y la comadrona me salvó la vida. Nací con una vuelta de cordón y blanco. En un domicilio, sin artilugios como incubadoras ni respiradores, la comadrona me llevó a la cocina de carbón, donde estaba mi abuela haciendo una menestra. Me cogió por los pies y me pasó por el calorín. Entonces empecé a llorar. Mis abuelos se llevaron un buen susto, pero la comadrona entendía muy bien como asistir un parto domiciliario y la utilidad que puede tener un fogón. Y siempre me encantó la menestra".

|  FERNANDO RODRÍGUEZ

Manuel Herrero operando en los campamentos de Tinduf / .

Infancia

"En la avenida de Galicia todos eran praos. Había restos del hospital antiguo, lo que se llamaba el campo de maniobras, y teníamos una pandilla muy variopinta. Jugábamos en la calle. Todo iba muy bien hasta que un día aparecieron un par de chavalones encorbatados y nos dijeron que qué hacíamos jugando allí, que acababan de abrir un club en aquella calle y que teníamos todo tipo de juegos, incluso un laboratorio fotográfico. Nosotros, que jugábamos a las chapas, al decirnos aquello fuimos. Pero luego nos dimos cuenta de que era el Opus Dei para captar a la gente. Algunos se quedaron, otros como yo no. Yo, asesorado por mi padre, que me dijo ‘tú mismo, pero intenta bandearte por tus fueros y olvídate de esto’. La calle se deshizo y el club también".

Estudios

"Me incorporé al instituto Alfonso II después de estar en la Escuela preparatoria. Entonces la palabra bullying no existía, pero algunos sufrimos esa penuria. No teníamos recursos a los que acudir ni un profesor en un despacho determinado para poner tus quejas. Y entonces me convertí en un trasto. El director del instituto, Don Pedro Caravia, llamó a mi padre y le dijo que allí no pintaba nada y que no valía para estudiar. Y le aconsejó que me metiese de botones de sindicato. A mí no me parecía mala idea, pero mi padre quería darme una oportunidad y me mandó al colegio Loyola".

Manuel Herrero Montoto, junto  a la fuente del  caracol del Campo San Francisco. | | SOBRE ESTAS LÍNEAS, MANUEL HERRERO, DANDO LA MANO AL ESCRITORJAVIER  REVERTE EN UJIJI (TANZANIA), DONDE LIVINGSTONE HIZO LO MISMO CON STANLEY. ARRIBA, OPERANDO EN LOS CAMPAMENTOS DE TINDUF Y, DE NIÑO, CON SU HERMANA CARMEN.

Manuel Herrero, de niño, con su hermana Carmen / .

En París en 1968

"En el colegio Loyola tuve mucha suerte. Había un profesorado estupendo y se organizó un viaje de estudios a París. Era abril de 1968 y nos hospedamos en un hotel del Bulevar Saint-Michel. Vimos, en primera fila, los prolegómenos de todo lo que se montó. Y fue muy interesante porque desde la ventana del hotel vimos un par de manifestaciones. Después llegó una nota de la embajada pidiéndonos que nos marchásemos de allí. En el hotel ya quedaban pocos cristales. Compré el Libro rojo de Mao y una revista Playboy. En la aduana se quedaron con ella, pero me dejaron pasar con el Libro rojo".

La carrera de Medicina

"Estaba sufriendo, entonces, unas crisis que no deseo a nadie, de agorafobia. Y me dije: ‘¿Cómo venzo esto?’ Me planteo qué es lo que más miedo me daría en ese momento y era estudiar fuera de Oviedo, estar solo y empezar una carrera que me intimidase. Y esa era Medicina, que elegí porque me permitiría estudiarme a mí mismo, pero también porque mi tío Fernando era médico de San Claudio y era mi ídolo".

Manuel Herrero, dando la mano al escritorJavier Reverte en Ujiji (Tanzania)

Manuel Herrero, dando la mano al escritorJavier Reverte en Ujiji (Tanzania) / .

Valladolid

"En Oviedo no había todavía Facultad de Medicina, que abriría al año siguiente. Me marché a Valladolid y no me arrepiento. Fui poco a poco ganándole terreno a la agorafobia aunque creo que me conozco todos los portales de Valladolid porque no soportaba el barullo e iba por la plaza Mayor y tenía que refugiarme en un portal. Valladolid era, en aquel momento, muy industrial. El ambiente universitario estaba muy restringido, no era como Santiago ni como Salamanca, y estábamos como segundones en la sociedad vallisoletana. Pero allí recalaban vascos, cántabros, asturianos y castellanos y teníamos un grupo de amistades muy variopinto".

