Opinión | De lo nuestro / Historias heterodoxas
Ellos, los Orueta
Una nueva historia de Domingo Orueta, "Chomin", ingeniero de Minas, director de Fábrica de Mieres

La historia de hoy vista por Alfonso Zapico. / Alfonso Zapico
Domingo Orueta ha pasado en dos ocasiones por esta página. La primera, hace ya nada menos que veinte años y la segunda en 2010, porque las peripecias de este personaje no pueden olvidarse en unas historias que sin perder el rigor procuran ser amables y contar lo que no se recoge en otras investigaciones más ceñidas a lo académico. Hablé entonces de sus orígenes malagueños, en una familia pudiente, con un padre empresario, culto, amigo de Francisco Giner de Los Ríos y que en el momento de su muerte había reunido más de 2000 volúmenes en una buena biblioteca que se donó a la Institución Libre de Enseñanza.
Domingo, "Chomin", fue profesor de geología en un centro krausista y obtuvo el número uno de su promoción en la Escuela de Minas de Madrid. Inició su carrera profesional en una ferrería de su tierra y enseguida fue llamado para llevar la subdirección de las minas de Orbó en Palencia y Matallana, Según Luis de Orueta, exhaustivo investigador de las cosas de su familia, «le asignaron un sueldo de 4.000 pesetas anuales, lo que fue motivo de envidia, sana por supuesto, y asombro de sus compañeros de promoción, que estaban en expectativas de encontrar trabajo». No tardó en asumir la dirección de las de Matallana. Por fin, el 10 de enero 1887 ingresó en el Cuerpo de Ingenieros de Minas, del que llegaría a ser inspector general y el mismo año fue destinado a la Escuela de Auxiliares Facultativos, Hornos y Máquinas de Mieres, donde enseñó Electrotecnia hasta 1913.
Al mismo tiempo, gracias a sus contactos con la burguesía asturiana y a la colaboración de Luis Belaúnde pudo abrir en 1893 su propia fábrica de forja en Gijón, que llegó a dar empleo a 200 obreros y fue un negocio redondo, ya que llevaba hasta allí planchas de acero de Duro Felguera para convertirlas en las herramientas que luego suministraba a las minas de carbón de la Montaña Central. También asumió en 1889 la dirección de Fábrica de Mieres, permaneciendo diez años en el cargo hasta que fue sustituido por el magnífico Alejandro Van Straalen.
Primera vez
En la primera "Historia Heterodoxa" sobre Domingo Orueta recogí su pasión casi secreta por la Egiptología, una ciencia que deslumbraba entonces a los ricos europeos. Les conté su viaje a Egipto en 1924 para saber de primera mano lo que estaba sucediendo en el Valle de Los Reyes, su amistad con Howard Carter, quien había descubierto dos años antes la tumba de Tutankamón, y como logró traer al famoso arqueólogo hasta la Residencia de Estudiantes para que diese dos conferencias poco después de haberlo conocido.
En la segunda historia, recordé los detalles del atentado que sufrió en 1910 cuando el anarquista Marcelino Suárez disparó sobre él porque en aquel momento era la cabeza visible de la patronal presidiendo la Agremiación de Comerciantes y Fabricantes. Chomin resultó herido y tras recuperarse trasladó su domicilio desde Asturias a Madrid para tomarse la vida con más tranquilidad.
Domingo fue un personaje curioso y fundamental en nuestro proceso industrial, pero las cuencas mineras fueron un destino ideal para otros miembros de su familia, en la que abundaron los ingenieros. Siguiendo ese hábito de autoprotección que siguen practicando algunos clanes empresariales, resultó frecuente que quienes llegaban a los Consejos de Dirección trajesen con ellos a los parientes más jóvenes que estaban iniciando vida profesional. Ellos también dejaron aquí su huella y ahora vamos a referirnos a algunos.
Serafín de Orueta y Estébanez-Calderón, primo de Chomin, fue llamado por este para la empresa Duro y Compañía en 1898, cuando concluyó su Ingeniería en Minas, como ingeniero de producción y luego llevó la dirección de Fabricación. Bajo sus órdenes se modernizaron los trenes de laminación lo que hizo que se redujesen considerablemente los costes de empresa. Él y su esposa, María Luisa Heredia, se instalaron en la zona de Turiellos en Langreo y aquí recibió en 1905 a su madre, Petronila, que vino a pasar con ellos aquel verano para visitarlos y se quedó para siempre en esta tierra, puesto que falleció inesperadamente el día 23 de julio y está enterrada en el cementerio de esta localidad.
