Juan Gutiérrez Nieto, el empresario que fue niño churrero en Asturias: "En La Pereda vivimos en una cuadra, echaron a los cerdos para que entráramos"
"No fui a la escuela porque era niño churrero. Aprendí a leer por las noches a los 14 años para poder entrar de botones en la Casa Sindical de Mieres"

Juan Manuel Gutiérrez Nieto, en la terraza de su chalé de Oviedo. / Irma collín
Millones de kilos de patatas y muchos libros de versos
Juan Manuel Gutiérrez Nieto (Las Veguillas, Salamanca, 1945) tiene una empresa de distribución que mueve al año 10 millones de kilos de patatas francesas y dos fruterías en Oviedo.
Está jubilado sin aburrimiento alguno. Su afición es la poesía, un género al que llegó por una inquietud lectora muy consciente, ya que aprendió a leer a los 14 años para poder entrar a trabajar de botones en la Casa Sindical de Mieres, municipio en el que se habían instalado sus padres escapando de las necesidades y abriéndose paso con un negocio ambulante de venta de churros.
Entre todos los poetas sitúa al ovetense Ángel González, a quien conoció y trató, a quien ha dedicado unas de las habitaciones de su chalé a las afueras de Oviedo y de quien tiene un busto realizado por el escultor Félix Alonso Arena, en el jardín.
Tiene dos hijos y tres nietos de un matrimonio que duró 28 años y acabó en divorcio. Vive en pareja.
Nací en Las Veguillas, en Salamanca. Somos seis hermanos –soy el tercero y el primer varón–, uno de ellos el fotógrafo José Luis Gutiérrez Nieto. Nos llevamos bien y vivimos todos. Vengo de familia de churreros y un hermano más pequeño y su hijo lo son. Mi padre nos trajo de Salamanca para ganarnos la vida con una churrería ambulante y lo primero que vi fue el Campo de Maniobras de Oviedo en unas fiestas de San Mateo cuando tenía 9 años. Todo eran guajes por las barracas .
¿Cómo era Juan Manuel, su padre?
En la guerra combatió con los rojos y le pegaron un tiro cuando se lanzaba de un tren. Quedó cojo. Había que calzarlo y ponerle el calcetín, pero para el resto era perfectamente autónomo. Era una persona maravillosa, un hombre abierto, con mucha energía..
¿Y Margarita, su madre?
Mejor todavía. Cargaba con todos.
¿Su vida antes de Asturias?
Miseria, miseria, miseria. Vivíamos en Miranda del Castañar, un pueblo de 200 vecinos. Antes que churrero mi padre había sido heladero y había tenido un alquiler de bicicletas en un pueblo lleno de cantos. En Mejía puso un almacén de vinos y el día que nací yo invitó a la Guardia Civil, porque era estraperlista, para que no lo persiguieran. No fui a la escuela.
¿Dónde se instalaron en Asturias?
En una cuadra de La Pereda de Mieres. Echaron a los cerdos para entrar nosotros. No había váter y había que ir a buscar el agua a la fuente. Mi madre metió dos posaderos de Salamanca. Imagínate cómo cabríamos. Para nosotros era un paraíso porque aquí comíamos. Aquí nació mi último hermano, José Luis. La Pereda no tenía más de 100 vecinos. Nos llamaban "cazurros" y "sequías".
Primeros recuerdos de La Pereda.
A los nueve años cogía una cesta de mimbre e iba a vender los churros que hacía mi padre, a cuatro la peseta, en el tren en Ablaña. Vestía pantaloninos cortos, subía al tren, dejaba la cesta en el andén y pedía que me la subieran. En una ocasión quedó el andén sin gente, la cesta ahí y el tren arrancó conmigo dentro. Fui al revisor llorando, le conté lo que pasaba y dijo "a ver si lo arreglamos". Al llegar a Olloniego usó uno de aquellos teléfonos y le dijeron que le mandaban la cesta en el próximo Mercancías. Cuando llegó el tren, el jefe de estación me llevó con los fogoneros, tiznados como mineros, y me entregaron la cesta vacía.
Noooo.
Sólo se veía el papel que poníamos al fondo para absorber la grasa. Los churros se los había comido los fogoneros y maquinistas. Debajo del papel había 50 pesetas en un billete. Me había pagado el doble por los churros. El jefe de estación me llevó a la cantina a comer un bocadillo de anchoas. Fui corriendo como Heidi hasta La Pereda y siempre pensé que había muy buena gente en la vida. Tengo enmarcado un billete de 50 pesetas como aquél.
¿No fue a la escuela?
No; mis hermanos pequeños, sí. Las mayores servían en casa de Mieres y yo vendía churros. El negocio fue subiendo, subiendo, subiendo.
¿Hizo vida de guaje?
Tenía amigos y jugaba a las canicas, a las chapas y al fútbol en El Empalme, donde unían los trenes del Vasco y del Norte.
¿En casa notaba alguna ideología?