Gómez Bosque

"Del paso por Medicina destaco a un profesor, que después fue senador del PSOE, don Pedro Gómez Bosque. Era catedrático de Anatomía de la Universidad de Valladolid y de la Universidad de Friburgo. Era uno de los pioneros de lo que podríamos llamar la psiconeurobiología. Era un profesorazo. Y, además de las clases de la mañana, unos cuantos nos reuníamos en su casa, por la tarde, y entrábamos en materias más profundas. Don Pedro Gómez Bosque fue un hombre que me marcó mucho y con él empecé a leer, pero en vez de leer a Delibes, que lo tenía al lado, en El Norte de Castilla, me centraba en asuntos de la materia".

Cambio de planes

"Tenía que coger una especialidad y pensé en Psiquiatría. Eso fue hasta que hasta que hice una guardia en el manicomio de Palencia y cuando salí de allí dije, como en la película ‘Lo que el viento se llevó’ que ‘a Dios pongo por testigo que lo último que haré será psiquiatría’. Comprendí que aquello no era lo mío".

Valladolid

"Les dije a mis padres que había alquilado un piso estupendo, que venía una señora una vez por semana a hacer limpieza y que comíamos bien… Y, claro, eso conllevaba unos emolumentos mensuales. Pero la realidad es que estábamos en un barrio obrero, en los Pajarillos. Vivíamos en un piso sin calefacción, en el que no teníamos camas, solo somieres, y que no se parecía a lo que yo describía. Convivíamos con un perro que tenía un tumor en un ojo, que se llamaba Chulo, y dos palomas, Pili y Mili. Un día mis padres fueron a Madrid y quisieron darme una sorpresa. Y vieron que no vivía donde ellos pensaban".

El discurso

"No descuidé el estudio. El mérito fue de mi padre y en un solo discurso. Me decía ‘quédate en Oviedo, esperas un año hasta que abra la Facultad de Medicina y ahorramos mucho dinero’, pero quería empezar a estudiar. Entonces sacó su nómina, el libro de cuentas de mi madre y me recordó que tenía una hermana que también podría querer ir fuera a estudiar. Me dijo ‘si suspendes un año, vuelves’. Lo entendí perfectamente. Me quedó todo muy claro y no suspendí ningún curso".

A las Cuencas

"Empecé en Caravia, donde estuve seis o siete meses, y después fui a Sotrondio. Fui acobardado con esa visión que teníamos de la Cuenca minera, pero llegué y hasta que me jubilé seguí trabajando en la zona, en ambulatorios y en hospitales".

El MIR

"Con 27 años me metí en el MIR. Lo saqué y empecé en el Hospital Covadonga. En el MIR, en un año rotabas por todos los servicios y me vino muy bien porque había desechado la psiquiatría y todo lo relacionado con la neurología. Y opté por la cirugía".

Primera vez en el quirófano

"Tenía miedo a desmayarme en el quirófano. Enrique Martínez, que era el jefe de sección, iba a hacer una esplenectomía, a quitar un bazo. Entré al quirófano e iba calculando cuántos minutos pasaban hasta que me cayera al suelo. Pero cuando me metí allí dije: ‘Esto es lo mío’. Y decidí: ‘Hago cirugía’. Tuve mucha suerte porque me encontré con unos jefazos estupendos y como cabeza visible estaba Luis Estrada, que me apadrinó. En el Sanatorio Miñor operaban los cirujanos que eran muy manitas y que estaban en la fase de retirarse y yo iba a ayudar por las tardes".

El castillo de Drácula

"Al terminar había que hacer las oposiciones para buscar plaza. Y entre lo que quedaba libre había una residencia oscura y fea en un edificio que era igual que el castillo de Drácula. Era la residencia sanitaria Enrique Canga y estaba en Mieres. Me examiné y saqué la plaza. No había prácticamente cuadro médico. Llegó entonces gente joven y con los que estaban ya allí le dimos un aire renovado".

Tres cambios

"Me alegro mucho de haber ido al castillo de Drácula porque lo bueno de ir a un hospital viejo y obsoleto es que sabes que eso lo van a cambiar. Estuve en los tres cambios que se hicieron en el hospital, de la Residencia Enrique Cangas al Álvarez-Buylla en el mismo sitio y al cambio de ubicación. Pasamos de un hospital decimonónico a tener el material más sofisticado que había entonces en la cirugía en Asturias. Trabajé mucho con Tino Pozo".

