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Desde mi Mieres del Camino

Los 47 años de historia del Club Junior

La entidad mierense, que integró a chicos y chicas desde su fundación, sigue viva y fue el nido de muchos matrimonios

Eran los últimos compases de la década de los sesenta, concretamente el año 1969. Aunque la temperatura política de España había bajado algunos grados con motivo de la incidencia de Europa y la influencia de las corrientes que imprimían los tecnócratas inmersos en los últimos gobiernos franquistas, todavía no existía, de facto, un pleno uso de la libertad de reunión y de asociación. Eran muchas las trabas que se colocaban en la vía de cualquier intento hasta convertirse, para algunos experimentos, en objetivo imposible, pese al aperturismo de cierta ley establecida por el ministerio de información y turismo que dirigía Manuel Fraga Iribarne.

Y, sin embargo, la sangre corría por las venas de la juventud, por lo menos a ochenta o noventa por hora, cargada de una buena dosis de rebeldía hacia la posibilidad de establecer normas propias de diversión y de actividades lógicas de la edad. ¿Se acuerdan ustedes de los guateques? ¿Saben lo que era reunirse para desarrollar ideas en común bajo la amenaza de la presencia del poder policial establecido y cargar con las consecuencias?

Seamos sinceros. Si a primera vista no existe salida, se busca y más bien a la corta que a la larga, aparece un resquicio de posibilidad. En este caso, merced a concordatos y relaciones cordiales, la Iglesia Católica era el camino más corto. Sobre todo si al frente de una parroquia, comunidad o proyecto, existía un valiente sacerdote dispuesto a dar el do de pecho. En este sentido el grupo juvenil "La Cucaracha" y el párroco de San Juan Nicanor López, rompieron el fuego en los semisótanos de la casa rectoral de esta parroquia.

Sin embargo existieron otros movimientos de parecidas características pero con la salvedad de que aún hoy mantienen vigencia y lo que es más llamativo, fueron algo así que, en base a su composición de miembros de ambos sexos, se convirtieron para unos cuantos casos en nido de matrimonios. Y sino, pasen y vean.

Fue precisamente en 1969 cuando nació la idea, fraguada entre alumnos de Maestría Industrial, de formar un grupo bajo la denominación de Club Junior con presencia activa de chicos y chicas. Pero claro está, al margen de las organizaciones juveniles del aparato oficial, era difícil encontrar salida. Y una vez más la sotana actuó por su cuenta y riesgo, en este caso a través de "dos ángeles", es decir, Ángel García, de la Rebollada y Ángel Silva, de Mieres, los que ya había puesto en marcha la llamada "Cruz de los Ángeles", a favor de la niñez más desfavorecida y que posteriormente serían embrión de esa obra gigantesca "Mensajeros de la Paz" que lidera Ángel García. Ellos pusieron la primera piedra para que el Club Junior , con pleno arranque democrático, puesto que, aparte de permitir la presencia de jovencitas y jovencitos, entre los 14 y 16 años, exigía votar, por vía de sufragio universal, a sus dirigentes. En un principio comandados, en calidad de presidente, por el nieto del propietario del inmueble Manel Villada, según explica Fermín A. San José, socio fundador, tesorero que fue del grupo y hasta presidente en los momentos de su recuperación. Encontraron acomodo inicial en el sótano de la entonces de Manolito Villada, a la sazón máximo responsable de la Cruz Roja en la localidad mierense. ¿Su finalidad? Organizar guateques (en los que solo pagaban los varones, cosa de tres a cuatro pesetas), excursiones, la práctica de varios deportes, creación de una biblioteca y el fin otras actividades de grupo que nacían de una inquietud colectiva.

Durante el tiempo que permanecieron en su sede inicial ocurrieron hechos curiosos. Como estaba previsto, la policía gubernativa que tenía su sede muy cerca, solía hacerles ciertas visitas de inspección sobre sus actividades. Y en dos ocasiones con el afán negativo de impedirlas. Según cuenta el actual presidente José María Martínez, a quién acompañan en la junta directiva José Manuel Iglesias como vicepresidente, José Carlos Álvarez secretario y Ovidio Barbao al cargo de la tesorería -casi todos ellos peinando canas hoy día- en cierta ocasión que se presentó un subinspector bajo la orden tajante de impedir cualquier movimiento.

Esteban, hijo de Manolito el dueño, que se encontraba en los pisos superiores, bajó y de forma enérgica impidió la tentativa manifestando "que dejasen tranquilos de una vez a los jóvenes divertirse a su forma, que estaban en su casa y punto".

Ante tanta frecuencia de visitas inoportunas, una representación de los jóvenes visitó en Oviedo al Padre Ángel García, para exponerle la situación. Y el sacerdote les recomendó con pleno convencimiento que visitasen al entonces gobernador civil Mateu de Ros para exponerle el problema. Santo remedio. La máxima autoridad gubernamental de Asturias, escuchados los alegatos, les firmó un papel autorizándoles a seguir con sus planes. Poco días después de nuevo se personó la policía con el firme propósito de cerrar el Club, y a la vista del documento de autorización, quedaron -como afirman los actuales dirigentes- con un palmo de narices. También la esposa de Manolito Villada, Concha, los defendió del acoso en más de una ocasión.

El Club Junior siguió adelante y allá por el año 1998, cuando las corrientes democráticas funcionaban a plenitud, decidieron trasladarse al barrio de Requejo, alquilando el Bar Bobela donde hoy permanecen con todas sus consecuencias y actividades. A causa del paso del tiempo, la configuración del grupo ha cambiado por completo, pero activan sus inquietudes desde otros frentes. Para muestra organizan cursos de guitarra, también de cocina, no faltan los de bailes de salón, las manualidades y muchos de ellos forman con el coro de la Escuela de Música de Mieres, que dirige Reyes Duarte, aprovechando los veranos para ensayar con mayores facilidades.

Es cierto y justo reseñarlo que el Club Junior tuvo un parón que debió rondar los veinte años, puesto que después de un tiempo prudencial en los bajos del domicilio de la familia Villada, casi frente al Ayuntamiento, el movimiento perdió fuelle y prácticamente estuvo disuelto. Sin embargo, con motivo de una comida y acto de relieve, celebrado en la pista de Tini (Valentín Fernández), antes denominada de Sampil, con motivo de los veinticinco años de su fundación, los más lanzados deciden poner de nuevo en marcha el aparato activo de este proyecto, uno más de los varios que habían nacido en Mieres, allá por los años sesenta.

Y ahí está ahora, con toda su artillería, ya un poco más pesada que cuando la sangre juvenil de la adolescencia, corría por sus venas, pero dispuesto a resistir, contra el viento de una decadencia demográfica del Mieres actual y la marea de las nuevas tendencias, dejando santo y seña de las inquietudes de una época irrepetible.

Y, Lo dicho, hoy son, no dos o tres, sino quizás cerca de la decena, los matrimonios que sembraron la mieles de sus amoríos en el cara a cara de las actividades del Club Junior, sobre todo aquellos inolvidables guateques que llegaban, al panorama español, desde otras latitudes, dispuestos a romper las barreras que habían maniatado durante unas cuantas décadas, a la juventud española.

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