Mi padre siempre estaba revolviendo por ahí porque no estaba de acuerdo cómo se vivía y mi madre, lo que dijera mi padre. Si estaba escuchando Radio Pirenaica le decía "Juan Manuel, que te van a oír". No tuvimos educación religiosa.
Fue analfabeto hasta los 14 años.
Fui a pedir trabajo a la Casa Sindical de Mieres y José María Pellanes me dijo que no me lo darían si no aprendía a leer y a escribir y me enseñó en su casa por las noches. Era colaborador de LA NUEVA ESPAÑA, un tipo extraordinario que hablaba en la radio. Me metió en la Sindical y ganaba 528 pesetas al mes. No estaba mal. Era botones, pero nos llamaban "flechas". Tenía que cantar el "Cara al sol" brazo en alto, pero no calaba. La gente, bien. Yo hacía mis pifias.
¿A qué se refiere?
Me daban cien pesetas para comprar sellos y llevar las cartas al buzón pero yo me quedaba con los sellos y con la bicicleta repartía las cartas en mano. Luego, cuando los obreros entregaban la carta al abogado, no había ni membrete ni sello, se descubrió y me dieron una buena reprimenda. Ganaba propinas con picaresca. Llegaban los obreros a pedir cita para el abogado y yo decía que no había, que para cuándo la querían. "Hombre, si fuera para pasado mañana"… Yo decía: "si tiene un duro suelto igual se lo doy". Las propinas también las entregaba en casa pero alguna la gastaba en bocadillos porque había mucha hambre. ¡Un día me vio mi padre comiendo un milhojas!
¿Se hizo lector?
De "El guerrero del Antifaz", "Roberto Alcázar y Pedrín", "Bartolo, rey de los vagos" en "Jaimito" y no paré hasta ahora. Aprendí más cosas. Me tiré del trampolín sin saber nadar cuando estaba José Vitos, el que cruzó a nado el Canal de la Mancha, en la piscina de Mieres. Él me acercaba una pértiga y me decía: "Engánchate ahí, guaje". Así aprendí a nadar. Aún le veo. Tiene 90 y tantos años y está paralizado.
¿Sabía qué quería ser en la vida?
No, hice oficial de segunda soldador en Montajes Nervión. No había tiempo más que para trabajar y, el fin de semana, ver películas de vaqueros en los cines de Mieres: "Esperanza", "Pombo", "Capitol" y "Novedades". Trabajé un día de pinche de obra.
¿Un día?
Lo que duré. En el andamio le dije al albañil que tenía que bajar a cargar y me contestó: "de aquí no se mueve ni Dios". Le insistí que no podía aguantar. "Ni Dios se mueve de aquí". Bajé los pantalonucos y lo que cayó salpicó la chaqueta del encargado que nos mandó bajar. Preguntó, confesé que no me dejaba cagar y mandó al albañil al andamio y a mí a casa. Un día de alta y de baja. Mi padre me sacó de esos trabajos porque ganábamos más en la churrería. Andar por las ferias estaba bien, pero era más independiente trabajando fuera.
¿De adolescente andaba con chicas?
Un tío mío me dio una hostia en la nuca y me dijo: "Te voy a hacer un hombre". Me trajo a Oviedo, a la "Guillermina". Llamó a una chica y le dijo: "Sube con mi sobrino". En la habitación me dice ella: "Venga, desnúdate". Era cuando trabajaba de soldador y tenía unas botas de seguridad con un casco de hierro en la puntera. Me senté en la cama y me puse a quitar los pantalones pero no me bajaban y no logré quitar las botas. Mientras tanto ella se estaba desnudando y me corrí. Me dijo: "Ya está" y bajamos. Mi tío le preguntó: "¿Cómo se portó mi sobrino?" y ella le respondió: "¡Más bien!". Me gustó. Años después escribí un poema sobre ello que se llama "Promiscuidad".
¿Dónde hizo la mili?
El campamento en El Ferral del Bernesga (León) y luego en el cuartel del Milán en Oviedo. Me llamaban "el Economato" porque, de noche, cuando estaba de imaginaria arrancaba los botones y cogía los cordones de las botas y cuando iban a hacer revista los soldados me preguntaban si tenía botones y cordones y yo se los vendía. Con lo que ganaba compraba hilo y dedales. No venía a casa cuando me daban permiso y me dedicaba por ahí a estraperlar. Triplicaba lo que ganaba en la mili. Estaba por primera vez fuera de casa. En Oviedo entré en Guerrilleros, los de boina verde, a conducir un "Jeep".
¿Problemas de disciplina?
No. Yo era chófer de un Seat 1.500. Un día llevé a la mujer del coronel Díez Alegría, cerré la puerta dejando una parte del abrigo fuera, tenía grasa, quedó mancha y dejé de ser chófer.
