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Dando la lata

No aprendemos

Lo más triste del tema es que, cuarenta años después, no hayamos sido capaces de mejorar el sistema educativo franquista. Es más; lo empeoramos gravemente hasta llevar a nuestro país a posiciones retrasadas del escalafón de calidad de educación. Hemos conseguido, lo cual debería ser motivo de orgullo para sus impulsores, que el español en edad de formarse aprenda menos y peor.

Recuerdo que allá a primeros de los años 80 se produjo una importante inundación en Valdepeñas. Poco después pasé por allí en tren y vi una tapia en la que se podía leer en grandes letras negras: "Con Franco llovía menos". Bueno, pues que vergüenza, pero con Franco se aprendía más en la escuela. La nueva y espinosa legislatura acaba de inaugurarse con la iniciativa socialista de derogación, con el apoyo de la mayoría del Congreso de los Diputados, de la ley educativa pepera, que creo que no llegó a ponerse en marcha. Ello significa que, entre tanto, nos mantendremos con la ley precedente, la socialista, cuyos fabulosos resultados a la hora de propagar la ignorancia han quedado de sobra contrastados. Hombre, todo es posible, pero se me hace difícil pensar que la LOMCE pueda ser aún peor que la LOGSE pero, en fin, parece que no habrá oportunidad de comprobarlo en la práctica. Aunque, de todos modos, la gloriosa decisión de trocear la educación en porciones autonómicas, en un país de chiflados e ineptos como el nuestro, garantiza el fracaso, más de cuarenta años después algunos ya deberían ponerse colorados al leer las estadísticas y afrontar el hecho de que el sistema educativo es una cuestión de Estado, a no ser que lo pretendido -que no es descartable- sea la consolidación de una sociedad inculta y aborregada, cuyo pastoreo siempre resulta más sencillo. La presente falta de potentes mayorías parlamentarias parece un escenario propicio para abordar de una vez por todas la creación de un sistema educativo de calidad y futuro. No hay que inventar nada; con fijarse en los modelos que funcionan, sería suficiente. Y si, además, en un arrebato de sensatez, el Estado recuperase la competencia exclusiva en materia educativa, vamos, eso podría ser la pera limonera. Me parece que estoy pidiéndole peras al olmo.

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