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Velando el fuego

Mieres Tubos

La historia de una empresa con origen en Langreo

Han transcurrido ya muchos años, repletos de relatos de todo tipo (algunos de ellos inolvidables), desde el año 1972, fecha en la que me incorporé a la Fábrica de Tubos de La Felguera. Desde entonces han caído muchas lluvias y muchas nieves sobre todos nosotros, amén de toneladas de desatinos y de injustas decisiones, guiadas siempre por el caballo de la codicia (ese que no cesa nunca de cabalgar) de los empresarios de este país (no todos, naturalmente), a quienes les importa más el grosor de su cuenta de resultados que la delgadez de los trabajadores que son, a la postre, quienes madrugan y sudan para hacer posible que se acumulen las ganancias en el haber de las empresas.

La historia de la Fábrica de Tubos, después Perfrisa y ya en los últimos tiempos Mieres Tubos necesitaría ser aireada convenientemente, pues entre sus páginas se encuentran algunos de los episodios más espléndidos de la solidaridad y resistencia de los trabajadores, sin olvidar que estuvo a la cabeza de las empresas del mismo ramo de este país. Confío en que algún día quienes atesoran con celo todos los folios de esta historia -mi querido amigo Paco del Hoyo entre ellos- se pongan a la tarea. Si no es posible conocer el presente sin antes haber degustado el vino añejo del pasado, tampoco nos podremos reconocer en nuestras raíces actuales sin antes penetrar en la intrincada selva industrial que nos dio sombra durante tanto tiempo, y de la que la Fábrica de Tubos constituyó, junto con algunas otra empresas del entorno, uno de sus troncos más importantes.

El término neolengua, tan en boga actualmente, procede de la novela distópica 1984 de George Orwell. De este modo, se consigue disfrazar el significado real de la cosas, empleando para ello eufemismos. Así que lo que en aquellos momentos fue un claro y evidente cierre y traslado de la factoría de La Felguera a Mieres, hoy, los amantes de este nuevo lenguaje, lo definirían como "ajustes territoriales y reformas estructurales". (Por cierto, uno de los colmos de esta jerga embaucadora, y que a muchos padres toca de cerca, consiste en denominar como "movilidad exterior" el exilio de jóvenes ante la imposibilidad de encontrar un trabajo digno).

Una vez instalada en Mieres, la historia de la fábrica fue girando en la misma dirección de tantas otras cuyo final se anticipaba como irremediable. En la era de la globalización, el desplazamiento de personas (mano de obra) resulta una constante fija, de modo que en la actualidad, y en el mejor de los casos, algunos cierres de empresas consiguen evitarse en base a traslados a otros lugares (lo que, además, se presenta públicamente como una actitud magnánima de los empresarios). Y cuando no, se echa la llave y se da el portazo definitivo a la factoría, como sucedió con Mieres Tubos.

Sin embargo, un nuevo acontecimiento viene a arrojar una luz en el tortuoso final de esta empresa. Tal parece, a tenor de lo que se comenta en este diario, que un empresario moscón está dispuesto a hacerse con la factoría, lo que significaría su reapertura. Cierro haciendo mías las palabras del alcalde de Mieres, Aníbal Vázquez, que dijo que se trata, sin duda, de una buena noticia, sobre todo si el proyecto industrial cristaliza y es sostenible en el tiempo. Igualmente, manifestó su esperanza de que el nuevo propietario "recupere los empleos perdidos". Ojalá que sea así, sobre todo por el bien de unas Cuencas cuyo futuro es cada vez más desalentador.

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