Félix Magdalena, el pintor y escultor mierense que hace arte del Camino de Santiago
El artista refleja paisajes, edificios singulares y monumentos religiosos vinculados a la peregrinación

Félix Magdalena, en su talelr
Luis Roda García
Creo que no hay nada mejor que hacer lo que uno quiere, cómo y cuando quiere, sin sujetarse a tendencias, caprichos y modas, sin preocuparse de si alguien considera que lo que haces corresponde a otras épocas y estilos. Y se puede hacer sin necesidad de pelearse ni polemizar con quienes sostienen posiciones contrarias a las propias, aunque se esté dejando constancia –sobre todo indirectamente– de que no se tiene la menor intención de abandonar las propias ideas acerca del arte, de lo que éste significa y de lo que se quiere transmitir al espectador.
La libertad absoluta es una quimera, pues depende de cosas tan heterogéneas como la cantidad de tiempo libre de que se dispone, de las necesidades económicas, de la capacidad de enfrentarse al miedo a las críticas… pero siempre queda una parcela de libertad en la que el artista se puede sentir cómodo, porque se manifiesta tal y como es, y dedica su actividad a lo que considera hermoso, agradable, digno de ser inmortalizado en un cuadro, en una escultura, en un bajorrelieve y hasta en un apunte a lápiz. Que se opte por ejercer o no ese margen de libertad personal es algo que depende del temperamento de cada uno y del peso de las circunstancias que rodean y, a veces, condicionan, su vida. Siento que no me equivoco si afirmo que José Manuel Félix Magdalena pertenece a ese grupo de personas que, una vez identificados los límites que la vida ha fijado a la parcela de libertad que le corresponde disfrutar, ha decidido ejercerla con plenitud, sin complejos ni miedo. Contra viento y marea.
Conocí parte de la obra de Félix Magdalena mediante la grabación de una exposición que se hizo en el campus universitario de Mieres y que, por casualidad, descubrí en internet, curioso cajón de sastre contemporáneo donde se encuentra de todo, incluso aunque no se esté buscando aquello que acaba por llamar nuestra atención. Semanas más tarde, al visitarle en su segunda vivienda, pude ver directamente muchas de las obras que aparecían en aquella grabación, y se confirmó la primera impresión recibida.

Ruinas de Villa Adriana, Tívoli. / .
Félix Magdalena es una persona deslumbrada por la belleza ideal e idealizada del mundo clásico, de una edad de oro y de héroes que quizá solo existieron en la imaginación de Homero y en la de todos aquellos que recogieron las tradiciones relativas a los mitos, los dioses y los semidioses, y que procedieron a ampliar y modificar, gracias a su creatividad literaria, los relatos que se habían transmitido oralmente desde tiempos muy lejanos, de los que resulta imposible conservar memoria. Ese fue el caso de Hesíodo, que nació hace casi dos mil ochocientos años y que, en su "Teogonía", ofreció una versión detallada de la imaginaria, pero siempre fascinante, genealogía de los diferentes dioses, fijando y ordenando las arcaicas versiones orales.
Así, en la recreación que Félix Magdalena hace de la imagen de Apolo presidiendo una reunión con las Musas en el monte Parnaso, donde residían, cerca de Delfos, el lugar en que radicaba el oráculo más famoso de la antigüedad, se nota cómo el escultor logra conectarse, física y espiritualmente, con hechos que quizás nunca sucedieron, pero que han sido representados en cuadros, esculturas, y en alto y bajorrelieves por artistas de todas las épocas, constituyendo una curiosa, espontánea e intemporal hermandad entre ellos. Y, quien contemple esa obra de Félix Magdalena, a su vez se sentirá cerca de aquel bellísimo santuario de la Grecia continental donde la Pitia, en su función de mágica intermediaria, transmitía a los mortales los mensajes que los dioses querían dirigirles.

Detalle de la guerra de Troya / .
En su versión de la guerra de Troya, donde en la parte superior los caprichosos dioses griegos manipulaban el destino de los hombres que, en la inferior, se peleaban y morían, el artista refleja aquel mundo en el que sucedían tantas cosas, muchas de las cuales eran terribles, pero donde hasta las derrotas y desastres se expresaban mediante un lenguaje en el que mantener y expresar la belleza de las figuras y las composiciones era la regla más importante. En nuestro mundo contemporáneo, donde buena parte de lo que sucede y conocemos a diario nunca podría calificarse de estético, esas muestras de belleza plasmadas en obras que se pueden ver y tocar ejercen la función de los oasis en el desierto, el lugar donde se puede obtener el agua imprescindible para la vida y brota una vegetación que, temporalmente, permite olvidar la inmensidad de la arena que nos rodea.

Ruinas de Santa María de Moreruela (Zamora). / .
Al mismo tiempo, Félix Magdalena ha decidido reflejar en su abundante producción pictórica paisajes, edificios singulares y, sobre todo, monumentos religiosos vinculados a uno de los trayectos de fama universal que finalizan en Galicia, el Camino de Santiago. En un libro impresionante, por su tamaño y contenido, que él mismo editó en 1992, se pueden ver las láminas que ilustran los diferentes hitos de ese camino de peregrinación y que, en su totalidad, generan una agradable sensación de paz a quien las contemple, porque los monumentos y los lugares están dibujados y pintados sin la presencia de seres humanos cuya aparición o actitudes pudieran desviar la atención del espectador.
Por ese motivo, y al no figurar en ellas personas cuyo vestuario permitiría vincular cada obra a un momento histórico concreto, ni otros elementos que distraigan la atención, se potencia la idea de intemporalidad y, sobre todo, de la presencia de un calmado y respetuoso silencio, que es el acompañante perfecto de aquellas imágenes, pues en ausencia de los ruidos y bullicio cotidianos es cuando se consigue escuchar "la música callada, la soledad sonora" a la que se refería en su cántico San Juan de la Cruz, y gracias a ello se puede acceder a la meditación, a la que el artista parece querer inducir a quien se detiene a mirar los templos y lugares que ha pintado.
Es ese estilo intemporal, que nunca estará sujeto a la rápida caducidad que suele experimentar casi todo aquello que siempre pretende ser lo más moderno y adelantado a su tiempo, el sello personal de José Manuel Félix Magdalena, y la hermosa huella que quedará de su tránsito por este mundo. Y, aunque tenga que seguir peleando "contra viento y marea", no tengo dudas de que la victoria será suya.
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