Profesor
En 1911 solicitó la plaza de profesor auxiliar de Siderurgia en la Escuela de Minas de Madrid y dejó definitivamente Asturias para retornar a Madrid llevando con ellos a las tres hijas que habían nacido en Turiellos: Carmen, en 1904; María Luisa, en 1906 y Pilar, en 1907. Ya en la capital iban a tener otro varón, Luis, en 1909. Pero antes llamó a su hermano Paco como ingeniero-director del pozo Mosquitera, que Duro tenía abierto en el límite entre Langreo y Siero.
Francisco Orueta y Estébanez-Calderón residió en Carbayín hasta 1916 implicándose en la actividad vecinal, de manera que el Ayuntamiento de Siero lo reconoció posteriormente dedicándole una calle de este pueblo. Desde la Montaña Central pasó a Gijón para dirigir otros negocios como la Sociedad Minera Cántabro-Asturiana, o la Sociedad Anónima Minera La Fe, que también tenía minas en Respineo, cerca de La Felguera. Fundó junto a Luis Ibrán Consul, uno de los hijos de Jerónimo Ibrán, las empresas «Orueta e Ibrán, Minas de Santofirme» y «Orueta e Ibrán, Hulleras del Rosellón».

La historia de hoy vista por Alfonso Zapico / Alfonso Zapico
En las elecciones de 1920 tanto él como el conde de Mieres, quien como explicaré más abajo estaban emparentados, fueron elegidos diputados, el primero por el Partido Reformista y el segundo por el Partido Conservador. y en 1926 Paco Orueta también fue nombrado profesor de la Escuela de Capataces de Mieres. Dos años más tarde formó parte del Consejo Nacional del Combustible en representación de los productores de carbón y en septiembre del año 1934 también representó a la patronal del carbón en el Comité Ejecutivo de Combustibles republicano. Según su biógrafo falleció repentinamente en agosto del año 1944, mientras jugaba una partida de bridge en un hotel cercano a Torremolinos.
Y es que las muertes repentinas y la fatalidad persiguieron a varias ramas familiares de este linaje. Por ejemplo, los Loring, emparentados con los Heredia y los Orueta, que recibieron el título de condes de Mieres otorgado por Alfonso XIII que quiso recompensar así la relación de la Fábrica que había fundado Numa Guilhou con la casa Real. La relación familiar se había iniciado en 1850 con el matrimonio del financiero y fundador del Banco de Málaga, Jorge Enrique Loring, con la hija de su socio, Amalia Heredia Livermore.
Libro
En 2022, Luis de Orueta escribió el libro "Las hermanas Livermore" en el que leemos las numerosas desgracias que los afectaron a lo largo del tiempo. Por ejemplo, la muerte del padre del primer conde, Manuel Loring Martínez Heredia. El hombre, también llamado Manuel, falleció de un balazo en el trascurso de una discusión con el director de un periódico malagueño que había ofendido a su suegro. El periodista sacó una pistola, disparó y acabó con su vida.
Otro capítulo negro se había iniciado en el año 1852 con el suicidio en el curso de una partida de caza de uno de los abuelos del conde, otro Manuel, en este caso Heredia Livermore; pocos años después también falleció uno de sus hijos durante una operación quirúrgica sumiendo en una depresión a Trinidad Grund, la madre viuda. Para animarla, sus allegados quisieron llevarla en un crucero desde Málaga a la Feria de Sevilla en un barco de la flota familiar, pero cuando navegaban de noche cerca de la costa, les abordó un carguero inglés. Entre las víctimas de aquel naufragio estuvieron las dos hijas de Trinidad Grund y otros dos parientes, mientras que ella pudo salvarse porque su vestido se enganchó en unos troncos y se mantuvo a flote hasta que la recogieron.
Más cerca en el tiempo Manuel de Orueta Castañeda, hijo de Domingo Orueta protagonizó otra terrible desgracia: el día 25 de julio de 1926, cuando contaba 37 años, tenía 5 hijos y a su mujer embarazada. Había ido a pescar acompañado por sus dos mayores, Domingo y Manolo, junto a dos empleados de su Fábrica, padre e hijo, a Oles, cerca de Villaviciosa. Allí, su empleado fue arrastrado por una ola; el hijo de este se lanzó a salvarlo y tampoco pudo salir; Manuel se arrojó a por ellos y los tres se ahogaron. Una de las estatuas del parque de Isabel la Católica en Gijón, recuerda este acto heroico.
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