Acabó la mili en 1966 y…
Quería hacer algo distinto. Compré un camión a letras de 200 pesetas al mes que me prestó Dirsa porque hacía transportes de sus cristales. Empecé a llevar piensos Biona a Navia y me dio por coger unos sacos de patatas para vender en Oviedo, pero ya me los compraban en el camino de vuelta. Así me entró el gusanillo de vender patatas. Cargaba sacos de 50 kilos. Los domingos iba a las "colominas" y a los barrios a vocear "¡patatero, patatero!". Subía un saco o dos hasta cuatro pisos, sin ascensor. Una vez en Riosa, como no vendía nada, cogí un saco, me lo eché al hombro, subí a pie a un segundo y dije "aquí le traigo las patatas". "No pedí nada, pero ya que estás aquí…",me dijo. Y lo vendí.
¿Cómo avanzó su empresa?
Vendemos a almacenistas de Asturias, Santander y Galicia. Llevo 40 años vendiendo patatas. Los 10 primeros solo, desde las 6 o 7 de la madrugada hasta las 10 u 11 de la noche. Luego metí a alguien conmigo. Me interesaba en los agricultores, en los sacos venían las direcciones de las cooperativas, iba a visitarlas y, como sabía vender, me hicieron su representante para Asturias. Compro en La Rioja, Valladolid y Andalucía. Empecé a trabajar fuerte en Francia hace 20 años. Abrí también un par de Fruterías de Olé en la plaza de Primo de Rivera y en la calle del Rosal. Viajé y trabajé mucho, también me di algunas alegrías y viajes de vacaciones. Mi trabajo era de estar mucho tiempo fuera de casa.
¿Como fue su vida personal?
Me casé en 1969, después de un noviazgo de meses, con una chica de Oviedo con la que tuve un hijo, Juan Carlos, y una hija, Maricarmen. Me divorcié en 1997. Mi hijo lleva ahora la empresa de representaciones agrícolas Juan Gutiérrez, que mueve entre 8.000 a 10.000 toneladas anuales de patatas francesas. Diez millones de kilos. Tengo tres nietos en la veintena. Uno de mi hijo, dos de mi hija. No practico de abuelo. Les doy dinero en Reyes. Vivo en pareja desde 1995.
¿Pudo ejercer de padre o estaba muy ocupado?
Tuve tiempo.
¿Cuándo acabó "El guerrero del antifaz" siguió leyendo?
Leer fue continuo. Toda clase de libros, sobre todo poesía. Uno de mis primeros libros es "Antología de la poesía amorosa española e hispanoamericana", de Edaf, edición de Víctor de Lama.
¿Por el amor o por la poesía?
Por las dos cosas, una mezcla.
¿Cuándo da usted con la poesía de Ángel González?
Leí un libro de él, me enteré de que estaba por Asturias y le quise conocer. Fue el primer poeta que conocí personalmente. Me fascina su ironía. Fui a Gijón y estaba con Joaquín Sabina, en un concierto.Otra vez, en un hotel frente al ayuntamiento de Avilés, le comenté que me gustaba su poesía y le pregunté si podía hacer un busto suyo. Me dijo que cómo no. Lo encargué a Félix Alonso Arena. Está en mi jardín. Traje a Ángel a casa y lo vio.
Tuvo una época de cooperante.
Un día de principios de los noventa oí hablar en la radio de Puente Piedra, en Lima (Perú) donde las estaba pasando canutas y hacían falta cooperantes. A la semana me planté allí. No lo conté en casa, dije que viajaba por trabajo. Estuve 20 días trabajando en un comedor popular de las Trinitarias cocinando, que no lo hago mal, y dando dinero porque lo tengo.Levanté una par de casinas para gente muy pobre.
¿Cuánto costaba hacerlas?
Entre 20.000 y 30.000 soles. El sol estaba a 12 pesetas. Lo más caro serían 2.163 euros. El comedor social era también escuela y centro de salud. Allí conocí a una médico catalana y a un médico cubano y decidimos que haríamos nuestro propio comedor social en un viaje siguiente. Ellos pondrían la medicina y yo el dinero. Antes del siguiente viaje me llamó el marido de la médico y me dijo que había muerto en un accidente de tráfico.
¿Volvió?
Sí, con una cooperante de Oviedo. Compré 30 sillas de ruedas para niños minusválidos, llevé libros y material didáctico, conté cuentos, cociné...
¿Cuánto hace que está jubilado?
Hará 15 años. A los 63 años me dio un ictus del que no me quedó ninguna secuela. Me han puesto ahora un marcapasos. Económicamente estaba bien y no tenía ganas de trabajar ni complicarme la vida y lo delegué todo en mi hijo. Jamás me he aburrido.
¿Qué tal cree que lo trató la vida?
Maravillosamente bien, en todos los sentidos. Empecé con muchas necesidades pero salí de ellas. Saqué mucho dinero de las patatas. Es una comisión pequeña pero son muchas toneladas. Vivo bien pero el dinero no me cambió mucho.
¿Cómo diría que es usted?
Conocerse a uno mismo es el más difícil conocimiento que existe. Eso es de Don Quijote. Tengo un Quijote que pesa 4 kilos.
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