Cirugía laparoscópica

"El ambiente era muy bueno y permitió progresar bastante en el terreno de la cirugía. En el hospital de Mieres empezamos con la cirugía laparoscópica, que sustituyó a más de 50% de la cirugía abierta. Fuimos pioneros en muchos aspectos".

Tierras de minas

"En Caravia, donde estuve de médico de familia, había minas de fluorita y después ya llegué a Sotrondio, y como en la zona los médicos se iban jubilando y no había sustituciones en ocasiones tenía que cubrir otras localidades. Ya no salí de las Cuencas. Tras 40 años de profesión hasta me dejaron leer el pregón de las fiestas de San Juan de Mieres. Hice muy buenos amigos. Había empezado en 1975, como cirujano desde 1980 y me jubilé en 2015".

Tribuna Ciudadana

"Estuve en la asociación desde 1995 hasta 2001, gran parte de ese tiempo como presidente. Cuando entré me incorporé a la junta directiva y llegué a la presidencia cuando lo dejó Miguel Munarriz. Tribuna Ciudadana es una asociación amplia y variopinta, donde unos simpatizaban más con la dirección y otros no. Estaban los históricos y los renovadores, pero todos nos llevábamos bien. Las actividades se hablaban en las asambleas y al final hacíamos lo que queríamos todos. La directiva tenía una sincronía muy buena".

Grandes figuras de la literatura

"Fue una experiencia muy buena. Me dio la oportunidad de conocer a un montón de personajes impresionantes. Pasaron por aquí grandes figuras de la literatura, desde Saramago a Pepe Caballero Bonald, Camilo José Cela o Agustín Goytisolo, que vino en varias ocasiones. LA NUEVA ESPAÑA nos echó una mano enorme con el Club de Prensa, que nos dejó para los actos".

Lecturas

"Fui un lector muy tardío, por desgracia para mí. De niño leía todos los cómics del mundo y en la época de la Facultad los tratados de psicología. Pero entonces pensaba que una novela no me iba a aportar nada y perdí mucho tiempo. Empecé a leer cuando hacía la residencia. Primero, con la literatura más cercana, con ‘Clarín’, Pérez de Ayala, Palacio Valdés y Miguel Delibes, que me enganchó. Después salté a Centroeuropa con Kafka, Kundera… y a la literatura latinoamericana, con escritores como García Márquez o Vargas Llosa, entre otros. Como tenía una deuda pendiente con toda la literatura clásica, porque ‘El Quijote’ lo dejé a medias en Cuarto de Bachiller, me metí más a fondo a leer los clásicos y con ellos sigo. No soy un lector disciplinado. Pillo una obra de Dickens, a continuación una de Chesterton, y por supuesto, Saramago. Cuando me jubilé me decían ‘Y, ahora, ¿qué vas a hacer?’ ‘Pues seguir escribiendo y leer mucho más’, comentaba".

Los inicios en la escritura

"El detonante fueron los viajes. Juan Manuel Feliz, que había estado en países africanos en misiones comerciales, nos comentó a un grupo, que practicábamos piragüismo que por qué no hacíamos expediciones en piragua por los grandes ríos africanos, cogiendo los grandes libros de literatura de viajes que habían escrito Stanley o Livingstone y haciendo parte de esos recorridos".

El río Gambia

"Nos planteamos un primer viaje al río Gambia para llegar a Banjul. Nos iban a alquilar una lancha para subir el río y en un momento determinado coger las piraguas y bajar, pero cuando llegamos no teníamos la lancha comprometida. Tuvimos que subir hasta prácticamente el nacimiento del Gambia, tratar con una tribu mandinga y alquilar unas piraguas suyas. Al final no llegamos a Banjul e hicimos el recorrido por el río prácticamente solos. A raíz de este viaje surgió mi primer libro, ‘Manding’, que estaba escrito, no en tono grandilocuente de viajero, sino con sentido del humor, y con lenguaje coloquial".

La ruta de Stanley

"Nos trasladamos al río Ituri (en la República Democrática del Congo) para seguir la ruta que hizo Stanley para rescatar a Emin Pasha en Uganda. También fuimos a los ríos Zambeke (el cuarto sistema fluvial mayor de África) y Okabango (que nace en Angola). El infinito es un río africano, donde te pasas los días viendo los mismos manglares, las mismas curvas, los mismos cocodrilos, los mismos hipopótamos y no llegas a ningún lado".

