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Francisco Palacios

El origen langreano de una empresa global

Francisco Palacios

Una larga y tenaz huelga

Las protestas laborales aumentaron tras la muerte de Pedro Duro

Mientras Pedro Duro estuvo al frente de la fábrica, los conflictos laborales fueron muy localizados y de corta duración. Las cosas empezaron a cambiar a los pocos años de su muerte, sobre todo a partir de 1898, año en que se constituye en La Felguera la primera organización anarquista, impulsada por el metalúrgico José Valdés.

Los anarquistas, hegemónicos y muy beligerantes, alentaron casi todos los conflictos de la fábrica hasta la guerra civil: en las minas dominaban los socialistas.

Durante la Segunda República se agravó la situación económica en España como efecto de la grave crisis internacional de 1929, lo que contribuirá a la exacerbación de las luchas sociales. Además, los ácratas consideraban el régimen republicano como una representación del "orden burgués": un orden que había que derribar. A pesar de que en la Constitución de 1931 se reconocía que España era una República democrática de trabajadores de toda clase.

En tales circunstancias se desencadenó una huelga en la factoría felguerina, que se inició en el otoño de 1932 y se mantuvo hasta el verano del año siguiente: nueve largos y tempestuosos meses. La reducción impuesta de los días de trabajo y la jubilación de treinta obreros "con pensiones de hambre" fueron las causas principales del conflicto. La empresa justificaba tales medidas por la insostenible competencia industrial y la "extremada falta de pedidos".

Durante casi toda la huelga, Langreo, y muy especialmente la Felguera, se vio sometido a un implacable y complejo control policíaco-militar. Así lo reflejaba un enviado especial de un diario madrileño: "Toda la cuenca de Langreo está tomada militarmente. De Oviedo vinieron policías; de Madrid, Guardias de Asalto; de toda la región, civiles; de El Ferrol, marinos de Guerra; la Guardia Civil estaba situada en los montes; los de Asalto, en sitios estratégicos del valle y en las villas de Sama y La Felguera. Los de Infantería de Marina, llegados de Galicia, en la misma fábrica". Contrastaban "tales incrustaciones bélicas" con la serenidad del pueblo y de los obreros felguerinos.

El dos de diciembre de 1932, los anarquistas hacen una llamada a todos los trabajadores de Langreo para que secunden un paro general de 24 horas en solidaridad con los huelguistas de Duro Felguera. Una vez conocida la convocatoria, fueron clausurados los centros obreros del concejo. El estrépito de la dinamita dejaba a oscuras buena parte del municipio y paralizaba los trabajos en varias minas. A lo largo del día, los Guardias de Asalto contestaban con intensos tiroteos las acciones de los saboteadores en diferentes puntos de la cuenca.

Ante el cariz que tomaban los acontecimientos, el Ayuntamiento se constituye en sesión permanente para arbitrar una fórmula que acercara las posiciones de los huelguistas y la empresa. Y convocadas por los ateneos populares de Sama y La Felguera, medio centenar de asociaciones langreanas se reúnen en el cine Dorado de Sama con el mismo objetivo. Ante una agitada y multitudinaria asamblea, el portavoz de los ateneos proclamaba que no se podía tolerar que Langreo se derrumbara económicamente.

Sin embargo, estas y otras muchas iniciativas ciudadanas no lograron romper la dinámica de una huelga que se radicalizó en los meses siguientes, perturbando no sólo las relaciones de anarquistas y socialistas (metalúrgicos y mineros), sino avivando también la confrontación localista entre Sama y La Felguera. (A esa radicalización general habría contribuido asimismo, a principios de 1933, el levantamiento anarquista a escala nacional contra la "República burguesa").

Como respuesta a la dureza y la duración de la huelga, los directivos de Duro Felguera amenazaron con trasladar la fábrica al País Vasco. Por su parte, los huelguistas recibieron el apoyo de gran parte de Asturias y de muchas ciudades del resto de España. E incluso del extranjero.

En agosto de 1933, tras tensas y sucesivas reuniones, concentraciones, manifestaciones y asambleas, los obreros aceptan una propuesta que estaba lejos de sus demandas iniciales. Se ven obligados a poner fin a la huelga, acuciados sin duda por insostenibles carencias vitales.

En cualquier caso no dura mucho la normalidad. Son tiempos vertiginosos: se avecinan nuevos y más trágicos sucesos.

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