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A contracorriente

El vibrante enclave de Espines

La ascensión a una de las vegas más atractivas del parque natural de Redes

En los altos de Tanes se encuentra una de las vegas o mayaes más atractivas del parque natural de Redes. Se trata de Espines, antiguo reducto de vaqueros y ganaderos que pasaban parte del año en este rincón silente y verdadero. Actualmente se dejan ver algunos rebaños vacunos pastando en su rico vergel, pero lo que existe ahora es un poblado de ocio de algunos amantes de estos lugares y urbanistas de nuevo cuño que con sus cabañas acomodadas ven pasar la vida los fines de semana de los meses de tiempo florido y cálido y esporádicamente en época invernal. Algunos residentes de este entorno son hijos o familiares de antiguos hacendados que buscaron recuperar las viejas cabañas y darles un aire renovador, en algunos casos excesivo montaje y construcción en andurrial tan bello y ensoñador.

Y vivir Espines es sumergirse en naturaleza brava y fascinante desde el camino inicial que parte por encima del pueblo de Tanes, con el embalse dormido y acicalado en el llano. Existen otros puntos de subida a esa collada, aptos para el todoterrreno, pero el más pintoresco y andarín es el primitivo y mentado anteriormente. Y en ese ascenso, intenso en ocasiones y liviano en otras, la panorámica que ofrece el paisaje que envuelve el camino es agradable a la vista y seductor al espíritu. Bosques frondosos, nieves en los picos circundantes, senderos infinitos, arroyos cercanos y mucha calma natural sólo rota por algunos caballos que relinchan en su tranquilidad matinal y notables esquilas del ganado vacuno que dan la nota al paso de los montañeros felices en busca de la primera fuente en el recorrido angosto y luminoso, tras pisar con intención lugareña viejos rastros como Ricarto, Cantu la Sierra, Campanal, Foyocos y más adelante Misiegues, Pandellines y Xienra, hasta alcanzar Intarriegos, lugar adecuado para un descanso breve y esperado. Toda esta denominación montañera con sus eufónicos pronunciamientos tienen base histórica y toponímica en época de arrieros, buhoneros y vaqueros que frecuentaban estos enclaves de raíz casina y realidad perenne.

Y en pleno sosiego, tregua y respiro para apurar unos dátiles con anacardos, la abierta panorámica que se observa desde las alturas raya lo mágico, lo sereno, lo atrayente. Una visual tocada por el aire invernal ya próximo a la primavera con las aguas domadas del embalse de Tanes a lo lejos y esas montañas medidas y alineadas conformando todo un teatro geológico abrumador. Estos contornos de Redes tienen mucho de especiales, con el embrujo por presencia y la razón forestal y acuática por esencia. Merece la pena acercarse de vez en cuando por estas tierras antañonas y animadas para conocer de cerca un paisaje embriagador y colorista, con el abrigo de sus peñas y riscos, la fuerza de la intemperie y las buenas sensaciones que aportan estas vistas en la mañana invernal con tiempo acicalado y luz viva en el ambiente.

Al fondo, entre secuencias fotográficas de gran belleza, Puiciellu, reducto donde los parroquianos de la zona celebraban la fiesta estival de la yerba entre amistad, condumio montañero, golpes de bota de vino, cánticos y embeleso familiar. Una tradición que sigue la estela de otro tiempo pero con menos concurrencia y menos intenciones. Los tiempos cambian, las costumbres derivan en otras acciones y esa tradición se convierte en simple remembranza de otro momento. Y enfilando la indómita campera de Espines, Ablanielles y el viejo Mayau, de historias de animalia y escenas cinegéticas, donde estudiosos de la arqueológica investigan vestigios de atormentada presencia de antiguos cromañones.

Porque Espines es altura, es campera abierta y planicie verdosa, es densidad de cordillera, es promontorio, es altozano, es horcajo y es cima. Y este territorio de avezados ganaderos tiene mucho de Redes y Redes mucho de Espines. Lo cantan con ánimo y promoción íntima los locales Indalecio, María, Nino, Mila, Carmen y Tere, defensores a ultranza y enamorados sin fisuras de esta mayá acogedora y bucólica, que un día acogió a rebaños de la vaca casina y las ovejas xaldas, entre otros animales de raza autóctona. Una estampa idílica que perdura en la memoria rural de las gentes de Caso y el parque de Redes.

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