En Ujiji

En Latinoamérica recorrimos un tramo del río Pastaza, en Ecuador, para ver a los Achuar. También hice un viaje muy interesante con Javier Reverte, con quien tengo una fotografía dándonos la mano en Ujiji (Tanzania), en el mismo sitio donde Livingstone dio la mano a Stanley cuando el famoso ‘Doctor Livingstone, supongo’. Con Javier y Jorge Reverte recorrí el lago Tanganica en un barco precioso que salió en la película ‘La reina de África’".

Obras

"A raíz de esos viajes, tras ‘Manding’ escribí ‘Kilómetro cero’. Y luego una novela de género negro, “El habitante”, una trilogía de literatura erótica y un libro sobre mi abuelo, a la que le tengo mucho cariño".

"Un abuelo de cine"

"Mi abuelo Modesto Montoto, que era de Villamayor, era un personaje muy peculiar y un gran fotógrafo. Se le ocurrió en 1924 filmar una película con temas asturianos, ‘Bajo las nieblas de Asturias’, e irse con ella bajo el brazo a Cuba y proyectarla en los cines de la época. En el centro asturiano de Cuba no le hicieron mucho caso, aunque sí en el centro gallego. Pero no hizo un duro porque acudían muchos amigos de las autoridades que iban gratis a todos los espectáculos. Encontré en el desván unos diarios suyos y, basándome en ellos, a cuatro manos, escribí el libro ‘Un abuelo de cine’".

La última obra

"Es ‘Cuaderno de un lunar díscolo’. Me operaron y siempre había tenido ganas de escribir como médico y como paciente. En este libro me muevo en las dos áreas e intento hacer equilibrios".

Incursión en el teatro

"Escribí una obra, ‘Cabo Juan’, que me dio muchas satisfacciones. Se forjó en el quirófano, donde había un celador y una celadora que eran unos artistas y estaban llevando a escena un fragmento del ‘Don Juan Tenorio’. Y pensé en escribir algo para que lo representasen. Surgió ‘Cabo Juan’, que es bastante surrealista, y a José Luis Fernández, director del grupo cultural ‘La Capacha’ de Gijón, le gustó. Montaron la obra y fuimos por toda Asturias, desde el teatro Palacio Valdés al Filarmónica. El elenco estaba formado por trabajadores del hospital Álvarez-Buylla de Mieres y Tino Pozo hizo un gran papel".

"Cuadernos de Lanzarote"

"José Saramago acudió a Oviedo en dos ocasiones invitado por Tribuna Ciudadana, una para presentar ‘El Evangelio según Jesucristo’ y otra para participar en los Encuentros para el próximo milenio. Entonces hablamos sobre nuestros perros. Yo tenía a Simba, un boxer, y él a Greta, Pepe y Camoes. Yo escribía en LA NUEVA ESPAÑA adoptando la personalidad de Simba para meterme conmigo mismo e hice un artículo sobre Saramago y se lo mandé. Me contestó con una carta preciosa, escrita a mano, donde expuso algunas ideas que después incluyó en el discurso del Premio Nobel. Más adelante estábamos mi esposa, Geli, y yo en Lisboa y entramos a una librería. Vi el segundo tomo de Cuadernos de Lanzarote y lo compré. Mi sorpresa llegó cuando me encuentro con esa página en la que se refiere a mí y a Simba".

Familia

"Tengo tres hijos: María y Ana, del primer matrimonio, y Manuel, del segundo. Y cuatro nietos, Pedro, Lucía, Carmen y Marina. Tuve una hermana, Carmen, que falleció en 2007 con 55 años. Era secretaria de juzgado. Un día llegó a casa con 400 folios y me dice: ‘Tienes que echar un ojo a esta novela que acabo de escribir. Es una historia de la familia, de la emigración de nuestros tíos a Puerto Rico’. Le contesté: ‘Carmen, mejor te voy a poner en contacto con un corrector’. Su obra, "Ramas y rastrojos", quedó entre las diez obras finalistas del planeta en la edición de 2006, que ganó Álvaro Pombo. No la editaron, aunque había planes para hacerlo. Este verano me puse a leerla y a reescribirla un poco porque la historia es estupenda. La estoy terminando".

Cambios en la Medicina

"Viví dos momentos cumbre en la cirugía. Uno con la anestesia, que afinó mucho más y podíamos operar con más tranquilidad a un enfermo y estar más tiempo en el quirófano. Y luego llegó la laparoscopia. Con mi dinero me fui al Gregorio Marañón para hacer un máster de cirugía laparoscópica. Y empecé poco a poco a hacerla. Hubo un cambio muy radical de la cirugía abierta a la cirugía laparoscópica y ahora a la cirugía robótica, que está ya muy avanzada".

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